Redacción: Manolo Molés
Tengo la sensación de que el mundo de los toros vive en un extraño temblor. Esta pandemia lo ha puesto todo patas arriba. Y lo malo es que empiezan los enfrentamientos entre profesionales. Lo normal sería que se aplacaran los egos y la familia taurina fuera capaz de dialogar y entenderse. Cuando digo familia, bien o mal avenida, pienso primero que nada en los dos pilares de la Fiesta: ganaderos y toreros. Y en el gran pilar que forman los aficionados. A partir de ahí está todo lo demás, también el empresario, fundamental para poner en marcha la exposición del espectáculo; él tiene el local, la plaza, el expositor verdadero. Ahí está lo primero: toros, toreros, aficionados y empresario. Son las cuatro patas del banco. Y cuando escribo “toreros” ahí entran todos los que además actúan en la plaza y los que forman parte de la gente del torero: apoderado, cuadrilla, jefe de prensa, etc. Ahí está todo lo necesario para poner en pie una tarde de toros.
Pero falta aquello que convierte el espectáculo en rentable. Sí, el que pasa por taquilla, el que paga, el que se siente atraído por el cartel y tiene algo que le distingue y da grandeza a su presencia: es el que pone el dinero para que se lo repartan, a ser posible con justicia profesional, todos los actores de la Fiesta. Este espectáculo, grandísimo y único, al final depende de que le guste a la gente, a la afición, al curioso o al que va a comprobar cómo es una tarde de toros.
Esta pandemia lo ha puesto todo patas arriba. Y lo malo es que empiezan los enfrentamientos entre profesionales. Lo normal sería que se aplacaran los egos y la familia taurina fuera capaz de dialogar y entenderse
Ahora, en este momento, tenemos un problema nuevo. Parte de los actores están en contra de la otra parte. Y eso es grave. ¿Cómo se soluciona? No es fácil porque las cosas han cambiado y lo que valía ayer ya no vale para mañana. Y esa es “la vaina”, expresión coloquial que se utiliza en Colombia y otros países americanos. Si allí te dicen “ni de vaina”, te están diciendo que “de ninguna manera”. Y eso aquí, tal y como está de cargado el ambiente, sería horrible.
Visto desde fuera percibes varias sensibilidades. Percibes que hay muchos empresarios que afirman (no sé hasta qué punto de razón o lo contrario) que los gastos están muy altos, y así no pueden, o no quieren, dar espectáculos. Y eso si no se cuadra es un problemón. Porque el empresario, además de pagar a toreros y ganaderos, tiene un montón de liquidaciones con proveedores, Estado y las mil cosas que han ido creciendo en este mundillo. Y el tema es que “tiene que haber para todos”. Que el empresario algo tiene que ganar porque es el organizador, el ganadero, pieza fundamental, tiene que estar mejor pagado (es la clave, sin su producto no hay ni Fiesta, ni boda, ni bautizo). Tiene que ganar el torero, tienen que cobrar las cuadrillas, hay que pagar al fisco y un montón de otros gastos… No es fácil cuadrar las cuentas. Y si el empresario no gana cierra la tienda. Si el ganadero no gana cierra la ganadería. Si el torero no gana, ¿para qué se juega la vida? Y si la gente no pasa por taquillla ya ni seguimos hablando o escribiendo porque si la gente no va se acabó el recuento y el reparto justo de los dineros.
No olvidemos que a una gran parte de la población le gusta ir a los toros pero no le llegará el dinero. Esta es la pandemia taurina de verdad. El problema no es que los subalternos cobren un poco más o un poco menos. El problema es que todo cuadre
Ahora mismo el ganadero necesita, más que nadie, apoyo y dinero. Sin él no vamos a ninguna parte. Y el empresario necesita que vaya la gente. Y ese es el único dinero a repartir. Y sería bueno que con pausa y talento se pusieran todos de acuerdo. Porque si el ganadero pierde nos quedamos sin el elemento base. Si el empresario no gana se dedicará a otra cosa. En resumen: si no cuadran sus necesidades y aspiraciones y las cinco patas del banco no se ponen de acuerdo: público, ganaderos, empresarios, toreros y subalternos, y si no llegan a un reparto justo del dinero, la cosa pinta fea. Lo bueno es que, históricamente, en el toreo siempre hubo estas desavenencias. Aunque al final, medio arregladas las cosas, salió el toro y llegó la tranquilidad.
Este año es más jodido, porque de verdad no sabemos ni cuántas ni dónde se van a celebrar corridas. Por encima de los cinco puntos clave ahora está el Coronavirus, más la mucha gente fallecida en tantas familias, más la pérdida de miles y miles de empleos, en una nueva economía mucho más baja y con mucha más gente en el paro, en la pérdida de trabajo, en el futuro más negro que se ha vivido nunca en este país. Tenemos demasiadas cosas y gentes y políticos en contra. Tenemos también gente a favor. Pero no olvidemos que a una gran parte de la población le gusta ir a los toros pero no le llegará el dinero. Esta es la pandemia taurina de verdad. El problema no es que los subalternos cobren un poco más o un poco menos. El problema es que todo cuadre y todos seamos conscientes de que vamos a vivir un año raro, recortado, con las plazas grandes cerradas, con el miedo de la gente, etc. etc. Y con todo este maremágnum, pregunto: “¿nos vamos a poner a pelear ahora empresarios, toreros, subalternos y hasta Perico el de los palotes…?”. O hacemos una piña. O aceptamos que todo va a ser muy difícil, que los clientes aficionados también muchos están tocados. O nos hermanamos (lo contrario de Caín y Abel) todos los que sois importantes para que haya Fiesta. O el enfermo seguirá teniendo mala cara. ¿Qué hace falta? Muy sencillo: unidad y convencerse de que todos vais, vamos y van, en el mismo barco. Y el año va a ser muy duro. Por eso hace falta que todo el mundo del toro no esté peleado. Y ahora hay demasiados desencuentros.