SAN ISIDRO: «¡QUÉ ASCO DE GANADERÍA!»…

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Redacción: Marco A. Hierro – Cultoro.com – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo

Maratón de silencios en la tercera, tres avisos para David Mora, liviandad de Urdiales y garra sin redondez de Garrido con un encierro de El Pilar que no rompió.

Madrid – España. La lindeza del titular emergió cual terremoto inesperado de entre el anonimato valiente del tendido 7. Allí, donde asientan sus posaderas los custodios de la fe, bramó la frase para mayor beneplácito de la conspicua afición venteña. «Con dos cojones», seguro que pensó Antonio Ferrera si estaba viendo la corrida, que no tuvo mucho que ver con la suya de Sevilla, pero llevaba el mismo hierro. Parafraseando a mi querida Rocío Franco, el que es tonto no es para un rato.

Con el envío de El Pilar se puede meter sin el menor recato el que pagó la entrada, porque no es este el comportamiento que cala en el tendido de Madrid. Pero de ahí a generalizar para demonizar un concepto porque no se es capaz de entenderlo… Va un trecho de leguas. Es obvio que ha echado toros mejores Moisés en Madrid, que la tarde se vino al revés porque sus toros no corren y hasta que hubo algún toro burra que cabreó sobremanera al inquieto personal; pero hasta tres toros con opciones hubo en el festejo a los que las circunstancias convirtieron en vino amargo. Y aún así, la corrida no valió

La fijeza, el celo y la nobleza del primero no se entendieron con un Urdiales que echó de menos mejor trato al animal cuando le llegó a la franela; la humillada voluntad de tomar trapo que tuvo el quinto se encontró con un David Mora desconocido, y sólo en una serie le cogió el aire para que rugiese Madrid; y la fijeza obediente del sexto, de haber salido en tercer lugar, no hubiera pesado tanto sobre los hombros de un Garrido que a esas alturas se encontró con la cerrazón del tendido. Ese mismo que gritó: «¡Qué asco de ganadería!».

Pero no fue así. Lo que ocurrió fue que no era fácil cogerle el pulso al lento caminar del primero, y menos aún jugarle los tiempos para que no se acabase. Se lo había cantado a Diego en las verónicas con las que se encajó el riojano, sin importarle que volviese del revés y se desentendiese del trapo, porque sabe Diego que esto es muy propio del Raboso. Y mira que torea despacio Urdiales, que hoy sólo logró amalgamarse con la embestida en una tanda rotunda con la siniestra al ralentí, y en esa rugió Madrid porque en el fondo sabe esta plaza que el toreo son momentos que te dejan sin respiración. Lo demás son naturales sueltos, rumores en el tendido, el cabrón de viento levantando las telas y un aviso tras descabellar. También al cuarto le dejó verónicas porque de salida mantuvo la intención de morrar, pero no pasó de ahí.

Los tres avisos que escuchó David Mora con el quinto no pasan de anécdota triste en una tarde como la de hoy. Porque fallar con la cruceta a un toro sin descubrir le puede pasar al más pintado, y hablamos de un torero curtido con dos puertas grandes y cornalón aquí mismo. Un torero que había despachado casi sin despeinarse al mansurrón segundo, cuyo planeo en la tela le hubiera servido a David de haber tenido algo de raza. Como le sirvió a Ángel Otero en banderillas para poner la plaza en pie con dos soberbios pares sobre el galope del tren. Un torero -David Mora- que algo le vio al voluminoso quinto -el de más peso y menos trapío del encierro de Moisés- para perderle los pasos, recortarle los viajes, desistir de volver a coger la espada tras el pinchazo hondo inicial y soportar la bronca de Madrid en lugar de reventarlo de un sartenazo. El resultado hubiese sido el mismo, pero no se hubiera ido al corral ni dañado su amor propio.

De eso tiene mucho José Garrido, que se siente tan seguro con el capote que con él ejecutó lo más aplaudido de la tarde. Fue con la pintura colorada que salió en tercer lugar, una brasa en el percal que le ofreció en doblones el extremeño, codicioso y humillador en el viaje rebozón que disfrutó José. Tanta esperanza tenía que lo brindó desde los medios esperando que durase aquel torrente de intención. Pero fue mucho esperar, porque se desfondó el animalito antes de decir Amén. Con el sexto… dicho está.

Todos tendrán otra tarde en el serial recién iniciado. Y será mejor que esta, casi seguro estoy de ello. Todos excepto Moisés, que tuvo que aguantar al chufla soltando la frasecita: «¡Qué asco de ganadería!». ¡Qué prudentes son los mudos…!

Ficha del Festejo

Plaza de toros de Las Ventas. Tercera de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Más de tres cuartos de entrada en el tendido. Toros de El Pilar. Impecables de presentación por separado, desiguales en conjunto y de juego dispar. Con celo y fijeza el noble primero de fuelle justo; manso de carretas el segundo; con intención y nobleza sin vida el mansito tercero; docilón sin espíritu el cuarto; con voluntad, humillación y empuje el quinto; noble y fijo el desfondado sexto. Diego Urdiles (marino y oro); Silencio tras aviso y silencio. David Mora (rosa y oro); Silencio y bronca tras tres avisos. José Garrido (nazareno y oro); Silencio y silencio.

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