Redacción: @depasillocol
*Este artículo hace parte de una serie, que es complementa por la perspectiva opuesta ,que fue publicado la semana pasada,con el fin de ampliar la noción que tenemos sobre los argumentos de parte y parte.
Nuestro invitado Camilo Martínez nos cuenta:
La tauromaquia, más que defenderla, hay que enseñarla”, es la frase que nos dejaba Víctor Barrio días antes de morir por una fuerte cornada propinada por asta de toro. Tenía toda la razón. Hoy en día, la fiesta de los toros se ve cada vez más atacada y discriminada por los distintos movimientos animalistas, partidos políticos y grupos anti taurinos. Si bien una herramienta importante para nosotros los taurinos, es argumentar y dar la pelea a todas las trabas que muchos dirigentes le ponen a las corridas de toros en Colombia, deberíamos esforzarnos en enseñar y divulgar la tauromaquia cómo es; invitar a los escépticos a ver los toros desde el otro tendido.
Enseñar la tauromaquia no tiene como objetivo hacer que a todas las personas les gusten las corridas; es imposible. Al enseñar las bases de la tauromaquia buscamos ser respetados cómo una minoría, cómo cualquier otro tipo de aficionado y cómo ciudadanos que tenemos el derecho a expresarnos. La tauromaquia debe llevarse a cabo y cumplirse de la manera que es, tal cómo explica José María de Cossío en su majestuosa «Biblia del toro»: Los Toros, Tratado técnico e histórico.
Por lo que ya he mencionado, lo invito a usted, lector anti taurino, taurino o neutro, a que entienda por qué acudo cada domingo de febrero a la Plaza de Toros la Santamaría. Lo primero que le voy a pedir es que mientras lea este escrito, deje de un lado su juicio apresurado acerca de que los que nos conglomeramos en la plaza a disfrutar de una corrida, vamos a ver sufrir un animal. Como decía Mario Vargas Llosa “Los enemigos de la tauromaquia se equivocan creyendo que la fiesta de los toros es puro ejercicio de maldad en la que unas masas irracionales vuelcan un odio atávico contra la bestia. En verdad, detrás de la fiesta hay todo un culto amoroso y delicado en el que el toro es el rey”.
En algún momento de mi vida, yo también me cuestioné cómo podía llegar a ser interesante una corrida de toros. Es gracias a la invitación que recibí para comprender el mundo del toro por parte de un gran aficionado y mejor maestro, que respeto y admiro al toro;el factor más importante de la tauromaquia. En una corrida de toros es el animal el principal protagonista del festejo, al que los taurinos aplaudimos admirando su trapío y su bravura. Ese toro que sale al ruedo, ha sido criado, protegido y tratado cómo ningún otro animal que vive en el campo. Ha sido seleccionado por el ganadero gracias a su genética y su aptitud para la lidia, se busca que tenga la posibilidad de demostrar su condición de animal bravo respondiendo a las amenazas en su territorio. García Márquez decía a propósito de los toros que “Si es el toro de lidia tan noble como lo pintan, probablemente y a pesar de las tradicionales consecuencias, nadie sea más aficionado a la fiesta brava que el toro mismo. Por eso sigue embistiendo noblemente fiel a las reglas que han hecho posible la subsistencia de la lidia”.
Por otro lado, admiramos la valentía y el valor sobrenatural que tienen los toreros al jugarse la vida intentando expresar su arte por medio del toro. Los define muy bien el gran Placido Domingo cuando dice que “Los toreros son artistas que dan lo mejor y se juegan la vida, es una tradición nuestra, un arte verdadero”.Cada vez que me siento en el tendido de sol de la Santamaría, soy consciente que pasadas las tres de la tarde, tres artistas saldrán por la puerta de cuadrillas buscando su razón de ser. Los admiro porque además de ser auténticos (cómo todo artista), se olvidan que delante está la muerte y dejan atrás sus raíces para triunfar y ganarse la vida como héroes.
“¿Qué animalista ama tanto al toro como un torero? El torero le entrega su vida” — Paco Ureña-
Por último, es la simbiosis entre el toro y el torero la que hace que me sienta en la plaza tan libre cómo en ningún otro lugar. Esa conexión es la que me permite sentirme vivo; tan vivo como cuando se disfruta una obra de teatro. En este caso, es una obra real, una lucha divina entre la vida y la muerte.
A usted que lee me permito entonces invitarle a que se de la oportunidad de descubrir un mundo nuevo, un mundo artístico. Es esta practica tan compleja que nadie puede inculcarle el gusto por ella, depende enteramente de los sentimientos y emociones que usted experimente. pero de no ser posible que se arriesgue a esta nueva experiencia, le pido por favor respete mi manera de verlo, y permítame seguir deleitándome frente a la valentía de los hombres ante la bravura natural de los toros.