José Rufino (Peñajara) acusa: “Mis toros fueron drogados en Las Ventas”

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José Rufino, exganadero de Peñajara

El ya exganadero denuncia que sufrió un ‘sabotaje’ en la feria de San Isidro de 2014

Redacción: ANTONIO LORCA – elpais.com

El 25 de mayo de 2014, en plena feria de San Isidro, se lidió en Las Ventas una corrida de Peñajara de Casta Jijona que fue un absoluto fracaso. Los tres primeros toros fueron devueltos a los corrales porque se despanzurraron por la arena a poco de pisar el ruedo, y los otros tres solo los mantuvo la cabezonería del presidente, pues estaban tan lisiados como sus hermanos.

El escándalo fue mayúsculo, y su propietario de entonces, José Rufino, abochornado, se ausentó de la plaza antes de que finalizara el festejo, al tiempo que su veterinario de confianza, Javier Jiménez, acudía al desolladero para tomar muestras biológicas de los animales.

A consecuencia de este fiasco, la empresa Taurodelta, que gestionaba entonces la plaza madrileña, decidió no abonar al ganadero el precio pactado por la corrida, por lo que Rufino presentó una demanda en los tribunales.

Y allí, en sede judicial, de manera casual y sorprendente, el dueño de los toros conoció el resultado de los análisis postmortem que, por orden del presidente del festejo, se realizaron a sus toros, y que certificaban el hallazgo de sustancias tranquilizantes en las carnes de las reses lidiadas.

Los análisis oficiales han demostrado la existencia de tres sustancias tranquilizantes en las carnes de las reses lidiadas

El documento, aportado por Taurodelta, no fue valorado por el juez, que se limitó exclusivamente a decidir sobre la reclamación interpuesta sobre la deuda, a pesar de la fundada sospecha de un supuesto delito de manipulación y fraude, agravado por el hecho de que la carne de los toros pasó a la cadena alimentaria antes de que se conociera la causa de su manifiesta invalidez.

El pasado 2 de noviembre, Rufino envió un largo escrito al presidente de la Comunidad de Madrid, entidad propietaria de Las Ventas, conminándole a depurar responsabilidades, y el 11 de diciembre le contestó el vicepresidente del Gobierno autónomo desligando a la Comunidad de un asunto que “compete a la empresa concesionaria”.

José Rufino ha cobrado finalmente el precio de la corrida, y estudia denunciar los hechos del supuesto sabotaje en el juzgado ante el silencio de la autoridad competente.

Este podría ser el tráiler de una película de suspense sobre toros supuestamente drogados por una mano anónima y protagonizada por un ganadero de raigambre familiar, ofendido en lo más hondo de su amor propio, y con una acendrada vocación de investigador detectivesco.

José Rufino no es policía, pero posee un olfato que ya quisieran muchos miembros del cuerpo armado; ni es veterinario, pero habla de glucosa, hígados friables y acidosis metabólica como un verdadero especialista; ni comercial de piensos para el ganado bovino, pero conoce la composición de estos alimentos como el mejor analista de laboratorio. Ni siquiera es ya ganadero de reses bravas, pues vendió sus vacas y toros a Antonio Rubio al inicio del año 2017, pero morirá ganadero pues entre toros bravos nació, se crió y ha vivido.

Ahora, su tiempo de jubilado lo dedica a la busca y captura de una pista fiable que le lleve a identificar al autor o autores y el móvil de lo que él califica como el «sabotaje» que sufrieron sus toros el 25 de mayo de 2014 en la plaza de Las Ventas.

Rufino ha solicitado sin éxito a la Comunidad de Madrid que depure responsabilidades

El propio José Rufino cuenta pormenorizadamente la historia en la carta que envió al presidente de la Comunidad de Madrid, en la que hace hincapié que se trata de un “hecho grave y delictivo que debe conocer el fiscal de la Audiencia”. “Si se ha producido una vez, quién asegura que no se repetirá”, se pregunta, “lo que puede afectar al prestigio de la primera plaza de toros del mundo”.

Afirma que conoció el resultado de los análisis en el juicio de reclamación de deuda contra Taurodelta porque esta empresa pidió al Juzgado que los solicitara a la Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid; y entonces supo que las pruebas toxicológicas realizadas a tres de sus toros lidiados revelaban que se habían encontrado tres sustancias tranquilizantes —Xilazina, Propionilpromazina y Cloropromazina—, sedantes exógenos que no se encuentran de forma natural en el organismo de los toros, según confirma el veterinario clínico Javier Jiménez.

Este especialista, presente en la plaza la tarde de la fatídica corrida, reconoce su sorpresa y asombro ante el derrumbamiento de los toros “sin causa aparente y sin los típicos problemas que ocasionan los piensos”. Acudió personalmente al desolladero, tomó muestras de algunos toros y no detectó alteraciones destacables.

Días después, otro veterinario indicó al ganadero que la causa de aquel comportamiento podría estar en un exceso de glucosa en sangre, apreciación que confirmó Javier Jiménez tras el estudio comparado de las muestras tomadas en Madrid y otros realizados aleatoriamente a algunos toros en el campo.

Quedaba, entonces, conocer la causa.

A juicio del ganadero, “los análisis demuestran, rotundamente, que la extrema y extraña endeblez de los toros estaba justificada por la manipulación que habían sufrido”. Y le parece aún más grave “el traslado de las carnes a la cadena alimentaria portando sustancias tranquilizantes tóxicas de uso exclusivo en veterinaria”.

El ganadero contrató los servicios de un detective para averiguar dónde fueron drogados sus toros, y la conclusión final, y así lo explica en la carta, es que las prácticas fraudulentas se realizaron en los corrales de la plaza. “Si los toros se hubieran manipulado antes de llegar a Las Ventas, o entre el primero o segundo reconocimiento”, afirma, “la corrida hubiera sido rechazada por los efectos visibles y rápidos de las sustancias suministradas”.

-¿Y por qué alguien podría tener interés en drogar sus toros?

– Hay que combatir al campeón. Peñajara ha sido una ganadería que ha cosechado éxitos en muchas plazas, y en Las Ventas fue la triunfadora de la feria de San Isidro en 2008, y así se refleja en un azulejo en el patio del desolladero.

De cualquier modo, José Rufino escribió al presidente de la Comunidad de Madrid con el propósito, hasta ahora incumplido, de que la propiedad de la plaza se personara en el asunto y exigiera responsabilidades.

“Le confieso que la manipulación me causó un gran dolor”, escribe el ya exganadero, “por haber quedado malparada la actividad que mi familia ha defendido con empeño durante tantos años, y una enorme impotencia al descubrir que unos desaprensivos sabotearon la corrida para dañar mi imagen y prestigio”.

“Excelencia, permítame que me haga una última pregunta”, termina la misiva al presidente madrileño, “¿si un hecho tan grave como este sucede en la primera plaza del mundo, donde, supuestamente, debe existir un rigor en el manejo y alimentación de cada corrida y un control exhaustivo de todas las operaciones que se hacen en los corrales, cuántos como este se podrán dar en otras plazas?”.

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