Diego Carretero, que tomó la alternativa, y Manzanares, a hombros; Morante quedó inédito
Redacción: VICENTE SOBRINO https://elpais.com
Alicante – España. Cayó en picado el buen nivel de presentación del toro hasta el momento en la Feria. La corrida de Juan Pedro Domecq no tuvo esencia ni presencia, sobre todo de esto último. Pobres de todo; de cara, de hechuras y de juego. Un simulacro de lidia, sobre todo en los primeros tercios, que no existieron o apenas valieron para nada. Una estafa, decían por el tendido los pacientes aficionados de la tierra. Aunque luego, la tarde se aceleraría en un triunfalismo sin freno que acabaría con la gente la mar de contenta.
Diego Carretero mató el primer toro de su carrera con aprobado alto. Siempre por el buen camino, el del concepto clásico. Ninguna concesión fácil en el conjunto de una faena basada en el toreo en redondo, bien por la derecha bien al natural. Desde los doblones iniciales hasta el recuerdo “damasista” del final, pasando por lo que se dice llamar el toreo de siempre. Acertó Carretero con las distancias de un toro justo de presencia, de fuerzas muy medidas, pero que quiso muleta desde el primer momento hasta el final. Ni una pega le puso el de Juan Pedro a torero de alternativa; tampoco era para menos.
Con la tarde embalada hacia el triunfalismo, Carretero encontró la manera de sellar una alternativa triunfal…o triunfalista. El sexto calcó de nuevo en el primer tercio el comportamiento de los cinco anteriores. Carretero brindó a Manzanares, se supone que en agradecimiento por haber sido el valedor de esta alternativa en Alicante. Con el toro de fuerzas muy medidas, de embestida a regañadientes, pero embestida al fin y al cabo, Carretero puso toda la voluntad que le cabía en el corazón. Entrega, sinceridad, y el fondo de un buen concepto, pero irregular de ejecución. Mas no había quien parara aquello y el tendido respondió sin reservas. La estocada final, algo desprendida, desató la euforia que ya de por sí estaba desatada desde el toro anterior.
Apuntes, o ni siquiera eso, de Morante con el segundo de la tarde. Toro justo en todo, de presencia, de fuerzas y de viaje. Para dejarlo bien arregladito, el picador que hacia la puerta lo apañó bien en varas con un puyazo pasado de la regla. Con un derrote final, el toro tomó la muleta por obligación y Morante se lo pasó también como por obligación. De trámite. Bocetos de muletazos, apuntes de torería, todo con una pasmosa tranquilidad, como de toreo de salón. Y compromiso el justo. Mucha plástica, sin acabar de rematar apenas nada.
La lidia del cuarto fue una estafa en toda regla. Toro sin presencia, sin picar, sin fuerza y sin sensación de lo que pretendía ser. Delante, un esforzado Morante al que se le derrumbaba el proyecto de toro que tenía delante. Trasteo movidito, forzado, dentro de un carrusel de medios pases y mentiras enteras.
El castaño que sorteó Manzanares en primer turno fue un proyecto, solo un proyecto, de toro. Sin picar, porque no había lugar, pasó a la muleta de Manzanares en un plis plas. Directo al grano, Manzanares trató de montar faena sin probaturas. Pero no había toro. El de Juan Pedro comenzó a perder el equilibrio, a pararse y a morirse de pie, por lo que el alicantino apenas pudo justificarse. Con el toro más muerto que vivo, Manzanares decidió poner punto y final a tan absurdo combate. Solo las verónicas de recibo quedan para el recuerdo ante tan lamentable astado.
Ante tanto despropósito vivido antes, lo del quinto supo a gloria, sin que de verdad fuera gloria. Otro toro que se marchó sin picar, pero que dejó claras sus intenciones a las primeras de cambio en la muleta. Fuerzas justas, pero pronto y con viaje largo. La primera parte de la faena de Manzanares fue ligerita, a favor de la inercia del buen toro y del favor incondicional del paisanaje. La faena tomó mejor cariz y vuelos de mayor fuste de mitad en adelante. Un par de series con la derecha y dentro de dos irregulares con la izquierda, quedan un par de naturales largos y profundos. Más templada esta segunda parte, con buena respuesta a toro incansable. No se podía escapar el triunfo y Manzanares dejó una estocada sin puntilla, eso sí, la espada cayó en los bajos. Pero la cosa se celebró por todo lo alto.