Redacción: Marco Antonio Hierro – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo
Octavio Chacón, Esaú y Ritter escapan con bien a una durísima corrida de Saltillo donde sólo un par de ejemplares se tragaron un par de muletazos.
Madrid – España. En el principio fue el verbo. Y el verbo elegido fue enloquecer. A partir de ahí y de esa vuelta al ruedo al cadáver del primero, que le faltaba al respeto a un Octavio Chacón de tremenda seriedad que se acababa de jugar la vida con generosidad y consciencia, todo lo demás fue de locos. Y de héroes, porque sólo salir con bien de la encerrona que interesó a poco más de 11.000 personas en la plaza es ya un mérito terrible. Y puede antojarse hasta un milagro.
Lo fue que no le echase mano a Chacón el basto y bruto cuarto según se desempeñaba el gris para pegar taponazos contra el trapo y no contra el cuerpo del torero por su habilidad y oficio. Fue eso mismo lo que sacó desde el principio para pegarle verónicas al primero como si fuese bueno lo que acababa de salir. Luego lo fue, pero eso él aún no lo sabía. Y lo fue por un sólo pitón, el derecho, por donde había recargado en tres varas en el peto por la generosidad y el sentido del espectáculo de Octavio. Y, sin embargo, le pagó el palco partiéndole la boca con un pañuelo azul que en nada hace justicia a la importancia de su faena. Una oreja sí la hubiera valorado bien, pero el premio fue para el gris. Y, aún así, fue el mejor del encierro de José Joaquín. El único, en honor a la verdad
Porque dicho está lo del cuarto, pero los regates que le pegó el tercero al penco antes de llegar y volver ancas fueron de manso total. Con el genio malo, se repuchó y protestó siempre que pudo en los primeros tercios, pero se guardaba lo mejor para el final. Eso llegó cuando cogió Sebastián Ritter la muleta y decidió que era muy buen día para jugarse el pellejo. Fue un héroe por estar delante, por quedarse impávido mientras retrocedía el animal tras pararse en el embroque. Pavoroso. Lo fue por imponer su ley al bravucón con correa hasta que lo acobardó tanto que terminó por rajarse. Lo fue por entregarse sin medida al que jamás le entregó entrega y ahí radicó la diferencia entre estos y uno bravo. Pero cada día me pregunto más cuántos entienden la diferencia. Y Ritter también se lo pregunta, pero al menos a él lo premiaron con una ovación y no con una falta de respeto, que este palco -este año- es así.
También lo es para enviar impasible recados sonoros a Esaú cuando le caen los goterones de sudor por la mitad de la espalda tras ponerse delante del quinto. Porque ese, además, pasó con la cara natural cuando le propuso el sevillano con la izquierda, y pareció que aquello podía tener hasta emoción. Pero fue todo mentira, y se quedó en la plaza con su gazapeo medidor, con su orientarse de todo, con su pitón partido que no importó por esta vez. Un ratito le hizo pasar a Esaú, que venía convencido de que hoy podría cambiar su suerte. Pero no hubo suerte para un cambio y sí para convertirse en héroe, pero de eso -al menos en estos tiempos- no se come, mire usted.
Se come -y muy bien- de ponerse de frente, de entregar los muslos, la barriga, el pecho y el cuerpo entero porque hay un animal que te entrega a ti su vida en forma de arrancadas francas. Cuando eso no existe y hay tres tíos que quieren hacerse grandes -al menos para los 11.000 y pico que estaban en los tendidos- no hay más salida que tratar a esos tres como verdaderos héroes. Y el palco se puso de parte del agraviador. Lo demás es mear fuera del tiesto.
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Vigésima octava de la feria de San Isidro. Corrida de toros. Menos de media plaza. Seis toros de Saltillo, en tipo y hechuras del encaste, serios de expresión y con el denominador común de la falta de entrega. De importante y serio pitón derecho el primero, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; andarín y medidor el zorrón y peligroso segundo; manso y sin entrega el rajadísimo tercero en cuanto lo pudieron; orientado y a la caza el incierto cuarto; desentendido y reservón el pasador quinto; incierto y sin entrega el orientado sexto. Octavio Chacón (celeste y oro): vuelta al ruedo tras aviso y ovación. Esaú Fernández (marino y oro): silencio y leves pitos tras dos avisos. Sebastián Ritter (sangre de toro y oro): ovación tras aviso y silencio.