Sebastián Castella herido recibe las dos orejas del quinto y con protestas sale a hombros por la Puerta grande de Las Ventas. Ponce, saluda dos ovaciones y Colombo confirma en silencio. Emotivo encierro.
Cuando terminaba la corrida salióSebastián Castella de la enfermería y dijo en el callejón: “Aunque parte del público no está de acuerdo voy a salir en hombros porque me la he jugado y estoy orgulloso de ser torero”. Dijo la verdad, se la jugó y estaba en su derecho, las dos orejas que le concedió Don Gonzalo Villa Parro le facultaban para la procesión. También en su derecho los que disentían tanto como los que aprobaban. Cada quien vive el toreo y expresa su sentimiento como le nace. Yo por mi parte, creo que si los máximos honores en la primera plaza del mundo, que lo es por ser la más exigente, se reservan para la faena perfecta, esta y casi ninguna de las que los han recibido los merecieron.
Pero el toreo no es una ciencia exacta, es un arte ritual en el que la ética y la estética deben confluir, con prioridad de la primera. La belleza no existe si no es verdadera. Pepe Dominguín me cortó una vez una perorata sobre esto; “En el toreo el valor llena y el arte rellena” dijo. Pero además en la plaza interviene la voluble feligresía que se conmueve y juzga, y presiona. El francés cumplió con todo esto.
Cogido de manera espantosa en el primer lance, por la espalda, recogido y herido por una pierna y luego por la otra, pisoteado y dejado inerme. Se reincorporó y con un pie vendado volvió al frente. Una cosa valiosa lo empujaba, su pundonor y vergüenza torera heridos por la desangelada y fallida actuación frente al tercero, que a poco se le iba vivo, y la lección de lidia y torería que a continuación le dio a él y a todos Enrique Ponce con el marrajo cuarto. Eso ya valía mucho.
Un brindis del perdón a la plaza y “Juglar” de casi 600, le faltaron 3 kilos, castaño, astifino y veleto, arrancó de largo con su par de espadas por delante. Lo esperó de rodillas en el tercio. De redondo cinco veces, el de pecho y erecto el cambio y otro forzado. Ahí el respetable comenzó a perder los estribos. Una tanda diestra circular. Un par de naturales un cambio por la espalda. Otra tanda veraz, un desplante y el animal se apagó, pero las ovaciones no. A toro exhausto, arrimón, p´allá y p´acá y disidencia ruidosa. Frontal se tiró a volapié, El piton derecho marcó en el área precordial (sobre el corazón) y lo rebotó. La espada toda en la cruz y el toro que por dos veces estuvo a punto de entrar en la lista histórica de los homicidas, rodó fulminado. El escándalo se oía hasta en Valdemoro. Primero una y luego la otra (24 ya de Madrid en la faltriquera). Las emociones a tope y la confrontación apasionada del sí y el no. Esa es la fiesta.
Enrique Ponce, no lidió su primero que despertó indignación, por anovillado y esmirriado (para Madrid), pero sobre todo por descoordinado. Fuera. El reserva de Valdefresno, cinqueño, tuvo más entidad pero poca enjundia y fijeza. Lidia propia y elegante. Idoneidad, solvencia, seriedad sin poses. Cinco lances y una media caminadas y al caballo. Un orteguista prólogo de doma genuflexa con suficiencia y luego tres cortas tandas en las que como es frecuente en su tauromaquia la distancia del toro fue tapada por el ritmo, la templanza y el trazo. Ahí ya soplaron discrepancias agudas. Había mucho viento, la muleta flameaba y eso era un atenuante. Ayudados, naturales bajos, tanto que la pezuña pisó la muleta y desarmó. Epílogo desahogado y una estocada arriba. Petición ignorada y saludo.
El eje maestro de la tarde fue su lidia del cuarto, que se batió encastado contra la montura de Manuel Quinta quien resulto derribado. Siete derechas a los medios y la brisa fuerte obliga llevarlo de nuevo al tercio. Sin quebrar el fluir de la faena comienza una clase de tauromaquia básica. Primero. Los toros difíciles y más peligrosos (todos lo son) también tienen lidia y el torero de honor está más obligado con ellos.
“Francahelito”, clavó los pitones dos veces en el suelo y luego trató de calvarlos en el trapo y el cuerpo, si lo alcanzaba. Punteaba, tiraba las cornadas arriba de salida y se revolvía en corto sabedor de la posición. “Cómo se le notaban los cinco años” dijo el matador después. No se alivió abreviando, que hubiese sido explicable. Tres décadas de figura, todo conseguido, posibilidades de lucimiento ninguna, de cornada muchas. Y este tipo se faja con el marrajo, castigándolo de pitón a pitón en sus terrenos, doblándose con él, enroscándolo en su cintura, pudiéndole y sometiéndolo hasta ponérsele de rodillas en la cara y tomarlo del pitón. Y hubo pitos contra todo eso. !En uno de los momentos de mayor significación de la feria! Por fortuna para ellos, el pinchazo y la estocada baja no lo dejaron rubricar con una oreja que al parecer es lo único que pone las cosas en la historia hoy en día, pero ahí queda eso en pleno siglo XXI. “Torería. Fue lo que me enseñaron a mí desde pequeño. El toro era muy peligroso” Declaró Enrique sudoroso en el callejón. ¡Uf!
Jesús Enrique Colombo, tuvo la fortuna y el infortunio de integrar este cartel para su confirmación. Un lujo y un reto. Brilló en sus dos tercios de banderillas. Valeroso, veraz, poderoso y emocionante. Sorpresivo incluso, en último quiebro. Doblemente ovacionado. Con el capote regaló dos chicuelinas y una buena media quitando al quinto. Con la espada, digno. Pinchazo y estocada en el de la ceremonia, un presunto burriciego de incierto juego; y estocadón al que cerró plaza. De muleta, justificadamente desconfiado defensivo, picudo con el primero, una ruleta rusa. Ganoso, pero inestable frente al sexto que le desarmó cuatro veces. Fue silenciado. Sin embargo, no puede olvidar él, que sobre esta misma arena se ganó a ley su derecho a estar en una terna tan encopetada. La gente también lo sintió, pues al irse le aplaudieron
Todo lo que pasa en Las Ventas es importante. Otra vez fue verdad.
FICHA DE LA CORRIDA
Madrid. Miércoles 30 de mayo 2018. Plaza de Las Ventas. 23ª de San Isidro. Sol, nubes y gotas. Lleno total. Toros de Garcigrande, 3º con el hierro de Domingo Hernández, un 2º bis de Valdefresno en conjunto bien prersentados y armados con juego diverso. De menos cuajo y cara protestado, noble y a menos.
Enrique Ponce, saludo y saludo.
Sebastián Castella, silencio tras dos avisos y dos orejas protestadas.
Jesús Enrique Colombo, silencio y silencio.
Incidencias: El toro de la confirmación fue “Fanfarrón«, Nº 71 de 599 kilos, negro, listón, chorreado, pitado en el arrastre. Sebastián Castella salió a hombros por la Puerta grande con protestas.