MADRID: EL TRUCO DEL ALMENDRUCO

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Redacción: Javier Fernández Caballero – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo

Corría el año 2005 cuando Fidel San Román adquiría a Paco Medina el hierro de El Ventorrillo. El número maldito de 13 años hace desde aquel 14 de junio hasta hoy.



Madrid – España. Corría el año 2005 cuando Fidel San Román adquiría a Paco Medina el hierro de El Ventorrillo. El número maldito de 13 años hace desde aquel 14 de junio hasta hoy. Un contexto arcano el de entonces sólo desvelado por el juez en medio de una operación de MALaga a AYAmonte.

Un entorno el de aquel ya lejano prólogo del estío del primer lustro del siglo que estaba entramado en medio de un misterioso embrollo. En él, se cruzaron Aguirre, Calderón, Ignacio González e incluso acabó con algunos de sus protagonistas durmiendo a la sombra. Para  más inri, la entonces joya de la corona de la tauromaquia llamada El Ventorrillo estaba en manos del que también era socio de Taurovent. Una joya, ¡ojo!, pedida por todos en Sevilla y Madrid. Hoy, trece años después, una joya destrozada.

Ahí yace el trasfondo de una tarde, la de hoy, protagonizada por una vacada en horas muy bajas, que ha tirado por el desfiladero del olvido lo que Paco Medina, que  tiene el don de la pertinencia, le coló a Fidel San Román en un café para quedarse en su bolsillo. Y con esa fortuna rubricada en una servilleta y con la bravura que no se firmó en aquel papel de taberna fue con la que amasó El Montecillo.

En medio de la trama, y ya el 22 de mayo de 2018, emergió la virtud de conectar en dos muletazos con esta plaza que siempre ha tenido Curro Díaz, que es torero de Madrid por méritos propios. Pero no lo entendió así su afición ante una seria actuación en el cuarto. Animal para tragar, y lo hizo el de Linares. Una tanda por la mano derecha levantó los olés, conectando por ese lado el torero de Linares. Sin quitarle la muleta de la cara fue la voluntad del matador, en la que fue componiendo también al natural momentos aislados y personalísimos, pero el truco del almendruco de Medina vino a hacer efecto hasta que en silencio acabó el mérito del jiennense.

Cuatro toros le salieron a Morenito de Aranda este San Isidro y ni uno le valió para mostrar lo que ya Madrid ha visto. Porque cuatro verónicas a los cárdenos le pegó el segundo día de Feria y otras tandas hoy a dos toros con los que salir vivo ya era el triunfo. Y un par de cambios de mano, por cierto, que no cantó la plaza y que si llegan a cambiar de marco hubiesen sido de poner de pie al tendido. Supo Jesús amarrar el peligro sordo del segundo para soplarle un torero inicio, administrar bien los tiempos con la derecha y torear en redondo con esa mano aguantando el tornillazo del animalaco. Y fue esa la virtud, la de aguantar ante el valdefresno, la que silenció una plaza que tampoco le pagó al Moreno los destellos que dejó en el quinto.

Una vuelta de consolación fue el fruto de Mora por aguantarle al tercero, el toro con la movilidad que emociona a Madrid pero sin la clase que necesita también esta plaza. Fue quedarse quieto el ingrediente del toledano para aguantar la brusquedad encastada del ventorrillo. Y le siguió aguantando la condición mirona, tragó paquete ante la movilidad exigente y se quedó hierático ante las tiradas que tiraba el toraco. Tuvo que acortar con el sexto, que le puso el pitón en el mismo pecho cuando lo mató a la tercera.

Ya para entonces, el truco del almendruco estaba consumado trece años después. Y ya me dirán ustedes quien lo paga: el que paga. Porque corría el año 2005 cuando Paco Medina se la formó a San Román en una servilleta. Pero aún el abonado sigue apoquinando los escollos de aquel trato de taberna.

Ficha del Festejo

Plaza de toros de Las Ventas. Décimo quinta de la feria de San Isidro. Corrida de toros. Toros de El Ventorrillo –destacando la condición encastada y movilidad sin clase la del tercero- y uno, el quinto, de Valdefresno -frío en su encaste y a menos en la muleta. Curro Díaz, silencio y palmas. Morenito de Aranda, silencio y silencio tras aviso. David Mora, vuelta y silencio.

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