Apenas un saludo con división de opiniones por Juan Bautista tras la lidia del cuarto. Morenito de Aranda, estética y compromiso sin espada, igual que El Cid lejano de su cartel en Madrid.
Una terna veterana y añeja (en el toreo existen veteranos jóvenes) con dorado historial en la plaza, para un hierro santacolomeño puro; La Quinta. Qué más pedir. Público, más público quizás. Tres cinqueños, tres cuatreños. Bien comidos, promedio 557 kilos, bellos en sus diferentes capas cárdenas, hasta el entrepelado casi negro zaino quinto. Todos fueron a los petos, ninguno se cayó. Salieron a no ponérsela fácil a sus victimarios. Como debe ser, digan lo que digan. La falta de sumisión es orgullo de su sangre. Los culparán por no entregar las orejas. Pero había que torearlos, poderles y matarlos como Dios manda. Ni lo uno ni lo otro. Y pelearon con franqueza, no fue su culpa.
Juan Bautista se las vio con un galán cinqueño de casi 600. Pareció como si desde el hotel hubiese decidido que era mucho toro para él. Ni con el capote ni con la muleta paró los pies, ni mandó, ni ligó. Y era noble, y mereció mejor trato. También los que pagaron. Para completar le dio mala muerte con un bajonazo lamentable. Así no. Con el cuarto quiso subsanar y prodigó sus maneras estudiadas y frías sin lograr conmover a nadie, pese a que las humilladas embestidas ayudaban. Tandita tras tandita, sosas, hasta un volapié bien ejecutado, espada total, excéntrica, muerte rápida y limpia. Eso hizo que saludara una platea dividida.
El Cid, de hoy, rico, famoso y tan lejano de aquel novillero inédito, del 25 de mayo del 99, casi veinte años ha. Yo lo vi. Cuando se fajó con el fiero “Olivero” del mismo hierro que hoy, hizo escribir a Joaquín Vidal (q.p.d.) “Se puso a torear El Cid por naturales y aquello era distinta cuestión”, y puso entonces la primera piedra de la pirámide de prestigio que le erigió Madrid. Qué diferencia. Ganas tenía, pero no con qué. Jugando toda la tarde a me quito yo o me quita el toro. Hasta le pitaron. Un espadazo trasero (aplaudido) y dos descabellos al uno, y una estocada desarmada huyendo al otro. “Es que no servía para mi toreo” dijo.
“Morenito de Aranda” hizo lo más estético y enjundioso de la corrida. Cuatro verónicas y tres medias pintureras ovacionadas. Igual que un par de tandas cadenciosas por una y otra mano con la muleta. Luego se peleó los terrenos con desigual fortuna. Pero no estoqueó. Tras un pinchazo hondo, cinco descabellos. Volvió a la carga con el cinqueño sexto, y tras la ovación a su picador y el saludo de su banderillero, cuaja cuatro derechas y el de pecho que fueron lo mejor de la tarde. Grandes ilusiones que “Brioso” se encargó de disipar pronto, derrotando y revolviendo. No huyó el burgalés, pero tampoco venció, ni estoqueó. Tres pinchos cuatro descabellos y dos avisos. Qué pesar.
La tarde no fue triunfal para los toreros y como siempre los toros que no hablan ni tienen quien hable por ellos, serán culpados y condenados irremediablemente. Discrepo con respeto.
FICHA DE LA CORRIDA
Madrid. Miércoles 9 de mayo 2018. Plaza de Las Ventas. 2ª de San Isidro. Sol, nubes y viento. Tres cuartos aparentes de aforo. Seis toros de La Quinta, 557 kilos promedio, bien presentados, de juego diverso.
Juan Bautista, silencio y saludo protestado.
El Cid, silencio y silencio.
“Morenito de Aranda”, silencio tras aviso y silencio tras dos avisos.
Incidencias: Ovacionado Francisco José quinta por sus varas al 6º. Saludó José Manuel Zamorano tras parear al 6º.