SEVILLA: MANZANARES SALVA DESLUCIDA CORRIDA DE JUAN PEDRO

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Redacción: Emilio Trigo – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Sara de la Fuente

Una oreja paseó el alicantino en una tarde de pobre contenido en lo ganadero en la que Enrique Ponce y Ginés Marín se chocaron contra nulos lotes.

Sevilla – España. El cartel de No Hay Billetes mostraba la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla en la tarde de este Viernes de Feria. En el cartel, Enrique Ponce, José María Manzanares y Ginés Marín haciendo el paseíllo frente a un encierro de Juan Pedro Domecq.

Abanto de salida el primero de Juan Pedro Domecq, toro bien hecho, musculoso y armónico en conjunto. Ponce que hacía su segundo paseíllo -vestido de turquesa y oro- Lo recibió con templanza a la verónica aunque el astado aguantó poco en el envite. Se derrumbó un par de veces. La suerte de varas fue Justa y medida. El valenciano le dio tiempos a su astado para que recuperara oxígeno para a pesar de hacerle cosas a favor no encontró recompensa. Enrique se metió entre pitones y un sector aplaudió pero sugerió acabar con aquello. Actitud de figura, del toreo que le puso los muslos a un toro a sabiendas que de allí no sacaba nada lúcido. Sobrevoló la voltereta en tan comprometido arrimón. Se justificó más de lo debido ante un antagonista de viaje corto y no humillador. Sin poder construir una labor estética estuvo en maestro.

José María Manzanares cerraba su particular Feria de Abril este viernes de farolillos. El de alicante interpretó la verónica cadenciosa, templada y siempre elegante a un bonito Juan Pedro que embistió con dulzura. Otro que se mima en varas sin castigar nada. Mientras tanto, Ginés Marín se sacó de sus muñecas un precioso quite donde destapó la verónica lenta y una media de cartel. Bien los de plata en banderillas que saludaron Suso y Blázquez.  Gran faena de Josemari ante un toro con dulzura la embestida y con mucha nobleza en la cometida. Toro que ayudó y colaboró con su gateo aunque no sobrado de poder pero que duró hasta el final. Manzanares dosificó a cuasi a la perfección los tiempos y los toques, además de las distancias adecuadas. Toreó siempre a compás con excelsos naturales y con el pilar del temple. Manzanares durmió el trazo largo y profundo a izquierdas, llevando al buen Juan Pedro muy atrás. El final casi en la espalda más que atrás de la cadera. A derechas, la ligazón por bandera en series cosidas y lentas imprimiendo el don del ritmo. Una faena en ls continuamente cambiaba de pitón y nunca enjaretó dos seguidas por el mismo. Todo fue un sumum para comentar una preciosa obra. Espadazo hasta los gavilanes y oreja.

Azul cielo fue el yerno elegido por Ginés Marín para la cita con la Maestranza. Ginés muy metido en su papel, enjaretó un recibimiento de mucho gusto. Las verónicas eran amapolas mecidas por la brisa del Guadalquivir. Un toro que era un prototipo de su casa ganadera y que derribó al caballo en el primer encuentro. También estuvo a punto de hacerlo en el segundo encuentro y es que este de Lo Álvaro sacó transmisión y prontitud en un arrancada. Brindó al futbolista Sergio Ramos. El jerezano de extremadura estuvo muy profesional con su oponente de principio a fin. Un toro similar al primero con un viaje corto y un punto soso, mirón pero sin embargo noblón. Ginés en los medios lo muleteó por uno u otro pintón con estética y mando en series bien aquilatadas por sentido y por expresión. A punto de arrancar la música aunque no lo considero oportuno el director, aunque fueron jaleados muchos de los buenos que instruyó Marin. Fa

El sexto tris, fue el más feo de todos. Un sobrero también del hierro titular pero algo menos que los demás. A este, Ginés lo lanceó con el capote en cortito ahormando un saludo compuesto. El Toro que se cuidó en varas. Este fue muy deslucido y mientras Ginés intentó con raza buscarle las vueltas pero su esfuerzo no tuvo recompensa artística. En último fue el peor de una corrida media. Hubo buen material pero estuvieron justos de poderena sincera donde aguantó con capacidad más de un parón a mitad del viaje. Pinchazo y estocada. Ovación.

El cuarto, segundo del lote de Enrique Ponce, también era un entipado astado. Verónicas a compás por los dos pitones y visiblemente cantaba el cuarto pérdida de poder. De cuida en el caballo de forma medida. Llegó al último tercio el astado con fijeza en los engaños pero con la preocupación de su justo poder. Por ello, Ponce acarició cada templado derechazo     con suma despaciosidad, sin dar nunca un tirón puesto que de hacerlo se derrumbaría el negro. Le costó trabajo tirar de su oponente en cada limpio multetazo puesto que el Juan Pedro embestía a saltitos y careció de ritmo la obra. Al natural, tiempos y nada de aperturas pero con estética en la interpretación. Labor donde presentó su honradez el maestro pero donde no hubo lucimiento por la falta del deslucido.

El quinto otro ‘dige’ de toro. Un astado bajo, con cuello, fino de cabos y armónico al que Manzanares lanceó con buen compás. Pareció estar lastimado y se mimó mucho en varas. Entró dos veces al caballo que montó el bueno de ‘Chocolate’. Josemari estuvo ante el quinto con una cabeza despejada y privilegiada para tejer una labor a la medida de lo que necesitaba su oponente. Astado que hizo cosas de enterado -como si fuera tentado con varas en el campo- puesto que no embistió en rectitud y sí cruzado. Jamás desarrollo y nunca quiso alargar el cuello pero supo más de lo debido. Manzanares cambió constantemente las inercias del toro para que jamas se orientara en querencias. Con esto, hubo compases marca de la casa con sublime estética y temple aunque sin la continuidad necesaria para calentar del todo el cotarro. Oficio y buen hacer ante un toro blando de manos o más bien lastimado de las mismas. Muy superior a un bonito toro al que le costó un mundo desplazarse. Atascado con la espada. Silencio.

Ficha del Festejo

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. 12ª de Feria. Corrida de toros. Cartel de No Hay Billetes. Toros de Juan Pedro Domecq. Enrique Ponce, silencio y ovación. José María Manzanares, oreja y silencio. Ginés Marín, ovación y silencio.

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