SEVILLA: PACTAR CON EL DIABLO

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Redacción: Marco A. Hierro – Cultoro.com – Web Aliada – Fotografía: Sara de la Fuente

Luis Bolívar pasea una oreja del mejor ejemplar de La Palmosilla en su debut sevillano; una ovación saludó Rafa Serna y palmas Adame

Sevilla – España. El pequeño  Luis se preguntó desde pequeño si aquel tipo de cuernos y rabo puntiagudo que le habían presentado a su imaginación como Lucifer sería tan malo como lo pintaba el común de los mortales. Ruin, despreciable, avaricioso, egoísta, malvado… Una prenda era aquel tipo. Pero vino a ser tres décadas y dos sienes plateadas después cuando llegó el pacto de la sorpresa para Bolívar. El colombiano. El matador. El hombre maduro y con inquietudes que nada más conocer a Lucifer supo que el pacto bueno siempre debió ser con él.

Cuatro paseíllos en Europa le contemplaban en los tres últimos años ese mes de febrero en que el diablo le volvió a echar cuentas. Los cuatro para ‘jartarse’ de comer pitón, de merendar genio agrio, de desayunar renuencias y de cenar silencios. Más no se podía con lo que había para comer. Hubiera tirado la toalla Luis –barruntará cualquiera- de no existir los inviernos en su tierra, donde las figuras de acá lo exigen en los carteles de allá pero le niegan el sitio cuando el viaje lo trae acá. Difícil la situación de Luis. Hasta que llegó Lucifer.

Pero iba de blanco y de duda, y le pedía cambiar las formas para que cambiasen los resultados. Se encarnó de Manuel Canorea, se buscó a Leandro para completar el trabajo y pactaron tres corridas entre Sevilla y Madrid con el alma del colombiano en juego. Y hoy llegaba el primer asalto. Y la primera victoria.

Se le había ido la opción de ese primero noble y entregado, baboso incluso de almíbar, pero inválido porque no había forma de mantenerlo en pie. Podría haberlo sobado, podría haberle dado cariño en forma de distancia y altura, de suavidad en la bamba y de paso perdido para no exigir, pero diez minutos no dan para más. Porque las victorias, las que valen, duran mucho menos, y esa tuvo que llegar con el enclasado cuarto.

Ayudando primero, perdiendo un paso para apuntalar y dando línea para convencer en las arrancadas a más. De eso sabe tela Luis, que técnica guarda para 27 toreros. Ya la segunda serie fue sobre los talones, sin perder un paso más ni exigir una brizna menos. Y así fue también al natural, por donde llegó el toreo para calar en Sevilla, que vio hoy el nuevo Luis que pactó con Lucifer. Más profundo porque ha vivido más; más templado porque todo le duele menos; más sereno porque ya perdió y ahora toca cantar victoria.

La canta también Joselito Adame cada vez que se anuncia en su tierra, cada vez que elige el hierro, la fecha, el sitio y la hora. La canta pasado el charco, pero tiene que adaptarse cuando se viene aquí. Y esa Sevilla aliada que le ha otorgado cuatro orejas desde que es matador supone un bálsamo milagroso en el inicio de su campaña. Después llegará Madrid, y conviene llegar con cariñito. Pero eso no ocurrió hoy, porque no estaba el lote para florituras, y si no merece la pena empeñar el cuero, para qué mentir a nadie. Es la postura más honrada.

También fue la de Rafa Serna, que lloraba amargura tras el aguacero del sexto, cuando su genio y su remisión le cerraban la puerta de la gloria en su Sevilla. Tres naturales, lentos y sentidos como el toreo de Rafael. Tres naturales, sólo tres. Pero muy buenos. Fueron al feble tercero que supuró clase, pero no mantuvo la intención porque no tenía con qué. Y allí se le murió el sueño a la esperanza del chaval, que se matará a entrenar mañana, pero no volverá a gozar del pacto que le trajo aquí hoy.

Ese lo tuvo Bolívar, que ya ha transformado en sevillana oreja el pacto con Lucifer. Ahora le espera Madrid. Y Pamplona, según le he leído a Paco March…

Ficha del Festejo

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Cuarta de abono. Corrida de toros. Menos de media plaza en tarde lluviosa. Seis toros de La Palmosilla, muy bien presentados, con trapío y buena hechura. De buena condición e intención sin fuelle el inválido primero; Obediente pero exigente en distancias el segundo; de gran fondo y justo fuelle el enclasado tercero; de mucha clase y entrega el buen cuarto, exigente en cualquier fallo; renuente, protestón y defensivo el merodeador sexto. Luis Bolívar (sangre de toro y oro): silencio y oreja. Joselito Adame (caldera y oro): palmas tras dos avisos y silencio. Rafael Serna (turquesa y oro): ovación y silencio.

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