Juan de Castilla, la única izquierda que necesita Colombia

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Juan de Castilla, la única izquierda que necesita Colombia

Redacción: David Jaramillo – cultora.es web aliada
El diestro antioqueño vuelve a golpear con fuerza en Manizales y continúa apuntalando su cartel tras una tarde completa en la que compartió puerta grande con Antonio Ferrera

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Juan de Castilla. Foto: Alais

La lluvia en Manizales es algo asumido hace mucho tiempo.Esta plaza tiene nube propia. Por eso nadie se mueve de sus localidades, aunque se caiga el cielo. No era el caso, pero esa lluvia pertinaz molesta que aquí es parte del paisaje, en otros lugares sacaría a la gente de la plaza. Aquí da igual. Por eso salió puntual el primero, un jabonero de Santa Bárbara de correctas hechuras y sería presencia que se movió con más intención que poder, pero tuvo la suerte de haber caído el lote de un Antonio Ferrera en plan maestro, que le dio la suavidad que afianzó al toro y le ayudó a sacar ese fondo de noble entrega. En los medios, el extremeño fue cosiendo uno a uno los derechazos, sutiles, dueño de la situación, capaz y artista, vistiendo aquello de torera sobriedad. Fue entonces cuando, en la segunda serie con la muleta en la zurda, brotó un natural eterno, profundo, soberbio, lo mejor de una faena que, tras abrocharla con una certera estocada, derivó en el primer trofeo de la tarde.

Pero fue en el tercero cuando cambió el sino de una tarde marcada por el juego de una ganadería de la que se esperaba más. Su historia lo merecía, pero esta vez aquel usual juego encastado, resultó a penas con destellos de más genio que otra cosa. El encargado de revolucionar aquello fue el torero colombiano.

Hablar del momento de Juan de Castilla resulta una obviedad después de haber visto lo visto. A su clarividente capacidad, alimentada de una ambición consciente, ese valor sereno que hace ver fácil lo difícil, suma ahora una solvencia extraordinaria. Lo de la faena al tercero fue un escándalo. El toro, en el que habitaba el peligro sordo del escaso celo con las telas, pero fijo con el torero al que buscó en coladas y miradas desafiantes, no tuvo más remedio que sucumbir al poder del de Medellín, que lo hizo todo y todo lo hizo bien para meterlo en la muleta. Le demostró quien manda desde el principio, con esos derechazos secos, autoritarios, tocados en dos tiempos para fijar al toro en la muleta cuando quería buscar el cuerpo del torero. Y, una vez desengañado, lo sometió definitivamente con esa izquierda mágica que dios le dio a Juan de nacimiento. La mejor izquierda, o mejor, la única que este país necesita, porque en lugar de dividir, reúne, aglutina y pone de acuerdo a todo el mundo. Qué facilidad para doblegar con los vuelos, para conducir con sutil gobierno, para dirigir con suave pulso esas embestidas dubitativas hasta hacerlas suyas. Monumental. No sonó feria de Manizales, ni falta que hizo. La música la puso Juan con su muleta. Y luego, con la espada, confirmó su poder. Dos orejas indiscutibles. No se iba a quedar ahí la cosa, pues apostó también Juan con el sexto, un toro que apuntó una transmisión diferente, pero que después de una vibrante serie de derechazos de rodillas en los medios del antioqueño se afligió y no volvió a repetir con el mismo ímpetu. De hecho, poco a poco se fue parando, obligando al torero a buscarle las cosquillas uno a uno, muy metido entre los pitones, para extraer lo poco que le quedaba de fondo al de Santa Bárbara. No obstante, el esfuerzo y el espadazo pusieron en sus manos otra oreja.

Salió espoleado Ferrera con lo sucedido en el tercero y la salida del cuarto, que al romper plaza se estrelló violentamente contra la barrera, partiéndose el hocico, pudo condicionar la lidia del toro, que además se empleó en varas y acusó el desgaste en banderillas, tercio que realizo Antonio con su espectacularidad habitual. Después, en la muleta, el toro desarrolló muy buena condición, pero tuvo el fondo contado. Por eso los tiempos que Ferrera le dio, esa pausa y esa delicadeza en el trato, fueron clave para que no solo durará, sino que además le sirviera para crear una obra plagada de detalles. Vestida de ese toque barroco y diferente que ahora nutre la estética del torero. El público siempre estuvo con él, entregado, e incluso provocando excesos como el de la vuelta al ruedo al noble animal y la segunda oreja con una espada que hizo guarda. Lo cierto es que a nadie le importó y la faena de Antonio quedó en el recuerdo de todos.

Otra fue la papeleta de Emilio de Justo. El segundo salió con la luz de la reserva de raza encendida. Además, resultó bruto en sus acometidas, tan simples. Propuso entonces Emilio un toreo de medios muletazos, sin molestar, a su aire y altura, tapando la salida a las tablas y tocando mucho con la voz, que el toro tomó como quien devuelve un saludo a alguien que lo le cae bien. Es verdad que al toro le dieron los suyo en varas, pero tampoco lo traía dentro. No tuvo suerte tampoco con el quinto, un animal violento y sin clase, que quedó sin opciones a De Justo en el mismo momento en el que le pudo en los medios. Allí, una vez doblegado, se rajó sin consideraciones. El extremeño se justificó y lo intentó sin premio.

FICHA DEL FESTEJO

Martes 7 de enero. Plaza de toros de Manizales, Colombia. Tercera de feria. Tres cuartos de entrada en tarde de lluvia y sol intermitentes.

Toros de Santa Bárbara, bien presentados y de juego desigual, aunque en términos generales desarrollaron un punto de genio., Se premió al cuarto, «Enojado», nº 44, con una vuelta al toro por su nobleza. Pesos: 444, 462, 452, 444, 446 y 440 kilos.

Antonio Ferrera (fucsia y oro): Oreja y dos orejas.

Emilio de Justo (malva y oro): Silencio y ovación.

Juan de Castilla (negro y plata): Dos orejas y oreja.

Incidencias: Al finalizar el paseíllo, Tendido Joven premió a Juan de Castilla como mejor torero joven de la pasada feria.

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