En el primer festejo de la Feria Taurina de Manizales, conmemorando 70 años de historia, los toros de Mondoñedo dejaron una impronta de calidad y variedad en sus matices de bravo, destacándose el honor del indulto y la nobleza de su encaste. En este marco, Manuel Libardo brilló con su dimensión torera, sellando una faena para el recuerdo con dos orejas simbólicas.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora- www.enelcallejon.co/ – Web Aliada
Manizales – Colombia. La Plaza de Toros de Manizales se vistió de gala para el primer festejo de su tradicional feria, celebrando siete décadas de grandeza taurina. La tarde estuvo marcada por el protagonismo de los toros de Mondoñedo, un encierro que demostró, una vez más, por qué esta ganadería es sinónimo de bravura, nobleza y casta, y por la dimensión artística de un torero en estado de gracia: Manuel Libardo.
Los matices del bravo de Mondoñedo
El encierro de Mondoñedo dejó una profunda huella en los tendidos. Cada toro mostró un registro distinto de bravura, confirmando la riqueza genética de su estirpe y su linaje Contreras. Desde la bravura y nobleza del segundo, indultado tras una lidia ejemplar, hasta la mansedumbre toreable del sexto, la corrida ofreció un espectáculo diverso y emocionante. Los toros terceros, con acometida feroz, y el octavo, bravo y premiado con la vuelta al ruedo, se llevaron los mayores aplausos del respetable.
En palabras de aficionados veteranos: “Mondoñedo tiene ese sello único que conjuga la bravura clásica con una nobleza que permite el lucimiento del torero”. Esa variedad de matices hizo de la tarde un compendio de emociones que osciló entre la exigencia y la entrega.
La dimensión torera de Manuel Libardo
Manuel Libardo, representante del clasicismo en el toreo, estuvo a la altura de las circunstancias. En su primer toro, encastado y pronto, logró una faena para el recuerdo. Su toreo de capa fue un poema visual, con verónicas que combinaron suavidad y temple, rematadas con una media que despertó ovaciones. Con la muleta, Libardo hilvanó una faena ortodoxa y sentida, de sitio y pulcritud, que fue coreada al compás del pasodoble Feria de Manizales. Dos orejas simbólicas coronaron este recital de torería.
Con el sexto, un toro con mansedumbre, pero posibilidades, Libardo insistió en buscar el lucimiento. Aunque su faena tuvo temple y mando, no alcanzó la misma conexión. La espada le jugó una mala pasada, cerrando su actuación con silencio tras dos avisos. Aun así, su dimensión torera quedó patente: “Un torero de verdad es aquel que busca la perfección incluso en los momentos más adversos”, apreciación muy personal.
El resto del cartel
El rejoneador José Luis Rodríguez vivió una tarde irregular, marcada por imprecisiones en el primer tercio y falta de contundencia con el rejón de muerte. Sus esfuerzos no alcanzaron para tocar pelo, llevándose división de opiniones.
Luis Miguel Ramírez, por su parte, protagonizó una faena entregada con el séptimo, consiguiendo una oreja tras una estocada efectiva.
Anderson Sánchez cerró la tarde con una lidia irregular al octavo, pero su voluntad y ganas le valieron una oreja que reconoció su esfuerzo.
El primer festejo de la Feria Taurina de Manizales no solo celebró 70 años de tradición, sino que reafirmó la calidad del bravo de Mondoñedo y el peso artístico de toreros como Manuel Libardo. Fue una tarde que dejó huella, un verdadero homenaje a la grandeza de la fiesta brava y un preludio de lo que promete ser una feria inolvidable. “Manizales sigue siendo la Catedral del Toreo en América, y Mondoñedo, su mejor testimonio de bravura.”