La actualidad taurina no puede deslindarse de esa tragedia insondable que también ha estremecido a este particular mundillo que no tardará en aportar su granito de arena
La Aste Nagusia ya andaba pasada por agua, embarrando las arenas cenicientas del coso de Vista Alegre, pero nadie podía atisbar lo que estaba a punto de desatarse dejando un rastro de 34 fallecidos, cinco desaparecidos y una impresionante ruina económica y social. Fue un viernes de fiestas que cayó en el 26 de agosto; la lluvia copiosa e ininterrumpida –llovía sobre mojado- desbordaron la ría del Nervión, aliada con la marea alta. Había llegado el infierno.
Espartaco, que no figuraba en los carteles inicialmente, había sido el primer triunfador de esa Semana Grande con la plaza convertida en una inmensa laguna. Pero todo iba a quedar truncado, marcado a fuego en el imaginario trágico de toda una generación. Aquel viernes trágico ya no pudieron torear Ángel Teruel, Luis Francisco Esplá ni el Soro para despachar la corrida prevista de Ramón Sánchez. Al día siguiente no hubo toros ni periódico pero el ejército no tardó en estar presente y operante. La fiesta había sido sustituida por la tragedia.
Pasado tanto tiempo, merece la pena repasar las combinaciones de toros y toreros de aquella feria remota en la que se anunciaban otros matadores como los hermanos Campuzano, Paco Ojeda, Emilio Muñoz, Ruiz Miguel, Julio Robles, El Capea, Manzanares, Pepe Luis Vargas además de Manolo Vázquez en la temporada de un adiós definitivo que llegaría el 12 de octubre en la plaza de la Maestranza, mano a mano con Antoñete, también colocado en Bilbao aquel funesto año. En esos carteles estaban colgados los nombres de Paquirri y El Yiyo. Ambos tenían ya en contra el reloj de su propia vida.
Toreros en el barro
41 años después, el apocalipsis se ha desatado de forma muy parecida en Valencia. Seguramente no compete a este Repaso taurino semanal entrar en ciertas honduras que, más que opiniones, son evidencias. Pero sí podemos subrayar la implicación de algunos hombres del toro que no han dudado en meterse en el barro para defender lo suyo y a los suyos. Podríamos empezar con un matador de dinastía, Vicente Barrera, vicepresidente primero del gobierno valenciano hasta la ruptura de populares y voxianos el pasado mes de julio. Se le ha visto arremangarse de verdad en Catarroja. Más trascendencia e impacto en redes ha tenido el banderillero Luis Blázquez demandando esa ayuda que ha tardado tanto, tantísimo en llegar, mientras los políticos se dedicaban a lo suyo: enredar agarrados al sillón. La lista es más larga e incluye al flamante matador valenciano Nek Romero, alternativado por Enrique Ponce hace menos de un mes.
El pueblo del maestro valenciano, Chiva, está en la zona cero del desastre. Muchos lo ponemos en el mapa precisamente por eso: por ser su patria chica. Este domingo se despedía del bicentenario coso limeño de Acho, una de las plazas talismán de su trayectoria americana. Salió a hombros de Roca Rey, primera figura del toreo actual y ahijado de alternativa del maestro valenciano. Después de cortar dos orejas utilizó el tímido altavoz de un medio local para dedicar el triunfo a sus paisanos y mostrar su solidaridad. No debería tardar en abanderar –prestando su trascendencia taurina y social- un gran festival de homenaje y beneficio a las víctimas. El Soro, viejo ídolo de la afición valenciana, y Victorino Martín ya andan comprometidos en el asunto haciendo honor a la vocación solidaria de los hombres del toro.
Festivales solidarios
La historia está llena de este tipo de festejos: matadores de fama, en activo y retirados, que no han dudado en ceñirse el traje corto para ponerse delante de una res brava de forma desinteresada y a beneficio de una buena causa. Sin salir de Valencia, a raíz de las inundaciones provocadas por el derrumbe de la presa de Tous, se organizó en noviembre de 1982 un macrofestival que reunió a 16 espadas en doble sesión. El cartel matinal, con siete reses, tuvo un carácter más modesto y local. Pero por la tarde aparecieron por la puerta de cuadrillas dos colosos como Diego Puerta y El Viti con la ausencia de Camino, que no pudo actuar por resentirse de una lesión.
Pero ya que hablamos de desastres naturales y la solidaridad taurina tampoco podemos olvidar aquel festejo organizado en la plaza de Las Ventas en la primavera de 1986 a beneficio de los damnificados por el volcán colombiano del Nevado del Ruiz que alumbró la reaparición puntual del mismísimo Manuel Benítez El Cordobés. La foto que quedó fue la de un espontáneo rubio llamado Manuel Díaz que decía ser suhijo. El reencuentro definitivo aún tendría que esperar casi cuatro décadas… Dentro de una semana volveremos al hilo de siempre. ¡Y viva el Rey!