Juan de Castilla, Pronto y a la Mano

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Juan de Castilla, en la novena corrida de la Feria de San Isidro, demostró que el arte del toreo «pronto y a la mano» sigue vivo, destacando con su temple y maestría, y dejando claro que merece un lugar en los grandes carteles.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora – https://enelcallejon.webnode.es/ – Web Aliada

Arbeláez – Colombia. La Feria de San Isidro, epicentro del toreo mundial, ha sido testigo de jornadas de gloria, pasión y entrega. Sin embargo, la novena corrida de esta edición de 2024 destacó por una actuación que encarnó a la perfección el legendario adagio de Antonio Chenel «Antoñete»: «pronto y a la mano». Fue Juan de Castilla, un joven colombiano, quien demostró que esta filosofía sigue vigente, resonando con fuerza en el corazón de Las Ventas.

Desconocido para muchos antes de esta tarde, Juan de Castilla llegó a la plaza como cualquier aficionado más. Pero su desempeño sobre el albero madrileño dejó claro que estamos ante un torero que merece más contratos y más oportunidades para brillar. La corrida de Miura, siempre sinónimo de desafío y respeto, fue el escenario donde Juan demostró su temple, su arte y su valentía.

El segundo toro, de Miura, aunque con ciertas cualidades, carecía de poder. En medio de las protestas iniciales del público, Juan de Castilla mantuvo su serenidad y mostró un toreo suave y medido, aprovechando la inercia del astado. Su faena, llevada con precisión y calma, recordó a aquellos grandes momentos del toreo clásico, donde la paciencia y la técnica son clave. A pesar de que la estocada se fue baja al tercer intento, el colombiano dejó una impresión profunda, confirmando que su toreo merece mayor reconocimiento.

El quinto toro, de presencia imponente, puso a prueba una vez más la habilidad de Juan de Castilla. El animal, saltando al callejón en dos ocasiones, no facilitó las cosas. Pero Juan, firme en sus plantas y con muñecas suaves, logró alargar la embestida del toro, demostrando un dominio y una maestría que pocas veces se ven en el ruedo. Su faena fue una obra de arte, interrumpida solo por la espada que, una vez más, se fue desprendida. No obstante, la esencia de su toreo quedó clara: un hombre que busca la pureza y la verdad en cada muletazo.

Jesús Enrique Colombo, con su valentía en las banderillas, también merece un reconocimiento especial. Las protestas del público, inexplicables ante su entrega y exposición, no opacaron su actuación. Rafaelillo, con su experiencia, enfrentó toros de escasas opciones pero mostró una vez más su habilidad y oficio en una tarde complicada.

A pesar de las dificultades y el desigual comportamiento de los toros, la actuación de Juan de Castilla destacó por su autenticidad y su compromiso con el arte del toreo. En un momento donde la inmediatez y la superficialidad parecen dominar, la tarde de Juan en Las Ventas nos recordó la profundidad y la verdad del toreo «pronto y a la mano». Este joven torero ha demostrado que tiene el corazón y la técnica para estar en los carteles de las grandes ferias. Su actuación en la novena de San Isidro fue un tributo a los valores más puros del toreo, dejando claro que, en el ruedo, la paciencia, la técnica y el valor siguen siendo las claves del triunfo.

En el toreo, como en la vida, los grandes logros no siempre vienen acompañados de fáciles victorias, sino de la capacidad de enfrentar cada desafío «pronto y a la mano». Juan de Castilla ha demostrado que está más que listo para este reto, y el mundo del toreo debería tomar nota.

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