Román o el triunfo de la voluntad: la milagrosa escapada en Valencia de un callejón sin salida
Redacción: Zabala de la Serna elmundo.es
El valenciano acaba saliendo a última hora por la puerta grande tras una complicada y dramática tarde
La inmensa apuesta de Román, el reto de su vida, la hazaña de subir el K-2, decíamos ayer, sin oxígeno, que era encerrarse con seis toros con unas condiciones toreras basadas en la entrega, se antojaba una epopeya mayúscula. Como fue hasta que sonó la campana de la salvación. Diez años de alternativa lo contemplaban. Dos horas y media después consolidó de puro milagro la gesta, a rachas dramática, contra los elementos.
La seriedad de los seis toros elegidos con sus distintas hechuras en diferentes ganaderías -también la edad con los cinco años cumplidos por todos menos uno-, le confirió además credibilidad a lo que ya puede llamarse encerrona con toda propiedad. El viento vino a darle significado al término. Pero fue, sobre todo, aunque no sólo, su juego (a excepción del toro de Fuente Ymbro y el de Algarra) lo que convirtió aquello en un callejón sin más salida que la gatera de última hora. Fue el triunfo de la voluntad.
Román, que vistió un terno celeste y azabache en homenaje a Granero, el sucesor de Gallito ni más ni menos, no pudo con todo. Fue una pena que saliese tan pronto, en el momento de mayor viento, un toro de El Parralejo con más estilo que fondo. Su querer se transformó en poder con un toro verdaderamente fuerte de Fuente Ymbro, muy cuajado por fuera y también por dentro, con su carácter. La faena adquirió el mérito de una remontada por cuanto su principio no fue el más acertado, primero por alto y en bandera y después queriéndole conceder distancia para aprovechar la inercia. Pero el toro en cuanto la perdía se quedaba por debajo. La obra, con el denominador común de la firmeza, explotó cuando Román lo cogió en su derecha más en corto y enganchó en serio las embestidas, ahí adelante y ahí abajo. Tres series encajadas, de una intensidad bárbara, pusieron la cosa en órbita. El temperamental fuenteymbro le dio el metro que le faltaba. Trepó aquello también con las trepidantes bernadinas y una estocada a ley que le entregó la oreja.
El esfuerzo de la importante labor, sin embargo, careció de continuidad con un toro de Pedraza de Yeltes, el único cuatreño, largo y huesudo, con más caja que relleno, es decir, vacío de bravura. Román lo quiso lucir en el caballo. Su pretendido celo en el peto fue más dormidera que empuje. Un espejismo como su modo de acudir a él. Fue entonces cuando Román apuntó un quite a una mano con fuentes de lidia antigua. Hubo algunos más, pero fueron para olvidar. Incluida la última intentona por gallosinas. Un carajal artístico.
La prueba cobró un luctuoso color negro con un cárdeno victorino que fue una prenda, tan orientado, midiendo al torero en todo momento, tobillero y sin pasar. Resolvió Román la balacera, tras encajar varios tiros, con ligereza y por la cara, no tan breve con la espada. No mermó su ánimo y se fue a portagayola para librar una larga cambiada a un gigantesco toro de Domingo Hernández. Tan gigantesco como huidizo y manso. El matador introdujo la novedad de coger los palos, pero el par al quiebro le quedó en la paletilla. Muleta en mano lo accoraló en tablas para sacarle una faena muy porfiona, tan en corto que en un arreón sufrió una voltereta espeluznante. Una caída brutal sobre el cuello. Quedó grogui, seguramente con alguna lesión cervical. Pudo cazarlo con la espada, cuando padeció un nuevo atropello.
Ya con lágrimas en los ojos, lesionado y amnésico, emprendió el último acto. Qué fue una bombona de oxígeno encapsulada en un buen toro de Luis Algarra, hondo, acodado, noble sin excelencias. Bueno, insisto. Román recompuso el ánimo para volver a ser el Román del siempre, el que seguirá siendo, hecho de desparpajos, simpatía y entrega. Así que, cuando metió el brazo con la espada, toda la emotividad contenida se desató en la pañolada, para entregarle una oreja, la llave de la puerta grande, un trampantojo de respeto a tanto esfuerzo.
FICHA
Plaza de toros de Valencia. Domingo, 10 de marzo de 2024. Segunda de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de diferentes ganaderías, todos cinqueños, conjunto serio de diferentes hechuras; El Parralejo, Fuente Ymbro, Pedraza de Yeltes, Victorino Martín, Domingo Hernández y Luis Algarra; destacaron el exigente Fuente Ymbro y el buen sexto de Algarra.
Román, de celeste y azabache. Pinchazo y estocada (silencio); en el segundo, estocada pasada. Aviso (oreja); en el tercero, estocada suelta y dos descabellos (silencio); en el cuarto, dos pinchazos, estocada corta y descabello (silencio); en el quinto, pinchazo y estocada caída (palmas) ; en el sexto, estocada y dos descabellos (oreja). Salió a hombros.