Manizales: Triunfos Anhelados, Por “Casi Toros”

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Redacción: Javier Enrique Baquero Pardo – JABA

Manizales – Colombia. Con una plaza prácticamente llena, un sol primaveral y un encierro mentiroso, se realizó la tercera corrida de la Feria de Manizales. Orejas a granel y puerta grande para los toreros de forma justa y al hijo del ganadero de forma suplementaria.

Antonio Ferrera blanco, oro y cabos blancos. Ferrera utilizó un capote en seda azul turquesa y anverso azul cielo, mostró variedad pese a las incomodidades que planteaba uno con cara de joven. Poca pica. Con la muleta a media altura, una faena con mérito para el torero por llevar prendido a uno que no era el más fijo. La faena se consolidó en la técnica de llevar el trapo, siempre templando y tirando las embestidas del ejemplar. Con la espada dos encuentros apenas ortodoxos. Pitos al toro en el arrastre y palmas al torero. El cuarto poco con la capa, frente a otro joven ejemplar. Ferrera aprovechó para hacer el remedo de pica, tan solo un puyazo leve y poner banderillas, espectáculo que se facilitó por la escasa presencia del toro. Pocos pitones y poco de lo otro que demuestra la madurez de un bovino de casta. El brindis a Jefe de los Monosabios, Orlando Galvis. Un inicio de faena, rodillas en tierra y muchos espacios entre paso y pasó. La faena encrechó por la finesa del toro, lo que Ferrera supo aprovechar al máximo. Buenos y pocos muletazos al ver que el astado miraba a lo lejos. Mato rápidamente y la espada fue certera. Los pañuelos blancos y las dos orejas. Y una vuelta al ruedo errada al toro.

Daniel Luque – Corinto, oro y cabos blancos. El español saludó a Cortapelo con verónicas de temple. Pocas por la falta de codicia del astado.  Nobleza rallando en la bobada. Luque brindó al público que prácticamente lleno los tendidos. Con la muleta, Duque aprovechó la sosería del astado para tirar de él con mucha suavidad; sin embargo, faltaba la dosis de emoción que da la fiereza del astado. El trapo siempre estuvo en la cara del toro, Luque se sentía como entrenado de salón. Bonito por la plasticidad, pero faltaba el toro que quisiera comerse el engaño. La espada completa fue el colofón del entrenamiento. Dos arenas. División de opiniones para el toro. Luque con el quinto lanceó a la verónica a uno que pasaba, sobra decir que también mostraba, juventud, divino tesoro, poca puya. Con la muleta un brindis a Cayetano, que ocupaba un lugar en el callejón de la plaza. La faena limpia, entonada y de buenas maneras a uno que se vino a menos al soñar de los clarines. Luque lo entendió y dio las pausas suficientes para alargar las embestidas de Adivino. La faena tuvo mucha importancia por la impronta del torero, los trazos largos y profundos. Las piernas firmes y los llamados precisos, incluso sonó el pasado le Feria de Manizales, premio a las buenas faenas. Uno aunó cada muletazo valió quilates. Espada completa y efectiva. Dos orejas muy justas.

Juan de Castilla Primera comunión, oro, cabos blancos e ilusión colombiana. Gritos de novillo, novillo al salir Lagartero, un astado visiblemente anovillado, sin góndolas en el escroto y para acabar inválido.  Con este era poco lo que luciría la capa del ilusionado colombiano. Protestas mayúsculas por lo que salió al ruedo. El público protestó la pobre presencia del animal. La capa poca por la flojedad del cornúpeta. Una vara apenas marcada. La muleta de buenas maneras y el concepto claro de lo que es el buen torear. Dos orejas largas. Una había sido justa en la proporción. Para el cierre con decisión, Juan de Castilla se inició de rodillas y ejecutó dos largas cambiadas, luego verónicas bien intencionadas y chicuelinas para llevar el torito al peto. Las ganas de triunfo se le veían al colombiano. Con la muleta frente al que hasta ese momento lucía como el más encestado del encierro, el torero de Medellín dejó ver su torería y el buen momento que atraviesa. El toro que inició siguiendo los engaños se fue desvaneciendo, mientras Juan trataba de tirar del toro para no dejarlo ir. Otra vez mérito del torero, que no del toro. El pasodoble Feria de Manizales en honor al nacional. Fulero se fue apagando poco a poco y lánguidamente buscaba los tableros, mientras Juan de Castilla arrancaba las embestidas al ejemplar. Mato de forma certera y los pañuelos no se hicieron esperar.

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