Manizales: Más Recuerdos Que Trofeos

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Las fichas suelen ser números tristes, hablan de despojos como si el toreo se midiera por ellos y no por la emoción que produce.

Redacción: David Jaramillo – Cultoro.es – Foto: Diego Alaís

Manizales – Colombia. Las fichas suelen ser números tristes, hablan de despojos como si el toreo se midiera por ellos y no por la emoción que produce. Por eso la de hoy resulta injusta, pues a pesar de que los toros de Santa Bárbara defraudaron (aunque la estadística diga que a uno le dieron la vuelta al ruedo), en Manizales hubo toreo y del bueno, del que emociona.

Lo puso primero Luis Bolívar, el torero que lleva dos «Catedrales» consecutivas, el mismo que hizo una temporada americana con una rodilla rota y que se ha recuperado en tiempo récord para dar la cara en su Colombia y demostrar que lo suyo no es madurez, ni su mejor momento, ni esos tópicos en los que caemos los que nos dedicamos a esto se escribir de toros. Lo suyo es la plenitud de un artista, ese que de un bloque de mármol se saca una escultura «quitando lo que sobra».

Ya lo hizo con el primero, ese que con la rematadísima presencia y seriedad de sus casi seis años levantó al público de sus asientos, y que se movió con transmisión en los primeros compases de la lidia, rebrincando la embestida hasta que el caleño le demostró, con toreros y poderosísimos doblones quién mandaba allí. Desde entonces «Jinete» se entregó y fue perdiendo fuelle poco a poco en cada ronquido, a medida que el caleño lo cuajaba por ambos pitones con autoridad y temple soberanos, administrando el gas que se le escapaba a chorros. Por el izquierdo, el toro tuvo un tranquito más, pero fue la espada la que se llevó el premio. Y si su primera faena fue una demostración de capacidad, la de cuarto fue soberbia porque, además de magistral, estuvo muy generoso. Aún mermado de facultades, supo lucir las bondades del toro de principio a fin. Lo dejó ver en el caballo y lo adornó con un maravilloso toreo a dos manos en el inicio de faena, para después, con pulso, temple y torería construir unas embestidas que terminaron siendo premiadas con una vuelta al ruedo. El toro nunca lo mereció. Fue Bolívar, autor de una faena perfecta en concepción y ejecución, con muletazos soberbios por ambas manos (aunque por el izquierdo el toro dijo menos), quién se lo inventó. Para rematar, recetó un volapié de libro. La ficha dirá que le dieron una oreja, pero la obra del caleño fue soberbia y emocionante. De torero grande.

Pero hubo más. Fue en el tercero, con el que Román, el torero de la eterna sonrisa se puso serio. La falta de fuerza del toro pareció condicionar su humillada calidad. La vio pronto vio Román, lo que le llevó a hacer una apuesta sincera, de mucha paciencia y sutileza, de mimo, en definitiva. Así, sobando al noble, consiguió afianzar al toro. Entonces, Román, con delicado pulso, obligó sin afligir, primero en dos tandas de derechazos roncos de lentos y profundos, y otra de naturales a cámara súper lenta. Su risa, ahora, apenas se intuía pero tenía una luz más intensa. Un accidente con la espada al primer intento y otro pinchazo antes de agarrar la estocada redujo su premio a una merecida ovación. Arreado, Román salió a no quedarse atrás con el sexto, un toro que acudió con emotividad al alegre capote del valenciano, pero al que le faltaron fuerza y raza para aguantar una lidia que ni siquiera pudo ser exigente. Román puso disposición, variedad y entrega para exprimir lo poco que tuvo el toro y, aunque el público estuvo siempre con él, todo se enfrió al final, cuando ya tampoco acompañó el fondo y el espadazo no terminó de empujar la concesión del trofeo.

Ese lo obtendría José Arcila del quinto, un toro pasador, sin codicia ni humillación (nunca descolgó), que valió para que el manizalita encausara los viajes con temple y gusto en series encajadas y dispuestas, que fueron jaleadas por un público entregado que pidió las dos orejas al torro, pero la presidencia, acertó valorando su obra con un trofeo. Antes, el sobrero segundo fue tan soso como noble, pero se dejó en su suave media altura, Arcila instrumentó una faena limpia, ligada y templada, pero que nunca tomó vuelo para subir con fuerza al tendido. Faltó transmisión. Sin embargo, de tumbar al toro al primer espadazo seguro habría tocado pelo y se habría podido marchar a hombros en una tarde mucho más que interesante y entretenida.

Ficha del Festejo

Miércoles 10 de enero de 2024. Plaza de toros de Manizales, Colombia. Tercera de abono. Más de tres cuartos de plaza en tarde agradable. Seis toros de Santa Bárbara, de distintas hechuras en su buena presentación, cinqueños todos, excepto el quinto. Devuelto el segundo por falta de fuerza. A menos el buen primero; soso el sobrero segundo; sin fuerza el humillador tercero. Noble y bueno el cuarto, «Camarero ñ», Nº 55, premiado con la vuelta al ruedo; manso y pasador el quinto; y desrazado el sexto. Pesos: 540, 444, 454, 444, 458 y 462 kilos. Luis Bolívar (turquesa y oro), ovación y oreja. José Arcila (pizarra y oro), ovación y oreja. Román (espuma de mar y plata), ovación y palmas.

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