Roca Rey se montó en dos Cuvillos impresentables

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Redacción: Carlos Ilián – diario Marca

El peruano ha sumado su séptima salida a hombros, lo que lo convierte en un auténtico ídolo para la afición navarra.

Plaza de Pamplona. Séptima corrida. Lleno. Toros de Núñez del Cuvillo (3), una corrida muy muy por debajo de lo que se exige en Pamplona,, tercero, quinto y sexto impresentables, de juego pobre, desfondándose en general por falta de casta. Morante de la Puebla (6), de grana y oro. Pinchazo hondo (silencio). Dos pinchazos, media estocada y descabello. Un aviso (palmas). Alejandro Talavante (5), de ciruela y oro. Pinchazo, estocada desprendida y descabello (palmas). Estocada (vuelta). Roca Rey (6), de blanco y plata. Estocada (dos orejas). Estocada (una oreja)

Hace muchos años a los sanfermines se le colgó la etiqueta de «feria del toro», no tanto por su protagonismo indiscutible en los encierros como por la seriedad de las corridas que se lidian en esta feria. Y los años han confirmado a Pamplona como una plaza donde el trapío es algo que está fuera de discusión. Junto con Madrid y Bilbao esta plaza es un templo de la seriedad del toro y así ha sido durante décadas. Se pagan las corridas muy por encima del precio de mercado y los ganaderos responden con lo más escogido de sus camadas. Pero algo empieza a fallar.

Y lo demuestra la corrida de Núñez del Cuvillo de ayer, impresentable en general. Tres toros, tercero, quinto y sexto, que nunca debían haber pasado el reconocimiento. Para rematar la corrida no tuvo la casta que le permitiera emplearse a fondo y en la muleta llegaba muy a la defensiva y de escaso recorrido en la embestida. Con este género Roca Rey se montó , literalmente, en dos animalitos a los que después de intentar ligar los los muletazos, algo que apenas consiguió sobre la mano derecha especialmente en el sexto, recurrió al relumbrón de los pases cambiados por la espalda o los circulares invertidos, todo un recurso para encandilar a un público que ya lo adoptó como su torero. Con la espada no falla y tres orejas le abren la puerta grande

En este torbellino de populismo Morante de la Puebla ha sido la otra cara, la del toreo para gustarse, para paladear, no para atragantarse. Esas verónicas al cuarto toro son un monumento al toreo con el capote. No se puede pedir mas tersura, mas cadencia, más belleza. Con la muleta, en su primero, bordó unos ayudados, uno de trinchera y un molinete de cartel. Regusto, torería. Mantuvo en ambas faenas un tono de seriedad encajándose y por encima del lote.

Alejandro Talavante ha estado muy por encima de sus dos toros a los que sin aspavientos, aunque recurrió de rodillas mirando al tendido en el quinto, ha metido en la muleta especialmente a este último en tandas sobre la derecha. Labor de torero veterano al que uno siempre espera ver lo bueno de otros tiempos.

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