Redacción: Del muro de Mariloli Pellón
Me llamo ‘Toro de Lidia’. Dicen que soy uno de los animales más bellos del planeta, que estoy enamorado de la luna y que el orgullo animal se encarama en mis astas, pero lo que digan los poetas y cantantes es lo de menos.
Mis antepasados vivían en toda Europa y Asia Central, pero los humanos los fueron exterminando porque, lo reconozco, los toros bravos tenemos carácter y bastante afición a pegar cornadas a todo lo que se mueve, no somos corderitos.
Lo verdaderamente importante es que mi raza ha sobrevivido gracias a las corridas de toros, por eso sólo habemos toros de lidia en los países donde hay corridas de toros.
Se trata de una ley económica elemental: la demanda crea la oferta. Mientras haya afición taurina, habrá toros de lidia, de lo contrario, seríamos exterminados por completo.
He vivido mi infancia y juventud (cuatro años) espléndidamente en dehesas (campo bravo) sin fronteras.
Me duele saber que otros animales salvajes viven enjaulados en los zoológicos, me dan ataques de claustrofobia cada vez que pienso en los animales de granja apilados (cerdos, pavos, pollos, etc.) toda su «vida» mirando un metro cuadrado de suelo, esperando el día en que, hacinados en camiones, sean llevados al matadero, sin tener la posibilidad que yo tengo, de ser indultados, tras hacer una buena pelea.
Un toro de lidia indultado es medicado para sanar sus heridas del combate y convertirse en un pie de cría, en un semental, en una joya para la ganadería a la que pertenece, hasta morir de viejo, libre, en el campo bravo.
También pienso en esos perros y gatos encerrados casi todo el día en un piso y, habitualmente, castrados para que el dueño esté más tranquilo, encerrados y castrados, eso sí que ha de ser una tortura! Y eso por no hablar de los peces, colgados del anzuelo durante un buen rato, o los mariscos, a los que tiran vivos en el agua hirviendo..
¡Yo no me cambiaría por ninguno de ellos!
Yo vivo libre en un espléndido campo bravo con mis hermanos hasta que, por única vez en la vida, sea yo llamado a demostrar de qué estoy hecho, es decir, a demostrar mi nobleza, humildad, generosidad , recorrido, temple, fuerza, trapío y, sobre todo, mi bravura.
Escribo esta carta desde el toril, donde aguardo el momento de salir a pelear por mi vida. No conozco otro animal que tenga la oportunidad de luchar “frente a frente” por su vida, como yo. Si mis cualidades no son de la estatura del prototipo de mi raza, entonces me sacrificarán, pero esa es la suerte común de todos los animales que, con nuestra carne y piel, siempre hemos prestado un servicio al hombre, sin embargo, me cabría la satisfacción de saber que, hasta mis últimos movimientos, proporcionaron un espectáculo estético que emocionará a muchas personas e inspirará a muchos artistas: músicos, cantantes, pintores, escultores, arquitectos, poetas, literatos, bailarines.
Unos lo verán como un deporte de riesgo donde un enjuto torero (provisto sólo de capa y espada) se enfrentá a mí , un toro enorme.
Otros valorarán más el arte y colorido impresos en cada pase.
Deporte o arte, lo que me satisface sobremanera es que los aficionados disfrutan sin necesidad de descargar su rabia contra nadie.
He oído hablar de algún deporte que, a menudo, termina en peleas entre seres humanos y hasta se han dado muerte.
No hay deporte sin riesgo y sin dolor pero, por lo que a mí respecta, ese cuarto de hora de lucha cara a cara con el hombre (nunca de «tortura», pues yo embestiré cuando me dé la gana y repartiré lo mío sin pedir permiso) no me parece un coste excesivo al contrastar, las ventajas de la vida que antes he disfrutado y la posibilidad de ser indultado, con las torturas infligidas sobre otros animales y personas.
Sí, también personas, estoy pensando en las torturas practicadas a la población reclusa, en tantos Guantánamos que todavía quedan en el mundo. También pienso en las torturas practicadas en el seno materno con el aborto, al parecer, éstas últimas son legales pero nadie puede filmarlas, sería de mal gusto reproducir imágenes tan espeluznantes.
Gracias por la «preocupación» que algunos grupos tienen sobre mi, “el toro de lidia”, pero me temo, sin embargo, que el remedio que proponen es peor que los males que suponen que padecemos, porque acabar con la fiesta brava, significaría la extinción de mi raza.
Espero no se trate de una manera de desviar la atención de los verdaderos problemas que azotan a los demás animales y a la especie humana.
Atentamente,
El toro de lidia.