Redacción: Aura Lucia Mera – https://www.elespectador.com
Desde Manizales envío esta nota. Me reafirmo en calificarla como la ciudad más amable de Colombia. Su feria es única, porque tiene todavía ese saber de antaño que ha desaparecido en otras capitales: Cali, Medellín y Cartagena. Emociona encontrarse en un atardecer lluvioso a multitudes aplaudiendo y gozando el desfile de mujeres hermosas del mundo entero, que compiten en sus carrozas por llevarse el título y la corona del Reinado del Café. Filipinas, Portugal, México, Italia, Polonia, Nicaragua, Paraguay, Ecuador, Colombia, entre otras, jóvenes sonriendo y saludando, ataviadas con trajes exóticos, plumas y lentejuelas a pesar de la llovizna pertinaz, además de zanqueros, bambuqueros, música y aplausos.
Las luces de bengala se alzan hacia el cielo desde el estadio, iluminando la noche y vistiéndola de luces dispuestas a competir con la primera luna del año que se asoma redonda y brillante. Artesanías, fritangas y choclos, restaurantes gourmet y populares.
Y, lo más importante, la tauromaquia. Esa plaza sesentona, que crece hacia abajo, acogedora, alegre y respetuosa, es el eje de todo el movimiento ferial. El epicentro son los toros. El motor de la ciudad que vibra y se mueve alrededor es la fiesta brava.
Si prohíben las corridas, acaban de tajo con las fiestas de esta ciudad; los miles de empleos que genera; el turismo que copa hoteles, apartamentos y fincas con visitantes nacionales y extranjeros; las ventas de ponchos, botas con manzanilla, sombreros y cojines; multitudes de hombres, mujeres, jóvenes y niños a la última moda, ecléctica o tradicional.
Me imagino que senadores y representantes de este departamento defenderán a capa y espada la tauromaquia. De lo contrario, matarían su feria de enero y matarían su ciudad, quedaría solitaria y vacía. Como sucedió en Quito, que murió con sus festividades cuando Rafael Correa decidió, a través de un plebiscito amañado, prohibir las corridas. De ese tamaño e importancia es la decisión sobre este asunto.
Les sugiero a todos los políticos de este departamento que se fajen al defender el sagrado derecho de las minorías. Si los “animalistas” nos tildan de asesinos, les cuento que desde el lunes 2 de enero hasta el domingo 8 hemos asistido 15.000 asesinos diarios al coso de Manizales.
(Supe que se sacrifican miles de cerdos cada día a pesar de sus chillidos de pánico, oliendo y sintiendo su ejecución, pero todos amamos el jamón, el chorizo, las chuletas, en fin. Miles de sacrificados diarios sin que nadie diga nada, y si vemos los galpones de gallinas, ni hablar).
La tauromaquia desaparecerá si desaparece la afición o si las componendas entre ganaderos ayudan a extinguirla. Moriría de muerte natural, triste fin. Eso es harina de otro costal, pero la Feria de Manizales y sus corridas deberían declararse Patrimonio Nacional. Felicitaciones a Ernesto Gutiérrez y a los directivos de esta plaza, única en Colombia. ¡Ole, Manizales!