La noticia del día es, sin duda, el regreso de los festejos taurinos íntegros a la Santamaría de Bogotá. Si bien, desde hace dos años no se dan toros en la principal plaza colombiana, es cierto que se han publicado las licitaciones correspondientes, pero bajo unas condiciones que cercenaban la tauromaquia haciéndola incruenta, razón por la que los empresarios taurinos se negaron a solicitar la plaza.
Además, si tiramos de hemeroteca, veremos como desde el IDRD de una Alcaldía marcadamente antitaurina desde hace varios ejercicios, dilatan al máximo la publicación de estos pliegos, con el único objetivo de dificultar la programación taurina, al dejar a los empresarios con apenas tiempo físico para una organización optima de la temporada.
Ahora bien, confiando en que desde la Alcaldía no se pondrán más palos en la rueda de un nuevo proceso licitatorio, hay un tema que no es moco de pavo para la organización de los festejos en Bogotá y es la carga impositiva. Pues el estrangulamiento económico que está viviendo la tauromaquia en Colombia es brutal. Para no ir más lejos, durante la última feria taurina celebrada en Bogotá, en el año 2020, el 34% de cada entrada iba directamente a las arcas públicas. El 10% correspondía a la Ley nacional del Deporte; otro 10% es del impuesto distrital de Fondo de Pobres, Azar y Espectáculos; y el 14% restante corresponde al uso de la plaza de toros. A todo esto, a partir de este 2023, estos espectáculos también están gravados con un 19% de IVA. Con lo que nos ponemos, automáticamente, en un 53% de carga impositiva, sin contar con los gastos de los permisos, que tampoco son baratos.
Con lo cual, cualquier empresario que quiera dar toros en la Santamaría debe saber que cuenta sólo con el 47% del ingreso por taquilla para pagar toros, toreros, subalternos, personal técnico, de plaza y otros gastos logísticos.
Por si fuera poco, al abandono de la administración en cuanto a cualquier ayuda, ya fuera en partida presupuestaria o, al menos, en publicidad de las fiestas locales que impulsan el turismo, se suma que las empresas públicas también han dejado de anunciarse y patrocinar unos festejos en los que tradicionalmente han visto incrementadas sus ventas ostensiblemente, como son, por ejemplo, las empresas departamentales de licores. Un producto que, por cierto, tampoco se puede vender en la plaza, por disposición de la Alcaldía de Bogotá, cercenando de tajo un ingreso ocasional que podría obtener el valiente que quiera dar toros en la capital colombiana.