Redacción: Jorge Arturo Díaz Reyes
Manizales emprende su feria 68, en medio de la persecución medieval que ha cerrado plazas, ganaderías, empleos, destruido museos, anatematizado el rito, maldecido su feligresía y puesto al filo de la extinción una raza.
Capeando la marejada del odio, la intolerancia, la conciliación de libertades, y el cabestreo de la cultura bajo el formato de la democracia parlamentaria (mayoría circunstancial). Manizales de nuevo emprende su feria.
Cuando desde sus bien pagadas curules, los políticos a nombre del pueblo (taurinos incluidos) aprestan la solución final. Criminalizar el ancestral culto de la tauromaquia. Cuando la barbarie posmoderna impone su ley, Manizales ejerciendo libertad emprende su feria 68 y con ella la conmemoración de los 73 años de su Monumental plaza de toros. Edad que ocupa buena parte de la de la ciudad (174). Desde allí, al filo de la cordillera, donde fue levantada, ha guardado la entrada, y contemplado y presidido esa historia y marcado el centro espiritual, artístico, económico de su festividad mayor, La Feria. Que convoca peregrinos de todo el país y el mundo por su carácter auténtico, siendo la más cosmopolita.
Su timonel desde hace 17 años, el médico Juan Carlos Gómez, ha quedado como el último mohicano. Sobreviviente de una estirpe aniquilada. La de los empresarios colombianos en plazas de primera. Ya no hay más. Resiliencia sostenida en una ferviente afición y un compromiso ético. Además, empresario atípico, sin ánimo de lucro, que no lleva toreros, ni ganaderías, ni otras plazas, y tiene como máximo fin contribuir a la financiación del Hospital Infantil, centro de piedad y auxilio científico a los niños enfermos de la región.
Un hombre con causa justa. Cuidado. Discreto, estudia, reflexiona, trabaja, trabaja, trabaja… y dice las cosas como son. A lo médico, sin hipérboles, placebos ni mentiras piadosas. Con su franco y sereno acento paisa desgrana las historias, deduce los diagnósticos y sustenta los pronósticos. Esa bien ganada credibilidad y los resultados, son los que le han perpetuado líder en representación de la Cruz Roja, su hospitalito y sus pequeños pacientes.
Quizá sin su trabajo y el de sus colaboradores y predecesores, muchos de ellos nunca hubiesen llegado a ser adultos. O lo hubiesen sido cargando de por vida secuelas desgraciadas. Un hombre, una ciudad, una feria… causa justa, más que justa, en un mundo plagado de causas injustas.