La tarde del triunfo de Tomás Rufo también ha estado marcada por la valentía y el compromiso de todos los rehileteros, así como por la sensibilidad e indulgencia de Gabriel Fernández Rey
Consagración de Tomás Rufo
La película podría llamarse «banderilleando bajo la lluvia» y como banda sonora nos valdría el ‘No lo veo’ de Pepe ‘El Marismeño’. Los grandes titulares de este lunes alumbrarán a Tomás Rufo, recién catapultado al estrellato. Pero hay nueve héroes que no merecen la indiferencia. Nueve toreros que deberían recoger un premio conjunto al paradigma del buen subalterno. No al que banderillea con pureza, torería y elegancia. Ni tampoco al que lidia con capote de seda y muñecas bañadas en el Guadalquivir. Sino al ‘peón’ que entrega la vida por su matador. Cuando el paseíllo de un festejo está en duda por la meteorología, nadie les consulta. Tampoco lo hacen cuando el cielo abre el grifo del agua en mitad de la corrida.
Ellos van donde vaya su torero. Y si éste se tira por un puente, los tres se lanzan detrás. La corrida, por seguridad, debió ser suspendida al término del segundo toro. Banderillear es la máxima exposición de peligro con este barrizal: es la única suerte que debe ejecutarse en movimiento. Pero ningún rehiletero se quejó y todos se jugaron el tipo. Gracias a su generosidad, el toreo tiene una nueva carta en su baraja de figuras del momento.