Como se disfruta del toreo al “relentín”, a cámara lenta, al despacio ceremonial que impregnan los toreros para hacer vibrar su propia alma y de paso a la de los parroquianos que colman los tendidos de una plaza, sagrado recinto del arte taurino.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Manizales – Colombia. En las tardes de toros se goza, se disfruta, se alimenta cada aficionado de momentos de inspiración de un actuante por hilvanar con un burel (independiente de su comportamiento), una faena de contenido, sin importar la vertiente (ortodoxia, arrimón, espectacularidad, extrema quietud, etc.); pero algo que llena de satisfacción es el disfrutar del toreo lento, bien hecho, llevado a unos ritmos cadenciosos, sin sofocaciones, sin prisas, donde el torero con su muñeca marca una velocidad muy baja, casi unas estáticas que se prolongan en el tiempo, esa calma o tranquilidad ceremonial llamada parsimonia.
En el cierre de la temporada manizalita fue un gusto ver esa condición impuesta por la terna, cada uno en su concepto, pero dejando ese aroma de la despaciosidad artística que hizo vibrar la monumental del barrio el bosque, aún creo que los aficionados traen a la mente esos pasajes del Maestro Julián López “El Juli” sobre todo con el ejemplar que abrió la tarde, a la postre indultado, cada intervención gozó de la virtud traía a colación, que la faena la puede recontar la persona más desmemoriada. Pero que decir de lo importante que fue la parsimonia impresa por el colombiano Luis Bolívar al segundo de su lote, que era tosco (brusco) en su acometida (vale decir que injustamente premiado con la vuelta al ruedo pues no tenía mérito para ello), pero encontró por delante unas telas bien llevadas, con ritmo, que hizo incluso el espejismo de que el astado tenía más virtudes que las que en realidad tenía, de ahí que esos trofeos recibidos por el torero nacional tenga tanto valor, hacer esos no es fácil aunque así parezca, solo pocos lo logran. Y qué decir de Tomás Rufo, de pronto es una exageración, pero creo constituye su tauromaquia, tiene tanta capacidad de descifrar y colocarse que la naturalidad de su expresión lo lleva a ello, a la parsimonia, sin tener mucho por delante dejó claro a la afición colombiana que es un artista digno de volverlo a tener en las ferias del país.
“Para gustos los colores”, o como dice otro adagio “al que le gusta le sabe” pero sin duda alguna, la virtud de la parsimonia en los interpretes del toreo hace que este místico arte goce de mucho más contenido, independiente, de quien o en qué forma lo interprete.