Tauroemoción ha llegado a Cali con muy buenas ideas, con organización, responsabilidad y honestidad, sin embargo, se ve un nubarrón en las ideas y es la delegación de la presidencia en el luso José Manuel Ferreira, de quién en tan solo dos corridas, una novillada picada y dos novillos sin varas, ha dejado mucho que desear, a mi modesto modo de ver.
Tauroemoción ha llegado a Cali con muy buenas ideas, con organización, responsabilidad y honestidad, sin embargo, se ve un nubarrón en las ideas y es la delegación de la presidencia en el luso José Manuel Ferreira, de quién en tan solo dos corridas, una novillada picada y dos novillos sin varas, ha dejado mucho que desear, a mi modesto modo de ver.
La música ha sonado a destiempo. Se ha entregado con facilidad y cuando los fallos de los toreros se han hecho evidentes, las notas no cesan en lo alto.
Los tercios de banderillas han sido de bipares, pese a lo mandado por la ley.
Se ha cambiado un toro con premura y sin justificación legar un día, mientras que el día anterior negó el cambio aún visible cojo.
Por momentos ha interactuado con el público, cuando su tarea es escrutar y tomar decisiones no instigar en pro o en contra de lo visto en el ruedo. Es juez y ha querido ser parte incitadora.
El palco representado por José Manuel Ferreira o cualquier otro aficionado se puede cargar una feria o puede consolidar la seriedad de una plaza. Para el caso que nos ocupa vamos por el primer destino.
Igualmente, el presidente debe apegarse a la Ley 916, pero al parecer apenas la leyó y no la interiorizó.
Y para acabar de rematar, con los actuales momentos, en que la junta la nombra la empresa y no el alcalde de la ciudad, ayer al tomar decisiones para cambiar y segundo toro para Guerrita, cuando ya los dos reservan se habían sacado al ruedo, la autoridad quedó en un imaginario, pues la responsabilidad y desinfección quedó en Alberto García, el empresario.