Aquel Ensayo Sobre la Simplicidad

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Fotografía obtenida del perfil de prensa de Octavio García “El Payo” se desconoce el autor.

“El Payo” escribe un tratado taurómaco sobre la naturalidad y el toreo bueno con Juan Ortega atestiguando. Héctor Gabriel se enraza ante una buena corrida de Teófilo Gómez.

Redacción: Eduardo Lozano García

Hubo que tirarle el sombrero al rubio. Después de años de ir esbozando, buscando —a veces tímidamente, otras inconclusas (al menos por Tlaxcala)— la manera de sentir su toreo, ayer su torería por fin llegó a la erupción y se vio la más pulcra versión de Octavio García “El Payo”: navegando entre aires de Manzanares padre y algunos de Morante, el coleta encontró su propio camino, su particular naturalidad y una tauromaquia de grado mayúscula, excelsa, sublime. ¡Qué manera de torear! Ya con su primero, un toraco de buena condición, pero sin lumbre, pasó exquisitamente y olvidado su cuerpo, las embestidas tan profundas como sus hechuras del morlaco; lanceó hundido en sí y en el último tercio, al natural, ensayó la simplicidad de lo verdadero. De lo natural. Lo clásico. La renuncia de las estridencias y el acento al buen gusto de las formas que no necesitan oropel. Vamos, hizo el toreo bueno de toda la vida, y sin duda, entrará en el listado de las mejores tardes en la carrera del torero queretano.

El ambiente en la plaza era de aficionados; de caché, de lo que se lleva echando en falta en Tlaxcala con el monopolio empresarial amparado a lo vulgar. Se palpó la tarde grande en los silencios, en los jaleos, en la concentración a lo sucedido. Es el cuarto y a su salida está siendo protestado con razón —es un animal impresentable en comparación a lo bien puestos de sus hermanos—. Pero Octavio lancea tan bien, tan despacio (más despacio es morir, Zabala de la Serna) que a nadie le importa porque todos queremos ver torear bien. Y luego quita por chicuelinas de monumento construido por Mies Van der Rohe: menos es más, ajustadas, con compás de amor en noche de bodas, y el remate, ¡por Dios! una larga casi circular, lenta, simple y con las yemas del torero olvidándose de todo, hasta de la vida. Un prodigio. Y yo no sé. Me detengo. No quiero estropear lo sucedido tratando de escribirlo. El juez otorga una oreja aun con un espadazo haciendo guardia. Qué más da. Vimos el milagro del Toreo. Por fin.

Juan Ortega es el aquel tipo de hombre que con dar nada de sí basta: esos hombres o mujeres que con una mirada o un gesto te atan de por vida. El simple hecho de verle coger los chismes y andar por la plaza me basta. Soy un migajero (millenial dixit), lo sé; pero en estos tiempos donde abunda lo tosco, lo excesivamente compuesto, la simplicidad es un alivio. Porque la tarde para los que lo supieron ver era eso: aquel ensayo sobre la simplicidad. Un oasis. Lo único que me queda pendiente de entender, es cómo todavía a estos niveles, profesionales sigan teniendo errores de kínder; hubo un fallo estrepitoso al enlotar y los dos toros más brutos, los más bastos, fueron a parar al lote del maestro sevillano. Y así embistieron. Aun con ello, Juan Ortega tuvo paciencia en su primero y trató de limpiar las embestidas; imposible, los dos le embistieron tal cual su fisonomía.

Héctor Gabriel se llevó el lote de la tarde por hechuras y comportamiento; el torero poblano estuvo muy dispuesto sabiendo el calado de su oportunidad y también fue muy honrado. Tenía gran rato de no calarse el vestido de luces y estar ante público, pero poco se le notó; es cierto que, el sitio es el sitio, y los toreros con menos rodaje lo acusan. Se vació sobre todo en el cierra plaza donde pudimos degustar aquel toreo largo, lento, desgarrado que siempre le ha caracterizado; pulseando las embestidas, sintiendo mucho. Lo que muchos llamarían a “la mexicana”. Al final se arrimó al grado de sentir las babas del burel en su taleguilla. Alzó con firmeza la mano para refrescar la baraja tan oxidada por estos rumbos. Cortó un oreja en este, y perdió con la espada un premio mayor con su primero. El novillero Jesús Sosa abrió plaza; estuvo apresurado ante un excelso y justo (de presencia y poder) novillo que pidió ritmo y vuelos.

TLAXCALA, MÉXICO.

Plaza de Toros Jorge El Ranchero Aguilar. Tres cuartos largos de plaza.

Anunciada como Corrida por la Libertad; 26 de abril de 2025: previa lluvia, tarde fresca, agrabable y sin gota viento durante el festejo.

6 TOROS DE TEOFILO GOMEZ: bien presentados en su generalidad; con mucha clase y ritmo la mayoría y válidos para la lidia y lucimiento; todos de pelea discreta en varas; de los cuales sobresalieron el 4° por su estupenda condición humilladora, ritmo y transmisión, mismo al que se le concedió arrastre lento; el 3° por su nobleza, fondo y clase, y el 6° por lo mismo: 1° ‘Jesuita’, con 506 kilos, negro entrepelado, bragado, paliabierto, muy bien presentado, con mucha humillación y clase pero sin transmisión y poder (leves palmas); 2° ‘Pintalabios’, con 460 kilos, cárdeno bien puesto, muy bien presentado, brusco y sin opciones (silencio); 3° ‘Desvelo’, con 480 kilos, negro entrepelado, delantero, bien presentado, con humillación y clase (palmas); 4° ‘Arrebujado’, con 451 kilos, cárdeno claro delantero, de nula presentación pero excelso en su comportamiento (gran ovación en el arrastre lento); 5° ‘Cien amores’, con 500 kilos, negro entrepelado bien puesto, basto e imposible pata el lucimiento (pitos); 6° ‘Codorniz’, con 474 kilos, cárdeno bien puesto, con mucha nobleza (palmas). 1 NOVILLO DEL RECUERDO: ‘Secretario’ con 380 kilos que abrió plaza, justo de presencia, de gran condición aunque sin poder.

  • Octavio García “El Payo”; de blanco y plata: dos pinchazos, estocada que hace guardia y en el rincón de Ordoñez (silencio) y estocada que hace guardia (oreja).
  • Juan Ortega; de sangre de pichón y oro: tres cuartos de estocada (silencio) tres cuartos de estocada y descabello (silencio).
  • Héctor Gabriel; de chenel y oro: estocada baja (palmas) y estocada (oreja).

INCIDENCIAS:

  • El novillero Jesús Sosa abrió plaza; de sangre de toro y oro: tres pinchazos y estocada entera (silencio).
  • El subalterno Gerardo Angelino ofertó una tarde superior, jareando al primero de la lidia ordinaria (saludó en los tercios) y lidiando al cuarto de plaza.
  • El novillero Luis Paguay se brincó de espontáneo a la salida del quinto.

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