Daniel Luque firmó una de las faenas más rotundas de la Feria de Fallas, marcando el pulso de la tarde con su temple y hondura, pese a que un pinchazo le privó del doble trofeo. Emilio de Justo construyó una obra cumbre al sexto bis, plena de entrega, pero se fue de vacío al marrar con la espada. Sebastián Castellá mostró su raza y dejó destellos de su toreo, aunque sin redondear el triunfo.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora- www.enelcallejon.co/ – Web Aliada
Arbeláez – Colombia. El coso de la calle de Xátiva se vestía de gala para recibir la cuarta corrida de toros de la Feria de Fallas, con un encierro de Juan Pedro Domecq que traía en sus venas la promesa de la clase y la bravura, pero que en su mayoría exhibió más nobleza que empuje. Frente a él, tres colosos del toreo: el francés Sebastián Castellá, el sevillano Daniel Luque y el extremeño Emilio de Justo. Tres conceptos distintos, tres formas de interpretar la tauromaquia, tres espadas que buscaban la gloria en una tarde de expectación máxima.
La carta de presentación de Castellá fue una portagayola que dejó sin aliento a la plaza. El primero de la tarde, un toro de seria estampa, se lanzó como un obús, encontrándose con un afarolado de pura raza. Las verónicas posteriores fueron de trazo firme, sujetando con inteligencia una embestida temperamental. Sin embargo, la faena de muleta, pese a intentos de cadencia y estructura, se diluyó entre intermitencias. El astado protestaba el engaño y pedía toques suaves, lo que obligó a Castellá a tirar de técnica y paciencia. No hubo conjunción total y, tras un desarme inoportuno, la obra se diluyó antes de un final desafortunado con los aceros.
Daniel Luque, por su parte, bordó el toreo en el segundo de la tarde. «Bachicho», un toro bajo y bien hecho, encontró en las manos del sevillano el mejor trato posible. La suavidad de la capa, la precisión de la media y la torería de la larga fueron un poema. El quite de Emilio de Justo por chicuelinas encendió el tendido, pero el brindis al público de Luque anticipaba que algo grande estaba por llegar. Desde los primeros compases de la muleta, la faena tomó un vuelo extraordinario. Dos series por derechazos enroscándose el toro a la cintura, sin un solo toque de más, gobernando con el mentón hundido y el alma en cada embroque. El toro no tenía el mismo ritmo al natural, pero la convicción de Luque lo hacía pasar con una suavidad inverosímil. La intensidad subió aún más en el epílogo, con circulares fulgurantes y luquecinas de infarto. Todo estaba preparado para el doble trofeo, pero un pinchazo previo a la estocada dejó el premio en una oreja con petición de la segunda.
Emilio de Justo tuvo que remar contracorriente con el tercero, un «Cognan» de 569 kilos que pesaba más por su actitud que por su romana. Tras una larga cambiada en el tercio, el toro ya mostraba su tendencia a agarrarse al piso. La faena fue un pulso constante, con el extremeño intentando encelar y tirar del astado con temple, pero sin encontrar nunca la continuidad. Lo intentó por ambos pitones, pero la transmisión se apagó pronto, y tras una estocada certera, el silencio fue la única respuesta.
El cuarto, un «Pocholo» de 530 kilos, tampoco ayudó a Castellá. Brindó al público, apostó por un inicio con péndulos de infarto, pero el toro se quedaba corto y tendía a defenderse. Sebastián puso su empeño en tapar los defectos, buscando la ligazón imposible, pero la faena quedó a medio camino. La espada, esta vez más certera, tampoco le sirvió para sumar en el marcador.
El quinto de la tarde, «Paparrucho», planteó un nuevo desafío para Luque. De rodillas lo recibió el sevillano, encajando verónicas de enorme expresión, pero la falta de fortaleza del astado marcó el devenir de la lidia. La faena fue una lucha constante contra la debilidad del toro, cuidando cada toque, mimando cada embestida. A pesar del esfuerzo, no hubo conexión plena, y tras una media estocada, el silencio volvió a la arena.
Cuando todo parecía destinado a un cierre sin gloria, Emilio de Justo hizo estallar la plaza con una faena de otra dimensión al sexto bis. «Sobrehueso» salió con menor entidad, pero su humillada embestida permitió que el extremeño dibujara una obra de hondura y temple. Desde las primeras verónicas hasta el galleo por chicuelinas para llevarlo al caballo, la estética gobernó cada movimiento. En la muleta, la faena creció en intensidad: derechazos con la mano hundida, recreándose en los finales de serie, y un pase de pecho que parecía no terminar nunca. Por el pitón izquierdo, el toro se venía por abajo, pero su condición se agotaba. Emilio supo exprimir cada embestida en un final de faena de gran calado. Todo estaba dispuesto para la gloria, pero el acero jugó una mala pasada. Un doble pinchazo dejó la faena sin premio tangible, pero con el reconocimiento unánime de la plaza.
La tarde terminó con Daniel Luque como el gran triunfador del festejo, gracias a una faena de absoluto magisterio. Emilio de Justo firmó una de las obras más profundas de la feria, aunque sin redondear con la espada. Sebastián Castellá dejó destellos de su raza, pero sin redondear el triunfo. Una jornada de toros que dejó sensaciones intensas y un nombre propio en el firmamento de la Feria de Fallas: Daniel Luque, emperador de Valencia.
Ficha del Festejo
Lunes 17 de marzo, 2025 – Plaza de toros de Valencia – Feria de Fallas. Octavo festejo de abono – Corrida de toros – Toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presentación. Primero: a media altura la embestida y protestón; segundo: con clase y fondo, aplaudido en el arrastre; Tercero: agarrado y muy a menos; cuarto: escaso de fuerza, limitado en casta y bravura; quinto: sin fuerza, cogido con alfileres; sexto; devuelto; sexto bis: encastado y bravo. Sebastián Castellá (Terno grana y plata): Silencio tras aviso y Silencio tras aviso. Daniel Luque (Terno grana y oro): Oreja y silencio. Emilio de Justo (Terno primera comunión y azabache): Silencio y Ovación.