2a de Manizales: La Gloria de un Toro Bravo y el Arte Torero

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En el segundo festejo de la Feria de Manizales, un toro de Ernesto Gutiérrez brilló con bravura integral, obteniendo el honor del indulto. La tarde destacó por la entrega técnica de David Galván, el esfuerzo tenaz de Juan Sebastián Hernández y el arte sublime de Román Collado, culminando en una jornada inolvidable para la tauromaquia.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora- www.enelcallejon.co/ – Web Aliada

Manizales – Colombia. A menudo, en la mente del cronista, se entrelazan luces y sombras al intentar construir una narrativa fundamentada en los acontecimientos de una corrida. Pero cuando la claridad se impone, una verdad resplandece con fuerza: la esencia de todo está en la bravura, la piedra angular del toro de lidia y el alma de la tauromaquia. La bravura no es simplemente agresión ni fuerza desbocada; es la expresión sublime de un animal que acomete con entrega total, ataca sin titubeos y se crece ante el castigo.

Juan Pedro Domecq describió la bravura como «la acción de acometer, el ansia de combatir sin pensar en otra cosa que el ataque», un arte genético pulido a través de siglos de crianza selectiva y dedicación. Solo el toro bravo, dotado de casta y nobleza, posee el coraje necesario para transformar su instinto en una embestida de calidad, capaz de sostenerse con dignidad y grandeza hasta el final.

Álvaro Núñez lo expresó con precisión: «Todos los animales atacan, pero cuando son castigados, huyen; solo el toro bravo se crece al castigo». Esta cualidad, cuando se une a la nobleza y la clase, convierte al toro bravo en algo más que un oponente: lo transforma en el eje de un espectáculo único, en protagonista de una danza entre la vida y la muerte que sublima la lucha en arte y eterniza el instante en la memoria de los aficionados.

La crónica de la Segunda de Feria

La tarde del 6 de enero de 2025 quedará grabada en la memoria de los aficionados como una de las más emblemáticas de la Feria de Manizales. En el ruedo, la bravura y la nobleza del toro de Ernesto Gutiérrez, el esfuerzo encomiable de Juan Sebastián Hernández y el arte desbordante de David Galván y Román Collado convergieron en una jornada cargada de emoción, sacrificio y gloria.

La bravura, ese misterioso atributo que define al toro de lidia, se manifiesta en su capacidad de acometer sin tregua, de entregarse por completo en la lucha. Juan Pedro Domecq definió la bravura como «la acción de acometer, de combatir sin pensar en otra cosa que el ataque.» Es ese carácter indomable que se crece ante el castigo y convierte cada acometida en un acto de pureza y poder. En la arena, el toro bravo no se limita a embestir: se entrega, ataca con nobleza, y lucha hasta el final, haciendo gala de una fiereza que solo puede explicarse como un milagro genético y un triunfo de la crianza cuidadosa.

La corrida: luces y sombras

El cartel presentaba toros de la ganadería Dosgutiérrez, con excepción del quinto de lidia ordinaria, un ejemplar de Ernesto Gutiérrez que terminaría por robarse la tarde y los corazones de los aficionados. Los toros de Dosgutiérrez mostraron una presentación desigual, con varios ejemplares descarnados y de juego deslucido, generando decepción entre el público. Sin embargo, fue en ese contexto adverso donde emergió el verdadero temple de los toreros y el milagro del quinto toro.

David Galván: el poder de la entrega

David Galván abrió la tarde con un toro que, aunque carente de clase, permitió al torero lucir su tauromaquia serena y poderosa. En el saludo capotero, sus verónicas suaves y acompasadas marcaron el ritmo de lo que sería una faena sólida y de gran calidad. En la muleta, hilvanó series por ambas manos con suavidad y parsimonia, mostrando un dominio absoluto de los tiempos y las distancias. Tras una estocada certera, el público pidió con fuerza las dos orejas, que le fueron concedidas. Con el cuarto de la tarde, Galván lo intentó de principio a fin, pero las condiciones del toro no permitieron el lucimiento. Su esfuerzo fue evidente, y aunque recurrió a macheteos por la cara, el burel no colaboró. Una estocada y el verduguillo marcaron el final de su labor, quedando en silencio ante la imposibilidad de triunfar.

Román Collado: la faena soñada

Román tuvo un inicio discreto con su primer toro, el segundo de la tarde. Aunque logró extraer verónicas toreras en el capote, el burel no ofreció mayor emoción en el tercio de muleta. Collado hizo gala de inteligencia y oficio, construyendo una faena técnica y templada, pero el mal uso de la espada le privó de trofeos, quedando en silencio tras aviso. Con el segundo de su lote, todo cambió. Desde el capote, Román conectó con el público gracias a su variedad y torería en las verónicas y chicuelinas. En la muleta, su faena fue de mando, temple y ligazón, con tandas que arrancaron olés sentidos de los tendidos. La bravura del quinto toro permitió que el torero se explayara en una labor emocionante. Tras la decisión del indulto, Román paseó dos orejas simbólicas, coronando una actuación memorable.

Juan Sebastián Hernández: lucha sin recompensa

El joven colombiano Juan Sebastián Hernández enfrentó una tarde cuesta arriba con toros de escasas condiciones. Con el primero de su lote, buscó y porfió con determinación, pero las limitaciones del burel hicieron imposible el lucimiento. A pesar de sus esfuerzos, la espada no estuvo de su lado, y fue ovacionado con palmas tras aviso. El sexto de la tarde, que cerró la corrida, fue otro desafío. Hernández mostró voluntad y entrega, pero la falta de materia prima lo dejó sin opciones reales de construir una faena destacada. El público reconoció su esfuerzo, aunque el silencio marcó el epílogo de su actuación.

El toro de Ernesto Gutiérrez: la gloria de la bravura indultada

El quinto toro de la tarde, de la ganadería de Ernesto Gutiérrez, fue la joya de la corrida. Desde su salida al ruedo, dejó claro su carácter bravo y codicioso. En el capote, su fijeza y entrega marcaron un inicio prometedor. En el tercio de varas, empujó con poder y se creció al castigo, mostrando la casta y nobleza que definen a un toro de lidia. En la muleta, la clase del animal brilló con luz propia. Sus embestidas largas, humilladas y repetitivas ofrecieron un lienzo perfecto para que Román construyera una faena llena de temple y torería. La petición de indulto fue unánime, y el presidente, convencido de la excepcional calidad del ejemplar, concedió el honor al toro. La vuelta al ruedo de Román con las dos orejas simbólicas, acompañado por los gritos de «¡toro, toro!» desde los tendidos, fue un momento apoteósico.

Conclusión: una tarde para recordar

La Feria de Manizales vivió una jornada marcada por contrastes. La irregularidad de los toros de Dosgutiérrez no empañó el triunfo de los toreros ni la grandeza del ejemplar de Ernesto Gutiérrez, cuya bravura y nobleza quedarán como ejemplo de lo que debe ser un toro bravo. David Galván y Román Collado se llevaron los máximos honores de la tarde, mientras que Juan Sebastián Hernández demostró entrega y profesionalismo en una tarde que, aunque adversa, será un peldaño más en su carrera. Manizales confirmó, una vez más, su estatus como una de las plazas más importantes de América, donde el arte, la bravura y la pasión taurina encuentran su máxima expresión.

Ficha del Festejo

Plaza de Toros de Manizales, lunes 6 de enero de 2025. Segundo festejo de la Feria de Manizales. Toros de Dosgutiérrez (deslucidos en general, sin clase ni casta, algunos pitados en el arrastre), el quinto de Ernesto Gutiérrez, indultado por su bravura, nobleza y clase. David Galván: Dos orejas y silencio. Román Collado: Silencio tras aviso y dos orejas simbólicas tras indulto. Juan Sebastián Hernández: Palmas tras aviso y silencio tras dos avisos.

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