Así era una transmisión taurina radial de quince horas en Colombia

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Redacción: Rey Buitrago – teriofinal.com

Hoy quiero que nos transportemos en el tiempo, y de la mano de este relato del Ingeniero, historiador y estadígrafo taurino, Germán Bernate (Q.E.P.D.), sobre una descripción bajo su concepto sobre las transmisiones radiales taurinas que duraban más de 15 horas:

En Colombia, una feria es todo un acontecimiento que incide en la vida de la ciudad. En Cali, por ejemplo, el horario del comercio, la industria, la banca, y toda actividad se modifica. Se trabaja desde las ocho de la mañana, hasta la una de la tarde. Todo esto, justo para que los ciudadanos puedan «almorzar», ponerse su «traje de fiesta» y dirigirse rápidamente al albero de Cañaveralejo. A las tres suenan clarines y timbales. Es imperativo estar allí, para ver el paseíllo. Jamás se puede llegar tarde a la plaza. Este es el único espectáculo que comienza a tiempo, tanto en esta ciudad, como en cualquier país del mundo. En las otras ferias sucede algo similar. Todo el ritmo de la ciudad es circunscrito a las corridas de toros. La actividad cambia. El buen humor es la norma. Alegría. Todos felices. «Voy a los toros».

Un día cualquiera de corrida, la radio inicia su gestión hacia las nueve de la mañana. Transmiten todo el día y terminan a eso de las doce de la noche. Quince horas de transmisión, quince. ¿De qué se habla en todo este tiempo? Pues de toros. Y de toros y más de toros.

Un breve recuento. A las nueve, un grupo de locutores, usualmente nuevos en estas lides comienzan a relatar cómo está el tiempo. ¿Hay viento? Vaticinios sobre el tiempo para las horas de la tarde. Después, un recuento de las informaciones de prensa con los resultados de las corridas del día anterior. Los espectadores van entrando en calor. Entrevistan en directo a los transeúntes. Pasa el tiempo. Ahora va la reseña de la ganadería de esta tarde. Encaste, procedencia, propietarios, triunfos y fracasos.

Conjeturas sobre su comportamiento. Y luego análisis de cada uno de los diestros actuantes. Estadística de sus presentaciones en esta temporada y en temporadas anteriores. Su estado anímico. Triunfos, fracasos, expectativas. Historia de la plaza. Pasan las horas. Ahora «ya son las once», informa el comentarista. Vamos corriendo al sorteo. Ya los ánimos están prontos. Cómo ven los toros. Grandes, pequeños, bonitos, feos, altos, bajos. Nuevas entrevistas. Esta vez a los banderilleros. A los apoderados. A los ganaderos. Y no falta un aficionado, miembro de alguna «Peña», quien, con mil argucias y gran afición, se ha logrado colar hasta el sagrado recinto donde se hace el sorteo. Cuando por fin le permiten utilizar el micrófono, con voz entrecortada y llena de emoción, intenta narrar todo lo que ve: los toros, los bueyes, los monosabios, los torileros, los ganaderos, en fin, todo, absolutamente todo. Después de una breve batalla, el comentarista logra recuperar su micrófono, ante las sonrisas de los contertulios.

Pasan las horas. Ahora hay que correr para entrevistar a los toreros, en su habitación. Algunos, la mayoría, son amables y corteses. Otros, altaneros y altivos, rechazan al informador, con palabras duras. Los periodistas, impertérritos, escuchan con santa paciencia el «regaño» y, recordando las lecciones de sus profesores, buscan en las frases aleves la oportunidad de preguntar algo que les motive. Y lo consiguen. Y ya, metido en la muleta el diestro malcriado, resulta hablando y hablando mucho, mucho más de lo que pensaba y de lo que creía. Un Olé para los periodistas radiales. Es admirable su tesón.

Cuando se va acercando la hora de la corrida, hacen su aparición los cronistas «estrellas». Ellos ahora, lo tienen todo hecho. Desde luego, han pasado por lo anterior. Y ahora llevan la parte central. Todos corren a la plaza. El tráfico los perjudica. Voces de ira. Bromas. Todo esto se escucha al aire. No falta un «simpático» quien, muy amablemente, solicita el micrófono. Luego, cuando nadie se lo espera, suelta un «taco», de aquellos que nos hacen sonrojar. Los repudian. Pero, siguen la carrera a la plaza. Por fin, todos en sus puestos. Suena el clarín. Y allí está el narrador comentando todo lo que sucede: qué personas notables se encuentran en la plaza, el Gobernador, el Alcalde; quién abre plaza; cuál es el color de los trajes de los alternantes; quiénes están en cada cuadrilla; quiénes son los picadores; cuál es el nombre de cada toro, cuánto pesa, cuál es su capa. Todo, absolutamente todo es informado por el micrófono. Cada toro es narrado prolijamente. Durante la lidia, cual cuadrilla entrenada, cada crítico comenta su parte.

Siempre claro. Siempre apasionado. Ahora comienza la polémica. No se está de acuerdo con lo que ha dicho uno de los colegas. ¡Vamos!, que todos los aficionados a los toros, antes que nada, «son aficionados a discutir sus puntos de vista con vigor». Y los críticos, de todos es sabido, son aficionados. Para «limar» asperezas, entrevistas a los asistentes. Ellos, desde luego, tienen sus puntos de vista, que no coinciden con ninguno de los anteriores. ¡Que siga la fiesta! Finalmente, la corrida termina. Y ahora, sigue la transmisión. Se desplazan los micrófonos a los sitios claves. Se entrevista a los asistentes. Se les invita a que depositen sus «entradas» en grandes buzones para participar en rifas de libros taurinos, capotes, muletas, entradas para toros… Las opiniones son «variopintas». Unas pocas, sensatas y objetivas. Otras las más, llenas de emoción y pasión, con palabras entrecortadas y tono alto. Bueno, todos pueden opinar.

Sigue la transmisión. Ahora ya son las ocho de la noche. Los locutores van a los hoteles y los «estaderos» taurinos. Los espadas triunfantes, con placer infinito, conceden declaraciones. Quienes no han logrado destacar se refugian en tablas. No quieren hablar. No pasan al teléfono. Y otro truco más divertido: salen de su hotel, por la «puerta de atrás», y se refugian en casa de algún buen amigo. Así, evitan ser molestados, pero, ante todo, se protegen de las «inconsistencias» que dicen, cuando llenos de ira, quieren hacer blanco de su fracaso a quienes no tienen ninguna responsabilidad.

El tiempo pasa. Ya son las diez de la noche. La noche es joven, afirma un parroquiano, empuñando un delicioso «blanquillo». Ahora entrevistan a otros aficionados, de otras ciudades, para que «opinen sobre lo acontecido». Y he aquí, la magia de la radio. Ellos, desde sus hogares, hacen un recuento de lo ocurrido: señalan aciertos y errores. Critican a la empresa, a los ganaderos, a los toreros. Elogian al triunfador. En síntesis, han participado de la corrida. En ningún momento han abandonado su radio. Están enterados de todos los aconteceres. ¡Que viva la fiesta! ¡Que viva España! grita el parroquiano del «blanquillo». Ya son las once y cuarenta y cinco. El locutor, con nostalgia, comienza a despedir la transmisión.

Los americanos son amigos de las despedidas largas. Por tanto, el locutor debe cumplir este rito. Faltan unos pocos minutos para que sea medianoche, y el comienzo de un nuevo día. Con voz entrecortada se anuncia que la programación taurina termina. Lo repite varias veces. Una última entrevista, al «parroquiano» de marras. Finalmente, los encargados del Control Master hacen sonar un pasodoble. Le aumentan el volumen y bajan el del micrófono del locutor. Suben las notas del pasodoble. Al fondo grita «hasta mañana, cuando tendremos toda la información taurina». Son las doce. Un nuevo amanecer nos espera, junto con otro cartel de toros y toreros.

Complemento: la década de los 90, el boom de los toros en la radio

Estas transmisiones maratónicas se le ocurrieron a una mente brillante con nombre propio que promocionó fuertemente la fiesta en emisoras como Caracol y el Grupo Radial Colombiano (abriendo desde esa cadena, las transmisiones taurinas internacionales cuando los toreros colombianos como el Maestro César Rincón, Over Fresneda ‘Gitanillo de América’ I, entre otros, toreaban en España, sumando que también trajo reconocidos periodistas extranjeros a la temporada taurina de Cali y Manizales, como a José Luis Carabias de Televisión Española y Radio Nacional de España), Óscar Rentería Jiménez. En una entrevista en un documental taurino de Canal+ por allá en el año 1996, Rentería que ya había visto los éxitos de las transmisiones deportivas maratónicas desde la ciudad de Cali, comentó que se le ocurrió transmitir doce horas de transmisión en las primeras temporadas que cubrió para Caracol, que no fueron fáciles teniendo solamente periodistas nacionales desde varios puntos de la noticia en los toros.

En la época del boom del Maestro César Rincón en la década de los 90 y con el periodista vallecaucano nuevamente en Caracol luego de su paso por el GRC, habló con la gerencia y la presidencia de la cadena, que le dieron el visto bueno para traer comentaristas extranjeros como fue el caso de Manolo Molés y toda una baraja de comentaristas para las transmisiones, caso concreto con el inolvidable ‘mechón blanco’ de la fiesta, Antonio Chenel ‘Antoñete’ (Q.E.P.D.), además de DON RAMÓN OSPINA MARULANDA (Q.E.P.D.) de toda una vida en la Cadena Radial Colombiana, Iván Parra Díaz ‘Parrita’ (Q.E.P.D.), el médico deportólogo César Augusto Arias, Guillermo Rodríguez Muñoz, Guillermo Vallejo López, Julián Parra Díaz, sumando a los humoristas (para amenizar la tarde taurina) como la mujer de las mil voces, Alexandra Montoya y al gran Guillermo Díaz Salamanca, además de las voces vendedoras de Juan Manuel Laguna en Cali y Pedro J. Andrade en Manizales. El Dr. Hernán Peláez Restrepo en una conferencia en 2014 dijo: ‘la radio es para que la gente construya fantasías y para que se haga una idea’, pues sí, con esas transmisiones que hacían las emisoras, haciendo hincapié en Caracol, pareciera como si el oyente estuviera en la misma plaza, dándose a la idea que está viendo la faena del momento en una tarde taurina.

Pero mucho antes, me comentaba en estos días el periodista Álvaro Hernando Gallego, que cuando estuvo en Caracol, Rentería lo llamó para hacer esas larguísimas transmisiones en Cañaveralejo, cuando el periodista deportivo vallecaucano estaba en su primer paso en la cadena que en ese entonces se llamaba ‘La Voz del Río Cauca’ que me complementó ‘si no fuera por Rentería, la fiesta brava de Cali no tendría tanto auge y la afición no sería lo que fue’, corroborando que todo el relato del Ing. Bernate tiene esa magia al igual que la radio que construyó esa fantasía de oír la corrida como si se estuviera viéndola en la plaza. Una infidencia sobre Rentería: no sabía los colores de las capas de los toros. En una corrida en Bilbao en 2008 cuando Enrique Ponce vuelve a salir a hombros de Vista Alegre, el nunca olvidado ‘Parrita’ estaba en el palco de Canal+, Molés le mencionó al recordado cronista quindiano sobre Rentería que era el jefe en el famoso ‘Combo Taurino de Caracol’, porque un toro castaño de esa tarde, si estuviera transmitiendo Rentería le decía ‘cafecito’, complementando Parra que a un toro castaño le llamó ‘cafecito con leche’ y a un toro cárdeno lo llamó en una transmisión ‘grisecito’.

Ese mismo esquema de transmisiones fue copiado por las demás emisoras que transmitían toros, porque como bien lo dice la frase ‘lo bueno es lo que se imita’, ya que recuerdo que me tocó oír lo último que se hizo de las transmisiones de los sorteos de las temporadas de Cali y Manizales por allá desde fines de 2004 hasta 2006 por RCN Radio, con el staff taurino conformado en ese entonces por Alberto Lopera ‘Loperita’, Oscar Hernán Correa Victoria, Javier Baquero ‘Jaba’, José Luis García y el siempre recordado Fernando González Pacheco (Q.E.P.D.), que estaba en sus últimos años en la Radio Cadena Nacional. Fue apenas mi primera inmersión en la estadística taurina, anotando atentamente el resultado de los sorteos en unos cuadernos que tengo por ahí guardados en mi baúl de los recuerdos.

Por eso cuando Rentería se retiró del comando de las transmisiones taurinas y los demás cronistas también se han retirado y otros fallecido, en mi concepto, se ha sentido esa ausencia de esa magia, esa chispa y ese trabajo tan completo que hizo en ese tiempo en la radio. Hoy en día, en la era de la tecnología, la fiesta también se ha beneficiado en estos tiempos, ya que es difundida además por los comentaristas tradicionales siempre presentes en las temporadas, también por nuevas caras independientes que hay en el periodismo taurino tanto en medios tradicionales como la radio y en nuevos medios como las redes sociales y podcasts, intentando revivir esa magia que se transmitía desde la plaza hasta llegar con chispa al transistor y al corazón del oyente.

La lista de colegas periodistas nacionales y foráneos que fueron pioneros, vivieron y transmitieron esas épocas doradas de las transmisiones taurinas radiales es bastante dispendiosa, pero en este artículo quise que la afición rememorara sobre cómo se hacía una transmisión radial en época de temporada grande colombiana de fin de año y cuál fue el principal responsable de que la fiesta tuviera todo ese auge en los medios comunicativos, especialmente en la radio.

Agradecimientos al Dr. Bernate donde quiera que esté, por este relato tan maravilloso de un día de toros a través de las ondas hertzianas y a los que hicieron esa radio taurina de Colombia, una de las mejores del mundo.

PD: ustedes perdonarán si no recuerdo u omito más nombres, pero esos son los que se me vienen a la mente en este artículo. Mil perdones

 

 

 

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