Es uno de los matadores más destacados de Latinoamérica, con 1.400 corridas hasta que se retiró en 2008. Para él es una identidad. Su madre fue de las pocas mujeres toreras de Colombia.
Redacción: El Mundo
El mundo del toro conoce bien a Gitanillo de América (Bogotá 1962), matador colombiano que llegó a torear 1.400 corridas por toda Latinoamérica, hasta que dejó las plazas en 2008, al contraer matrimonio con Iveth, la mujer de su vida. Su nombre volvió a aparecer en las noticias, el 8 de enero de 2022, cuando se conoció la muerte de Jaime Ostos. El diestro español sufrió un infarto en Colombia, donde Ostos y su mujer, María Ángeles Grajal, pasaban las fiestas navideñas invitados por Iveth y Gitanillo. «A sus 90 años, Jaime era una persona llena de vida, pero no se pudo hacer nada, murió apaciblemente. Fue un gran hombre. Pasábamos las horas hablando de nuestra vida en el toreo», cuenta Gitanillo.
Así le llama todo el mundo, hasta en familia. Su nombre de verdad es José Over Gelain Fresneda. Un día que se estrenaba en la plaza de Gavilanes, allá por el Valle del Tiétar, el empresario consideró que aquel nombre era imposible para anunciarlo en el cartel. «Y como me decían en Colombia que tenía piel de color gitano y en aquel momento trasmitían en Radio Nacional de España algo de la guerra de las Malvinas, me dije, pues mi América y Gitanillo. Aquella tarde, corté dos orejas y rabo, me dio suerte».
La vocación le viene de familia. Su madre, Blanca Cecilia Félix, la Morena de los Ruedos, fue una de las tres mujeres toreras que tenía Colombia. Su padre, muchos años novillero, montó después una empresa importante de espectáculos cómicos taurinos. Con Fantasías taurinas de Walt Disney recorrió toda América. Su personaje se llamaba Indio Veloz. Taurino y cómico, no parece muy ortodoxo. «Esos espectáculos ayudaban a muchos novilleros a darse a conocer. Manolete participó en la parte seria de algunos de ellos, también Ortega Cano y muchas grandes figuras. Yo recorrí con ellos plazas de Ecuador, Perú, Venezuela y Colombia y me forjé ahí», señala.
En España, Gitanillo toreó más de 70 novilladas picadas, 100 sin caballos y 16 corridas de toros. La alternativa la tomó en Colombia, con Pedro Gutiérrez Moya, El Niño de la Capea y Espartaco, como testigos. Pero mucho antes de llegar ahí, tuvo que pedir ayuda al Cristo de Medinaceli para vestirse de luces en España. «Me aconsejaron que fuera un viernes a pedirle a Jesús algo que necesitara mucho. Después de horas en la cola, llegué y le dije: ‘Si usted me ayuda a que me den la alternativa, yo le prometo que mi traje será del color de su vestido’. Cuando llegué al Wellington para ver a mi apoderado, vi que en el bar estaba Diodoro Canorea, el empresario más importante. Sin más me acerqué y le dije: ‘Necesito que me ponga en Sevilla, que me hace mucha falta’. Aceptó, me vestí de color nazareno y mi papá llegó a tiempo de verme en el segundo toro y que cortara una oreja».
Gitanillo pasa una temporada en España, pendiente de obtener la nacionalidad española, no sólo por sus orígenes extremeños. Tiene familiares residentes aquí y ha vivido largos años en nuestro país. Estos días está en Gerena, la localidad sevillana en la que muchos jóvenes toreros viven y se entrenan. Su hijo Santiago Fresneda, de 23 años, se prepara a fondo en la finca del marqués de Albaserrada, que da nombre a la importante ganadería de su propietario.
La plaza de toros de Bogotá lleva cerrada varias temporadas por influencia de las asociaciones antitaurinas. Durante 15 años y a petición del partido Centro Democrático, Gitanillo ha defendido en el Senado de Colombia que las corridas de toros son un bien cultural que debe mantenerse y apoyarse. Piensa que pronto habrá buenas noticias.
Por cierto, ¿ cómo ve el narco el mundo taurino? ¿Ha visto usted a Pablo Escobar en una plaza?
- Que yo tenga conocimiento no. No se han pronunciado nunca.
- ¿Y la guerrilla? Hay diputados que proceden de las FARC.R.- Alguna vez me ha tocado hablar con ellos y ha sido con mucho respeto por ambas partes, porque tiene que haber una convivencia, todo sea por la paz. Procuré convencerles de que el tema taurino es cultura y parece que lo entendieron. Tuve el honor de que me acompañara al Congreso de la República mi amigo César Rincón. Le pedí que fuera porque tenemos que dialogar con ellos, aunque para llegar a ese diálogo, en Colombia hayamos tenido que tragar sapos y culebras, por el bien del país. Les explicamos que los toreros le hemos dado un nombre a Colombia. Y al final hubo proyectos de ley en los que no votaron ni a favor ni en contra, lo que nos dio una oportunidad para defender los toros. Hay buenas perspectivas legales de que se vuelva a abrir la plaza de Bogotá. Lo que no podemos es estar callados, esta es una herencia que hemos recibido de España, nosotros somos hispanoamericanos, un término más correcto que el de latinos.