Crónica del sexto festejo de la Feria de Fallas 2024
Se llenó la plaza de toros de Valencia al reclamo de Roca Rey y el presidente se encargó de penalizar la mascletá del peruano y el final que todos buscaban. A la primera no fue la vencida después de inventarse una faena al quinto, con la revoluciones desatadas en los tendidos cuando los terrenos se acortaron. Un toreo explosivo que se opuso al callado de Pablo Aguado, en una faena de gran poso y finura, con muletazos reduciendo siempre la embestida. Un toreo caro, que, de nuevo, contó con el silencio de la música. Pecado mortal para el público. Tuvo la corrida de Victoriano del Río más confianza en el hierro que en su presencia, poco armonía y de feas hechuras frente a la que Sebastián Castella se esforzó por un lucimiento que resultó imposible por la mansedumbre de sus oponentes.
Entraba ya la tarde en un callejón casi sin salida cuando saltó al ruedo el quinto, un colorado chorreado que cumplió con las hechuras propias de la corrida: de alta alzada y largo cuerpo. Los tendidos esperaban al gran reclamo de la feria con la esperanza de conseguir la foto que todos venían buscando: la Puerta Grande del peruano. Cambió la moneda en un inicio de faena en el tercio por derechazos sobre la diestra, muy encajado. Se movía el toro con poco poder, más sobre las manos que con la entrega de los viajes que salen desde los cuartos traseros. De venir, pero no salirse. Dos series sobre la diestra a media altura intentaron dar la inercia y la entrega que consiguió en el toreo al natural. De compás abierto, tirando de la embestida. Rompió el público con el toreo en cercanías, tras una faena inventada. Cantado como un triunfo. Dio Roca Rey lo que el público venía a ver y, por eso, fue celebrado. Tras la estocada, se pidieron las dos orejas, pero el presidente solo concedió una. El toro cayó en suerte contraria para la concesión, cercano a la puerta de arrastre.
El segundo estuvo tan gusto en todo que la faena se vivió con frío y distancia por parte del público, que solo entró en el trasteo cuando pisó los terrenos de cercanías. Sin embargo, todo tuvo poco eco por la condición del toro.
Tiene Valencia el gusto en el toreo ruidoso de ligazón y movimiento. De la pura pólvora. Volvió Pablo Aguado a sufrir dicha sentencia. Tuvo la faena a su tercero un toreo caro, reducido a la máxima expresión del tiempo. De coger la embestida y pararla en simbiosis perfecta de ritmo. Todo en línea y trazo casi curvo. Pero por el pecho y no por detrás. Estuvo el público más pendiente de que la música arrancara que de la faena a un toro que embistió a media altura. Con mejor embroque que remate. Tuvo categoría la tarde de Aguado de principio a final, con el capote y la muleta.
Verónicas y chicuelinas templadas al sexto, un toro que embistió en descompuesto movimiento hasta que se quedó sin inercia. Una embestida a la defensiva, queriendo coger la muleta con el pitón de afuera. Pero ya el público se había quedado sin su foto.
Sebastián Castella levantó al público en un quite por chicuelinas que vino a replicar otro de Roca Rey. El diestro galo se encontró con dos toros mansos desde el inicio, a pesar de no buscar los terrenos de las tablas hasta el final de las faenas. Eso sí, los viajes siempre fueron sobre las manos y con el pitón de afuera. Dos faena de buen trazo y difícil limpieza.