Abrió la feria de Manizales con una gran acogida en los tendidos y una novillada (inesperadamente) de triunfo.
Redacción: David Jaramillo – Aplausos
Manizales – Colombia. Abrió la feria de Manizales con una gran acogida en los tendidos y una novillada (inesperadamente) de triunfo, pues los utreros de Mondoñedo, otrora ásperos y tachados de duros, mostraron una calidad muy aprovechable, aunque con una exigencia que pedía experiencia y mando, el que sólo supo mostrar un hecho Luis Miguel Ramírez.
Lo cierto es que el antioqueño se vio puesto y sereno, nunca les llegó el agua a los tobillos en su lote, el menos propicio, pero que agradeció el excelente trato que le dio el novillero. Al primero, sin raza ni recorrido, Ramírez le recetó firmeza, disposición y variedad para vestir los momentos muertos y estirar las embestidas cortas, que cada vez fueron más largas y entregadas mientras la muleta volaba con autoridad. Y al cuarto, de feas hechuras y que salió con el freno de mano puesto, le anduvo hacia atrás con el capote con una clarividencia soberana que le ayudó a romper con la confianza que le dio el torero. Inteligente, supo tirar del novillo, limar cada aspereza y transformar cada arrancada en una embestida más que potable, hasta cuajarle un par de naturales de gran calidad. Por poner una pega, pudo faltar ajuste, pero el trabajo sucio, el difícil, lo hizo con la solidez de un torero de más de una veintena de festejos toreados, cuando las veces que este hombre se ha vestido de luces en la última temporada se pueden contar con los dedos de una sola mano. Sólo por esa razón, verle su forma de entender la lidia abre las puertas de la esperanza. A lo que se suma otra razón, lo tiene claro con la espada. A ambos los tiró de una certera estocada. Con eso le valió para irse a hombros de Manizales y lanzar la feria.
Con el público ya caliente, Anderson Sánchez salió a no dejarse ganar la pelea, aunque quizás un poco pasado de revoluciones. Al menos, era un torero distinto al que vimos recientemente en Cali, donde mostró un reposo y unas formas más ortodoxas que las que dejó ver esta vez en Manizales. Es cierto que su primero, el segundo de la tarde, no se lo puso demasiado fácil, pues había que esperarle en su dormido inicio para que se decidiera, tras el embroque, a empujar las telas con intención, requiriendo una firmeza de plantas, un sitio y una convicción que no terminó de encontrar el novillero, que optó por una faena movida, de muchos efectos especiales, abrochada con una efectiva espada que le valió un alegre trofeo. Y el quinto tuvo menos bondad, al menos en el sentido de la nobleza, porque es verdad que embistió muy bien siempre que le hicieron las cosas por derecho, sin fisuras en el planteamiento, pero se cansó pronto de los titubeos y los alivios ornamentales, descubriendo al novillero tras los engaños y echárselo a los lomos después de un topetazo en la muleta que arrastró a Anderson hasta sus pitones. Magullado, pero ileso, el novillero no volvió la cara, pero el novillo ya había tomado los mandos.
Y cerró la tarde Simón Hoyos, que pasó de ser un joven empresario y aficionado práctico manizalita, a apostarlo todo por su sueño de ser torero. Y sí, es verdad que está más verde (el color de la esperanza, dicen) que el que vestido que lució la tarde de su debut con picadores, pero mostró un gusto y una forma de proponer el muletazo que despertó la ilusión de muchos. Pero no sólo, porque el novillo desarrolló una calidad tremenda, algo que no suele ser el sello del centenario hierro colombiano y que, junto al toro que lidió en Cali hace apenas unos días, abren también las puertas al optimismo. El novillo fue tan bueno que, a pesar de tropezar (casi) siempre con el capote bisoño de Hoyos, siguió acometiendo con el morro hundido en la arena, cuando largo le llevaran y con todo el cuerpo comprometido en la embestida. Precioso. Fue entonces cuando Simón se confió y corrió el brazo con empaque y sinceridad, logrando los olés más sonoros de la tarde. Y el sexto, también de buen fondo, pedía a cambio una experiencia que el novillero local evidentemente no ha conseguido aún. Por eso, cuando se acababa la inercia y debía comenzar el toreo de poder, aquello perdió fuelle. Aun así, volvió a emocionar con varios buenos derechazos. También es cierto que ambas faenas se le vinieron abajo cuando, mediado el trasteo, el novillero pareció quedarse sin ideas, y todo terminó derrumbándose cuando fue el turno del acero, llegando a escuchar los tres avisos del que cerró la tarde. Sin embargo, el buen sabor de boca que dejó él, la ganadería y la solidez de Ramírez, hacen pensar que en Colombia todavía brotes verdes que debemos abonar.
Ficha del Festejo:
Lunes 8 de enero de 2024. Plaza de toros de Manizales, Colombia. Primera de abono. Más de media entrada en tarde soleada. Seis novillos de Mondoñedo, de dispares hechuras en su correcta presencia, mejor hechos el tercero y el quinto, feo el cuarto, y de comportamiento variado, desde el bueno, por encastado y enclasado tercero, pasando por un quinto exigente y de buen fondo, y un sexto que pidió mando para obedecer con bondad y calidad. El primero tuvo menos recorrido, el segundo se dejó y el cuarto fue agradecido. Pesos: 438, 412. 384, 416, 382 y 420 kilos. Luis Miguel Ramírez (blanco y azabache), oreja y oreja. Salió a hombros.