Redacción: Javier Baquero
Ayer tuvimos la oportunidad de ver en Cañaveralejo a tres jóvenes novilleros, dos de ellos nacidos en tierras colombianas, mientras que el tercero proveniente de la Península Ibérica, los nacionales hechos a punta de esfuerzo, voluntad y suerte, mientras que el español producto de una escúdala taurina.
Los nuestros llegaron a Cali con pocas tardes, incluso con escasos tentaderos, pero Cristiano con toda la trayectoria de un joven que sin caballos alcanzó muchos éxitos y rápidamente pasó a lidiar con caballos, es más ya debutó en Madrid, mientras que los criollos, uno de Lenguazaque, en el Valle de Ubate y el otro de la capital de la montaña, han luchado con las uñas para ganarse cada inclusión en un cartel.
Sin embargo, los nuestros no demeritan en nada lo mostrado por el español y es que con pocos recursos y pocos toros, los colombianos tienen algo que se llama amor propio y vergüenza torera, por eso lo que nos regalaron a los aficionados es digno de admirar.
Desafortunadamente, los nuestros se hacen en medio de muchas dificultades, de aquellas que los foráneos no conocen. Sin embargo, quizás en eso consiste el valor de lo ejecutado por los colombianos. La torería viene del alma y esa no tiene nacionalidad, tan solo tiene emociones e ilusiones.
Podrá haber muletazos más lúcidos unos que otros, pero el valor de los mismos hay que sopersarlos en la justa medida de la vida de cada torero. A los que poco tienen y hacen mucho, muchas veces se les valora con mayor benevolencia o cariño, si preferimos el término, sin con ello decir que se les regale nada, lo que pasa es que el esfuerzo de unos y de otros es diferente en intensidad y en calidad.
El foráneo viene de una tierra donde, si bien es cierto hay muchos más novilleros, también, se dan más festejos, las ganaderías son más largas y la mayoría de las localidades tienen como eje fundamental de sus fiestas patronales los festejos taurinos, los tentaderos son más comunes y el campo es más generoso.
A los nuestros a hay que dejarlos aprender con el carretón, sin ver un solo pitón por años, menos ganaderías en el territorio, los tentaderos tan solo para unos pocos y pese a todo esto la ilusión sigue viva en estos muchachos que ven en el toro un futuro venturoso.