Sólo dos ovaciones en tarde plomiza de La Quinta, de la que se salvó el exigente lote de un alternativado Álvaro Alarcón que no terminó de romper; El Juli deja la faena de la tarde al segundo, pero una media espada evita el premio, mientras que un incomprendido Roca Rey se entrega sin mácula ante el quinto.
Redacción: Javier Fernández-Caballero – Cultoro. es – Foto: Olmedo
Madrid – España. Fue todo como una nebulosa en el primer día de clase, el de reencontrarse con viejos amigos, el de recordar las anécdotas que el verano había dejado tras de sí, el de gozar con compañeros que se entregan y ser correcto con los que no tanto, el de mostrar la ilusión de quien quiere ser -o seguir siendo- un destacado o el conformismo de quien considera un trance este trecho. Así fue Madrid hoy: una primera clase de un curso Isidril que este año es más corto. Y hubo de todo: un maestro, un alumno, un favorito … y unos deberes que cumplir por parte de quien puso la materia prima.
Porque cuesta creer -así es el toro, vaya- que cuando más tenía que dar la talla una ganadería que había luchado por consagrar el encaste Santa Coloma de nuevo en las Ferias y entre los grandes, marre en el día señalado. Y eso que había aprobado, y con nota, hace un año en este ruedo. Pero ni las vacas de Fuen la Higuera saben los andares del fruto de su vientre.
Así las cosas, todos los ojos de la clase en el primer día del curso estaban en el nuevo, un chiquito de Torrijos que no congenió por momentos con sus compañeros y se limitó a hacer lo que pudo ante el ritmo pasador del primero a zurdas y a intentar domeñar el poder de un sexto para tragar quina. Y eso que su trazo desmayado, su proposición pura y su valor para aguantar ese concepto de hombros hundidos en el embroque antes de que pasase la fiera había enamorado a este colegio cuando vestía el terno alquilado que hoy cambió por el comprado. Pero ¡ay, amigo!, qué fácil era aceptar un reto como lidiar La Quinta en tu doctorado -por el caramelo que consigo llevaba entrar en un cartel de boato-, porque el envoltorio del regalo a veces es más duro de abrir de lo que parece.
Ese bonito primero, guapo por donde lo mirases, le embistió a Álvaro Alarcón con un tranco tan cansino a la capa del toledano como repetidor cuando le plantó la tela roja en la distancia corta. Ahí, entre las rayas, quiso morirse en cada embroque el toledano, pero sin medir que la falta de poderes del animal no estaba para esos estudios. Y ahí fue cuando sacó la chuleta: la del crúzate, la del estate quieto, la del ¿sabes dónde has venido?… y fue error del joven hacer caso a aquellos que vinieron a ser protagonistas de una clase que no era la suya -algunos a reventarla-. Y esa fue su perdición. De dulce sevillano embestía luego ese animal por el izquierdo, por el que intentó medir su ritmo más Álvaro. Y los enganchones terminaron por deslucir el conjunto. No tuvo fuerza, pero sí una extraordinaria fijeza y repetición. Y el tendido suspirando si en manos de Juli y su suprema forma de medir ritmo y tiempos hubiese caído el animal… El sexto era otro cantar, porque era para poderle, para domeñar su tranco, para atornillarse con él, y no lo hizo -o supo hacer- Alarcón. Gajes de haber aceptado un caramelo así en la puerta del colegio venteño.
En clase, cómo no, estaba el maestro. Quién si no para evitar hablar de debacle, porque dejó Julián la obra más compacta de toda la tarde en Madrid a un segundo de embestida corta y lenta pero noble, al que el buen trato del madrileño sirvió para que rompiese. Ya le abrió los caminos con poder Julián de inicio a un toro que también protestaba su falta precisamente de fortaleza. Y embaucó con gobierno una embestida mediocre, embebiendo por abajo un animal que no llegó nunca a la quinta en fuelle, más rascó por momentos el ralentí que tenía y luego se quiso también morir en dos derechazos sublimes, con incluso la parsimonia ralentizada que le pudo robar al animal. Y con esa minoría de la clase reventando su obra -como si quisiesen que contestase bien al test cárdeno mientras le metían desde la mesa de al lado un lápiz por el oído-. Y sin querer escucharla, se cruzó Julián, callando con su proposición dogmática la intención reventadora de los custodios. Pero el medio acero le quitó el despojo.
Y cómo no: en el primer día de colegio estaba también el favorito, que por algo lo es y por algo reclamó público en la apertura de Feria: Andrés Roca Rey selló una faena de poder sordo, de entrega sin mácula, pero también sin eco, de proposición sin trampa, pero también sin gratificación final. Fue ese un toro que obedeció a regañadientes, pero con el que estuvo Andrés estoico en tres naturales despacioso, arrimándose como un perro sin que nadie le echase cuentas. Y eso en Madrid duele. Antes, de lo que tiró Andrés en el tercero fue de la movilidad del animal, al que llevó muy técnico en las dos primeras series, conduciendo el trazo con motor del cárdeno y rompiéndose ya en el de pecho de la tercera serie. También aprovechó la condición pasadora en el final de obra para seguir siendo el favorito y que Madrid, que es mucho Madrid, lo siga esperando. Porque siempre lo hace con quienes entregan su verdad a este rito.
Así fue el primer día del curso más corto de los últimos años, en el que también estaban también los que vinieron a querer y creerse ser los protagonistas de la sesión, que reivindicaron antes de que salieran los seis cárdenos toros serios y luego fueron ellos los menos serios de toda la función. Predicar sin dar trigo.
Más allá del paréntesis lectivo, fue éste un día en el que el maestro demostró por qué lo es, el nuevo entendió que debe seguir creciendo y el favorito dio testimonio -por momentos incomprendido, cosas de la expectación- de que a quien llevó, lo llevó por algo. Y La Quinta, que hoy gripó en tercera, se llevó para su tierra los deberes de seguir creyendo en la gloria de Santa Coloma. Que debe seguir siendo imprescindible en los colegios del toreo.
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, primera de abono. Corrida de toros. No hay billetes. Seis toros de La Quinta, entipados y serios. Con mucha clase y escaso fondo el primero; Bien hecho el segundo, de embestida corta y lenta pero noble. Agradeció el buen trato del torero; De armónicas hechuras el protestado (por su presencia) tercero, que tuvo movilidad, fijeza y recorrido; El cuarto fue un dibujo del fenotipo del santacoloma, pero sin su contenido; De asaltilladas hechuras el quinto, de escaso fondo y entrega; Encastado y exigente el asaltillado sexto. El Juli (gris plomo y oro): Ovación y silencio. Roca Rey (rosa y plata): Silencio y silencio. Álvaro Alarcón, que tomaba la alternativa (blanco y oro): Ovación y silencio tras aviso. Incidencias: Saludó José Chacón en el sexto de la tarde.