‘Pepe’, La Película

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Redacción: Víctor Diusabá Rojas

Acaban de estrenar en Colombia ‘Pepe Cáceres’, la película. Ojalá, sin otra novedad que la asistencia de público y las diferentes lecturas de quienes vayan a verla. De eso se trata el arte, de la libre interpretación de quién lo elige como interlocutor.

Y no sobra aquello de “sin otra novedad”. Porque, con los tiempos que corren y al ser una cinta de estrecha relación con lo taurino, no sería raro tropezar con intentos de censura de parte de estos catones de hoy, tan expertos en acallar, en nombre de la libertad, todo lo que precisamente se parece a la libertad.

Ya sucedió hace unos años en Bogotá, cuando los muy demócratas salieron a moler a palos a los aficionados a los toros en las afueras de La Santamaría. Además, con la complacencia de gente hoy en el poder, esa misma que se precia de ser defensora de los derechos humanos. Qué tal que no lo fueran.

Y volvió a pasar hace apenas unas semanas aquí en Cali. Prohibieron la actuación de un niño torero, con la excusa de que no querían que él corriera riesgos. Pura hipocresía, en un medio con miles de pequeños que viven en medio de la pobreza, la mendicidad y la violencia. No se les haga rara la payasada, así funcionan la demagogia y el populismo.

Bueno, vamos a la película. O a la forma como se pudo hacer realidad, porque detrás de ella hay un par de historias que corren paralelas: la de Pepe Cáceres y la de su hijo, Sebastián.

Pepe, es necesario contarlo, fue un torero de finales de los 50 del siglo pasado, que durante las tres décadas siguientes se convirtió en figura, no solo de la tauromaquia sino de la vida nacional.

Su muerte en 1987, por herida de asta de toro, produjo el impacto que genera la desaparición de un personaje público de primer orden. Basta revisar las primeras páginas en los diarios de entonces para comprobarlo.

En medio del pesar entre los suyos por la desaparición, un vacío particular signó la vida de Sebastián, quien entonces no tenía más de cuatro años.

Y, en parte, esa es la película: un río profundo en el que Sebastián se sumerge para intentar dar con ese progenitor del que no tiene más que vagos recuerdos.

Hace ya varios años, el maestro Germán Castro Caycedo me llamó para que conociera en su casa a “alguien que te va a gustar, tanto como los toros”. Y me encontré entonces con ese muchacho, imagen y semejanza física de Pepe, dispuesto a no dejar pasar de largo todos sus sueños, comenzando por los imposibles. Entre ellos, un largometraje.

Y así lo ha hecho, cuadro a cuadro, junto a su amigo y colega director Camilo Molano, hasta cuajar una faena a la que, igual, le lloverán palmas y pitos. De eso, de la división de opiniones, trata la real existencia. El unanimismo siempre será el peor invento de todos.

Por ratos, muy breves, me asomé al rodaje de la película, donde encontré a Sebastián y a Camilo, junto a Luis Fernando Hoyos y a otros fervorosos más, dispuestos a no dejar enterrar una idea que, desde afuera, muchos veían como peregrina.

Una y otra vez, cual trapecistas sin malla, todos saltaron con fe de las afugias económicas a las desilusiones que nunca faltan por cuenta de la condición humana.

Al final, hicieron la obra de la mano de la figura de la ley del cine. Esa que, no se afanen, pone dineros particulares en función de la cultura.

Ahí está, para quien elija verla, ‘Pepe Cáceres’, la película. Esta historia que nos recuerda cuánto vale la gente que ya no está con nosotros.
Sobre todo, cuando no dejamos que se marchen del corazón, donde vive la auténtica memoria.

¡Bravo, torero!

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