Bolívar y ‘Gladiador’, la Única Alegría de Una Noche Para Olvidar

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La que debía ser una noche especial ya quedó condicionada con la baja de Marco Pérez, hecho que causó un verdadero revuelo en el país y avivó la polémica.
La que debía ser una noche especial ya quedó condicionada con la baja de Marco Pérez, hecho que causó un verdadero revuelo en el país y avivó la polémica, alimentada por un gobierno marcadamente antitaurino. Esto, lamentablemente, pareció gafar la noche, pues el público no terminó de responder y, para rematar, el ganado tampoco propició un mejor espectáculo.

 

 

El oasis entre el desierto fue protagonizado por un torerísimo Luis Bolívar, que cuajó una faena tan elegante como intensa ante el buen tercero, un novillo con clase, recorrido y repetición, que después de los doblones iniciales, terminó sometido en una faena que fue a más en cada serie, siempre gobernada por el caleño, que templo cada embestida con poder, suavidad y ligazón. Además, los naturales fueron rotundos por el ajuste y el ritmo que el caleño les imprimió, potenciando unas virtudes que se hicieron cada vez más notables, hasta hacer salir el pañuelo naranja, otra vez de manera exagerada (y ya va tres veces en esta feria).

Y después de subir a lo más alto, la caída de la noche fue en picado, pues un impresentable becerrote saltó al ruedo entre las protestas generales de un público que, muy enfadado, terminó dando la espalda a la arena. Por eso, en un gesto de desagravio, Joselito regaló el sobrero, lidiado en séptimo lugar. Un toro de Achury Viejo complicado, ante el que el hidrocálido se tuvo que esmerar para intentar templar los muletazos, pues al toro le faltó ritmo y recorrido. Así, el esfuerzo del mexicano, que falló con el acero, fue silenciado.

La noche la había abierto Gitanillo de América, que regreso a Cali después de muchos años y su estilo inconfundible, alegre y heterodoxo, sigue intacto. Largas cambiadas, navarras, molinetes, afarolados y muchas otras suertes más vistosas que comprometidas. Fue la espada la que causó el divorcio con el público.

El capote verde y lacio de Ferrera también voló con gracia para recibir al suelto y bajo de raza segundo, al que en la muleta le dio distancia el extremeño para aprovechar las inercias que le permitieran completar el muletazo, más compuesto y encajado al natural, por donde llegaron las mejores series. Era de premio, pero la espada se interpuso.

El quinto, tan flojo como manso, apenas se sostuvo en la muleta templada de un Ricardo Rivera centrado y dispuesto, que está vez lució más enfibrado y comprometido. Por eso cada muletazo tuvo vibración y sentido, aunque el novillo dijera poco. Sin embargo, la espada sigue siendo su talón de Aquiles y la faena se diluyó.

Al llegar al sexto, en la plaza sobrevolaba un ambiente de desilusión, por eso aunque Luis Miguel Castrillón se empleó en los medios para sujetar al rajado, su esfuerzo no fue ni agradecido por el novillo, ni valorado por el tendido.

FICHA DEL FESTEJO

Jueves 29 de diciembre. Plaza de Toros de Cañaveralejo. Quinta de abono. Festival nocturno. Alrededor de 3000 asistentes.

6 Novillos de Juan Bernardo Caicedo, desiguales en su pobre presencia y descastados en general. Indultado el fijo y repetidor tercero, «Gladiador», nº 280, negro de 420 kg. El cuarto fue un becerrote impresentable. Y 1 toro de Achury Viejo, sobrero de regalo, deslucido. Pesos: 420, 425, 420, 385, 410, 407 y 442 kg.

Gitanillo de América: Ovación tras aviso.

Antonio Ferrera: Silencio.

Luis Bolívar: Dos orejas simbólicas.

Joselito Adame: Bronca y silencio en el de regalo.

Ricardo Rivera (en sustitución de Marco Pérez): Ovación tras aviso.

Luis Miguel Castrillón: Silencio.

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