Los ritos comprenden un puñado de actividades que incluyen desde los actos de adoración pasando por la celebración de matrimonios y funerales, hasta las tomas de juramento y posesiones, que utilizan todas las sociedades desde el comienzo de los tiempos…
Redacción: Edgardo Pallares Bossa (El Pollo Pallares) – Peña Taurina El Clarín
Cartagena – Colombia. Dentro de mi obligatorio recogimiento, ocasionado por un mal que me aqueja desde los primeros días de la pandemia, quiero expresarles mi pensamiento sobre sobre el toreo, al cual consideramos aparte de indefinible, que se acerca más a un ritual sacrificial. En efecto, dentro de ese coctel de actividades si miramos bien las definiciones que nos dan expertos antropólogos como Turner, por ejemplo, nos dicen que el ritual son un conjunto de actos, acciones, palabras que tienen un valor simbólico y que se realizan según una secuencia establecida por un ejecutor y son compartidos con la comunidad.
Los ritos comprenden un puñado de actividades que incluyen desde los actos de adoración pasando por la celebración de matrimonios y funerales, hasta las tomas de juramento y posesiones, que utilizan todas las sociedades desde el comienzo de los tiempos, tal como ocurrió en Colombia recientemente con el ritual político de posesión del presidente Gustavo Petro. Pero, y aquí viene el, pero, hay un elemento del ritual que no puede perderse de vista y es la comunidad, que no es la totalidad de la sociedad sino un sector de ella, que establece con el actor del rito un proceso de comunicación tácita que en opinión del filósofo surcoreano Han, constituye una respuesta a la sociedad consumista e individualista del momento actual que más procura satisfacer los intereses personales, descuidando los valores y creencias de la sociedad en que vivimos.
El toreo es por eso un rito sacrificial, porque no solo reúne los elementos que la actividad requiere, sino porque en la corrida se propone de forma dinámica algo que compone una sociedad ancestral y vertebra una tradición cultural. El toreo es por eso un rito sacrificial que en la propia corrida se desarrolla: la salida del toro, la suerte de varas, el toreo de capa, las banderillas y la muerte, que está implícita, para toro o el torero. Allí se hace ostensible la comunicación y valores del contexto social en el que se desenvuelve el valor, la ética, la gallardía que se retribuye con el aplauso o con la desaprobación de la comunidad, que somos nosotros los aficionados que asistimos al festejo y que reconocemos en la tauromaquia un arte visualmente efímero pero permanente en nuestros sentimientos. ¡Ese es el toreo que nos quieren acabar!