El tapado se destapa con tres orejones mientras el esperado desoreja a un Victoriano como era previsible; uno que dijo ser Talavante se dejó uno vivo.
Redacción: Marco Antonio Hierro – Foto: Luis Sánchez Olmedo
Madrid – España. La Hispanidad de este 2022, tan atractiva para el paganao que se acabó el papel pese a la subida de precios, se recordará en la historia de Las Ventas por muchas cosas. Dos puertas grandes, un toro vivo del lote de una figura, dos toros desorejados de una notable corrida de Victoriano del Río -pese a los dos toros devueltos- y una foto final en la que el más modesto, el invitado por triunfar en la Chenel, el que jamás se había visto en otra se le iba por delante en la Puerta Grande a un tal Roca Rey después de lograr un triunfo incontestable de tres orejones en la última corrida del año en Las Ventas. Todo pasó en las dos horas y media -algo más en realidad- que duró uno de los festejos más entretenidos del año en el ruedo grande.
«Con su permiso, Maestro», parecía decirle Francisco de Manuel a Roca Rey cuando los iban a izar los capitalistas. Porque Fran es un tipo elegante, educado, simpático y comedido en el autobombo. Pero lo cierto es que se le iba por delante al peruano cuajando a los dos toros de la oportunidad de su vida, y le acababa de pegar un repaso memorable a uno que llegó diciendo que era Alejandro Talavante, aunque toda la plaza vio que eso era sencillamente, una falsedad.
Andrés, por su parte, se había entretenido en pasarse tan cerca como pudo los pitones curvos del paletón segundo tris, con el que lo pitaron los custodios por despegado -imposible no abrirlo si querías ligar, dada su conformación córnea-. Le había hecho un inicio fulgurante justo debajo del tendido 6, pasando por delante y por detrás la arrancada poderosa, la vuelta codiciosa y brava, la llegada noble al embroque y la clase al rebozarse hasta el final de pecho de Andrés, monumental, por cierto. Lo fueron todos los remates de una faena que tuvo el gobierno para enganchar y soltar y el pulso para poner en ritmo al basto castaño, la única mácula en su genética privilegiada. Se había puesto Andrés para exponer y le exigieron que torease comprometido vetándole la colocación para ligar; y lo superó el peruano. Le fueron pitando cada decisión que tomaba porque no le entraba por el ojito a dos o tres que se sentaban en la piedra, pero Andrés se limitó a ponerse muy de frente, muy de verdad para soplarle cuatro bernadinas de pastillita bajo la lengua. Para que lo tildasen de medroso… Lo de la estocada -entrando tan derecho que parecía imposible- fue de soñar. Aunque se llevase también un corte en la mano izquierda que le menguó las facultades para enfrentarse al sexto. Para entonces ya estaba abierta la lata y ni la situación ni el toro eran los mismos.
Cuando salió el tercero al ruedo no pudo pedir permiso alguno Francisco al peruano, porque ya iba camino de la enfermería a que le arreglasen el desaguisado de la mano. Por eso se limitó a abrirse de capote y demostrar que -como le había dicho a Mbappé en Twitter- él también sabe torear. Y, por si quedaba alguna duda, se hincó de rodillas en los medios para gobernarle las inercias a un toro que las necesitaba para rebozarse, pero no para colocar la cara. Y esa clase fue la que vio De Manuel. Por eso cuando se la echó a la izquierda- ya con la plaza entregada tras el inicio sublime- y empezó a bajar el diapasón del toreo, Madrid comenzó a rugir tan despacio como dibujaba el trazo Francisco. Lo saboreó. Lo paladeó. Lo disfrutó en la boca tanto que supo que no se podía escapar. Y por eso le soltó un sopapo -tal vez algo trasero- que sentó de culo al buen toro de Victoriano. La oreja le supo a gloria, a trabajo bien hecho, a esfuerzo premiado.
Pero quedaba otro, y era un tacazo negro con las manos cortas y la hechura divina que salió quinto por correr turno para que terminasen de zurzir a Roca Rey. Respondió al vuelo largo con la cara colocada. Respondió con entrega a la vara que midió el castigo. Respondió con buen tranco y humillada clase a las chicuelinas que propuso en el quite el chico de Arganda que vive en Colmenar. Él ya sabía entonces que era el toro de su vida, pero tampoco pidió permiso, porque Andrés estaba dentro y al director de lidia le acababan de echar un toro al corral. Era mejor aplacarse, templar los nervios y sacar sus armas para poner en ritmo el magnífico pitón izquierdo; ese era el de los billetes. Y vaya si lo fue. Transmutado, convertido en trazo, latiendo despacio el toreo que le dictaba el corazón; porque nunca se había visto en otra, pero quiere muchas más. Sin prisa para el enganche, sin prisa para que pasase, con valor para rebozarse el vestido blanco con la sangre del animal. Porque hoy daba igual cuerpo y carne: hoy era el día marcado para convertirse en gloria o morir en el intento. Cuando se echó sobre los pitones ya tenía claro Francisco que esas ocasiones no se desperdician.
De modo que Fran, el chico agradable, simpático y alegre que corre por las mañanas junto a la cuesta del BM de Colmenar, acude a los conciertos como uno más y les hace bromas a los niños que se le acercan cuando desayuna por las mañanas en La Ilusión, se fundió en lágrimas con su muleta en la cara porque acababa de comprender que su vida había cambiado. Aunque todavía no sepa cuanto.
Algo parecido le sucede a ese sujeto que hoy dijo ser Talavante sin que nadie lo creyese, porque lo único bueno que tuvo fue hacer que recordásemos a aquel que se fue un día sabiéndose superior. Lástima que hoy se cambiase por un semoviente apático y desganado que tenía las mismas ganas de ver al aficionado de Madrid que éste de verlo a él cuando abandonaba el ruedo acompañado de una sonora bronca. Contamos las horas para que vuelva el de verdad y no esta mala broma.
Pero eso será ya para la temporada que viene, porque esto, amigos, se acabó en Madrid por este 2022.
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Corrida de toros. Festejo del Día de la Hispanidad. Lleno de ‘No hay localidades’. Ocho toros de Victoriano del Río. Sin fuerza el anodino primero; devueltos segundo y segundo bis; Con ritmo humillado y motor a menos el buen segundo tris; Con codicia y motor pero al final rajado el tercero; Con ritmo y movilidad el cuarto, de media humillación; Díscolo en su viaje el deslucido sexto. Alejandro Talavante (sangre de toro y oro): Silencio y bronca tras tres avisos. Andrés Roca Rey (corinto y oro): Dos orejas y silencio. Francisco de Manuel (blanco y oro): Oreja y dos orejas.