El ver casi tres cuartos de aforo cubiertos, en tarde tan idónea para fiesta brava en Pueblo Nuevo, sin duda era un marco incomparable.
Redacción: Rubén Darío Villafraz
San Cristóbal – Venezuela. Era el cartel esperado por todos los que vinimos a ver la feria, y de verdad que la expectativa era mayor. El ver casi tres cuartos de aforo cubiertos, en tarde tan idónea para fiesta brava en Pueblo Nuevo, sin duda era un marco incomparable. Pero una cosa dispone el hombre y otra el toro casi lo descompone, pues así se puede catalogar el dispar comportamiento y fuerzas tan limitadas de los toros que desde La Porquera, el ganadero Hugo Alberto Molina se trajo para la corrida de ayer.
De entrada, repito, la corrida estuvo condicionada en su mayoría por las escasas fuerzas de los mencionados astados. A ello tuvo que sobreponerse el par de coletas que hicieron el paseíllo en mano a mano, ambos con las claras intenciones en ningún momento de dejarse ganar protagonismo, haciendo gala de sus recursos. De Justo con su parco y pulcro toreo, Colombo con la explosividad de sus deseos y ansias de triunfo.
El primero de la función correspondería al espada debutante Emilio de Justo, quien obraría en mantener en pie las endebles embestidas del noble «Ranchero». Picado en su mínima expresión, De Justo supo tocar la tecla del temple, el reposo y las distancias para aprovechar en su plenitud la bondad en las telas del animal. Mejores cotas de lucimiento se le vieron por naturales, donde la perseverancia y paciencia fueron las condiciones para sacar partido a tan limitado género bovino. El espadazo tendido y trasero fue suficiente para el corte generoso de la primera oreja de la tarde.
Mayores dimensiones se le vieron ante el tercero, animal un poco más proclive en el recorrido y de mayores condiciones, las mismas que en la muleta supo aprovechar y potenciar un rebosado en torería De Justo para quien el toreo por la diestra tuvo ribetes de torería añeja, siempre colocado en el sitio y terrenos a favor del astado. Por la izquierda de la misma manera rayaría a un nivel cumbre el torero extremeño, a tal punto de ser este uno de los momentos de mayor interés artístico de la tarde. La pena que el espadazo entero y desprendido en parte emborronara tal obra, para cortar una oreja, igualmente de las de mayor valía de la jornada.
Otro panorama fue el que se encontró ante el que se cerró su lote, donde la media verónica con la que remató recibo de capa (digna de cartel) así como las vanas intenciones de lucir un toro tan a contraestilo que por más que lo intento por ambos pitones poco lo logró, sería lo más destacado y logrado. La fortuna fue el medio espadazo en buen sitio que fue suficiente para mandar a las mulillas dicho mulo.
Por su parte el compromiso y responsabilidad de la tarde tal vez le haya pesado al diestro local Jesús Enrique Colombo, ante lo acelerado de su proceder a lo largo de la tarde. Ante el segundo de la función, el cumplimiento de banderillas no fue lo esperado, tercio desigual, donde el mejor fue el primero de ellos. Ya en la muleta, las ganas y deseos de agradar desde el primer momento hicieron de su trasteo eléctrico y bullanguero, más a la galería que para lo que en realidad requería el animal. Pero como el público presente estaba a favor del torero, bastó el certero espadazo en lo alto fulminante, para cortar una oreja.
Intranscendente pasó ante el jabonero que pechó en cuarto lugar, otro animal que tampoco se prestó a mucho lucimiento y donde en banderillas nuevamente se le vería errático al joven coleta taribense. Con la muleta no pudo descifrarle Jesús Enrique las distancias ni terrenos a un toro que de la misma manera poco se prestó a mayores florituras que incluso hizo que el torero se tirara a matarle sin la muleta, dejándole una estocada desprendida y delantera para ser silenciado.
Y en el que cerró función, presionado por cómo iba la tarde, nuevamente a Colombo se le observó un poco más acelerado en su proceder a lo normal, queriendo hacer todo sin la parsimonia que requería «Taribero». De verdad tarde desconcertante, donde primó más el toreo a la galería que el toreo fundamental. El espadazo fulminante sería razón para que el palco presidencial otorgara una oreja, con fuerte petición de la segunda, ante el fervor desatado de sus partidarios en los tendidos.
Culminaba así con la salida en hombros de ambos espadas de un mano a mano, donde cada quien con sus armas veló sus mejores cualidades y donde los contrastes marcaron el criterio de quienes salimos de la plaza con un dejo de frustración por no del todo haber propiciado mayores opciones la materia prima en esto, que es el toro…
Ficha del Festejo
Plaza de Toros Monumental “Hugo Domingo Molina” de San Cristóbal. Sábado 29 de enero de 2022. III corrida de la LVII Feria de San Sebastián. Con poco más de tres cuartos de plaza (aproximadamente 9 mil personas) en tarde calurosa, soleada y ventosa, se han lidiado toros de Rancho Grande (1º y 6º) y El Prado (2º, 3º, 4º Y 5º) propiedad de los Herederos de Hugo Domingo Molina, discretos de presentación, limitados de fuerzas y a menos en la muleta en su conjunto. Pesos: 460, 440, 433, 435, 440 y 440 kilos. Emilio de Justo (Sangre de toro y oro con cabos y remates blanco) Oreja, oreja y palmas. Jesús Enrique Colombo (Azul marino y oro con remates y cabos blancos) Oreja, silencio y oreja. Incidencias: Destacaron en banderillas José Linares “El Yoni” y en la brega Carlos Pizzuto. Excelente desempeño del puntillero Eliecer Paredes nuevamente al igual que lo ha hecho en toda la feria. *** Los toros lucieron divisa negra en señal de luto por ser el primer encierro que se lidia en ausencia de quien fue su propietario, Hugo Domingo Molina.