Cuando se consolida en un encierro la mayor parte de las virtudes de los buenos toros bravos, no solo la alegría aflora sino también se desvela la grandeza de la tauromaquia, una liturgia artística que resalta las verdades de lo que es respetar y querer un animal.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Madrid – Colombia. La verdad sea dicha que esta temporada taurina nacional (que ha tenido ausencias significativas por cuenta de la negativa de los burgomaestres) y sin ir a lo meramente estadístico, si se puede concluir que la ganadería Mondoñedo en ese encaste Contreras, ha sido, sigue y seguirá dando historia en la tauromaquia colombiana, pero de manera muy positiva, pues como el año pasado lo expreso el ganadero Victorino Martín García “el toro es el espejo del criador y del torero”, pues esa labor mística de la selección, de la conjugación genética, de la toma de decisiones, de manera implícita se trasmite lo que tiene el ganadero en su ser: carácter, sensibilidad, personalidad, temperamento, por citar algunas cualidades, independientemente si son positivas o negativas.
Sin duda alguna Don Gonzalo Sanz de Santamaría, junto a su equipo de trabajo en la finca, se esmera en las labores de manutención de sus animales (nutrición, planes sanitarios, genética) para en primera instancia ver el trapío (condición fenotípica), pero sin duda en su genealogía, que debe ser imaginamos, muy reducida, encontrar las características de fondo, codicia, fijeza, nobleza, el humillar o ir con la cara abajo, franqueza, entre otras, sin ser inoportuno con el comentario, debe ser una labor de echar la moneda al aire, pues sabemos que en este menester dos más dos no es cuatro. Por fortuna para la dehesa, en sus últimas presentaciones el resultado a esos esfuerzos de años se han venido encontrando, en Puente Piedra ayer se vieron ejemplares bravos, encastados, que matizaban una que otra característica de exigencia que por fortuna los actuantes pudieron desvelar y aprovechas para sus comparecencias, lastimosamente para los toreros españoles no sumaron trofeos por los fallos en la suerte suprema, pero sin ser atrevido con la apreciación, creo que alimentaron de manera positiva su carrera superando de manera satisfactoria las condiciones del bravo de Contreras.
Recordemos que el encaste Contreras nació en el año 1907 de manos de Don Juan Contreras y Murillo, pero su origen o el punto de partida de este encaste vino de Tomasa Escribano, viuda de Joaquín Murube quien le vendió 90 vacas y tres sementales para iniciar. En la actualidad gozan de este encaste ganaderías muy reconocidas como Baltasar Ibán (dehesa con la que el Maestro Rincón abrió su primera puerta grande en Madrid), Peñajara, Jaral de la Mira, Peralta entre otras que brindan gran expectación en los ruedos ibéricos como también lo hacen las ganaderías Martín (Victorino y Adolfo) y Miura en el encaste Santacoloma.
Retomando las palabras del ganadero español Victorino Martín Garcia, el toro también es un espejo para quien se pone por delante porque en cada ejecutoria muestra el carácter, la decisión, el valor, la firmeza, el deseo, el concepto y un sin número de cualidades que harán ver la pasta de que están hechos, ven el reflejo de la esencia humana en las comparecencias, tanto las que recibieron reconocimiento a través de los trofeos, como las que por alguna razón no alanzaron a tener el premio. En definitiva, el toro es el rey de la fiesta y con lo visto en Puente Piedra se solidifica el adagio porque tienen una simiente sólida, el toro es capaz de hacer aflorar la curva del triunfo y las angustias, las alegrías y las decepciones, en unos buenos minutos donde el toro se mide así mismo con lo que le ofrece la liturgia, ese bello encuentro de la inteligencia y el instinto y donde sin lugar a dudas sale triunfador quien mejor se sensibilice en la representación de la vida misma. Para quienes aún no han percibido la esencia de la tauromaquia, quien quita y pone es el toro y, es él, el soberano en el arte confeccionado para sí mismo, que más bella forma de respetar y querer un animal.
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