Emily Dickinson afirmó «Encuentra el éxtasis en la vida; la mera sensación de vivir es alegría suficiente» y así en manos de Emilio de Justo se extasió «Despistado» de la dehesa Las Ventas del Espíritu Santo.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Manizales – Colombia. En los últimos tiempos taurinos algunos afirman que estamos en la era de la “indultitis”, tal vez originado en que cuando un burel se mueve y pasa repetidas veces por los “chismes”, gracias a virtudes técnicas desarrolladas por los buenos toreros, el público en su emoción o calor del momento, con escasos pañuelos y muchas voces reclaman los “indultos” sobre todo en el momento de señalar la suerte suprema el actuante. Quienes ofician de Presidentes y/o asesores de los festejos, que sin duda deben conocen los reglamentos, hacen uso de ellos, pero para nadie es desconocido, que en la articulación de los mismos (los reglamentos), existen algunas posturas citadas que son enfocadas más a la interpretación de quien opera la norma, mas no a la objetivación de la misma; lo más crudo para estos tiempos tristemente, es que quienes en muchas ocasiones operan como autoridad, no mantengan un criterio en el verdadero fundamento, sino que obren su ejercicio en el supuesto de la propia, de ahí que venga la tradicional “polémica” que a veces no ayuda a nuestra amada tauromaquia.
El argumento citado también hace que cuando las cosas están dadas para honrar al buen astado, se dude y eso es porque existen conceptos subjetivos con referencia a lo que en verdad es un buen toro. En el recorrido por el fascinante mundo de la fiesta que enaltece esta especie única en el mundo (amor y respeto por este hermoso animal), se ha construido un concepto de lo que debe tener en esencia un buen burel: Trapío (condición fenotípica), en ello debe haber armonía entre cara (armados con buenos pitones), cuerpo, remos (extremidades anteriores y posteriores) y cuajo (musculatura bien desarrollada); en ello interviene el peso del animal y la edad del mismo. Bravura, comportamiento adecuado enmarcado en estas básicas condiciones: codicia (perseguir con vehemencia), raza (asociada a la alegría en la expresión), temperamento (nervio, expectación), nobleza (acude con franqueza), clase (referente a humillar o acudir con la cara baja y bien puesta en la tela), fondo (motor o duración) y fijeza (pendiente únicamente de su pelea por delante y sin distracción). Ahora, para poder determinar esas cualidades básicas en un toro, también se le debe hacer las cosas bien en cada tercio, fundamental llevar los “chismes” de manera dinámica, organizada, proporcionar tiempos, distancias y ejecutorias con medida, cada detalle suma o resta y de ahí la importancia fundamental del liderazgo y conocimiento del Matador para ordenar a su equipo.
Los encuentros de la felicidad se dan en los momentos en los que todo se conjuga, cada componente de una acción o determinación se realizó para alcanzar esa noble sensación que parte de la satisfacción hasta llegar al beneficio del enorme reconocimiento y sin florituras creo que Emilio de Justo y “Despistado” tenían esa cita de encuentro en el albero manizalita para que cada uno mostrara sus virtudes, se fusionaran y entregarán el merecido reconocimiento a cada uno. El triunfo incontestable a Emilio y el perdonar la muerte al toro de nombre “Despistado” de la dehesa Las Ventas del Espíritu Santo.
Recordarles que estamos entregando en esta feria el toro a toro de los festejos a través de nuestras cuentas twitter: @enelcallejon y @voyalostoros ¡Síganos para que estén bien informados!