Roca Rey con una faena contundente y un efectista Ferrera cortaron dos orejas cada uno. Guerrita se despidió con una sola de los cinco toros que le echaron. Manso y frágil encierro.
Roca Rey llevó el toreo a su más alto nivel en lo que va de feria. Desde que se abrió de capa impuso la presencia de un poder y una expresión que la plaza no sentía tiempo atrás. Clavado, meciendo solo el capote interpretó las cuatro verónicas, las otras tantas chicuelinas y la larga. Cómo electrizada la más de media plaza ocupada respondió. Fue con el tercero, “Florido”, berrendo, salpicado de fina, pero cómoda cuerna y el de más romana con sus 510 kilos. Molina le picó leve y en el quite de chicuelinas alternas con marineras, el juanbernardo acusó ya desacuerdo. Brindis y como una estaca, dos tandas derechas muy embrocadas y recitadas con sus obligados broches. Rugió la clientela, tronó la música y la euforia de ambos ignoró el desarme que al pisar la arrastrada muleta hubiese moderado la calentura en otras circunstancias. Todos, obviaron el desaire, menos el toro que de allí en adelante fue raleando sus repeticiones a tres a dos, a dos, a dos y luego a una. Sin embargo, el hombre se ofrecía sin reato, cada vez más entre los pitones, la muleta mandaba y de nuevo por naturales hubo una tanda de cuatro muy ameritada y dos cambios por la espalda que sorprendieron y rebotaron la pasión. ¡Torero! Gritaban con sinceridad rabiosa, que el estocadón fulminante convitió en unánime petición de pelo, la cual Usía no tardo en complacer a dos manos. Sin duda la faena de la tarde, de la feria y quizá de varias. Los aplausos al arrastre premiaron la nobleza y perdonaron la falta de bravura. En la vuelta solo el peruano pareció guardar compostura devolviendo gritos, besos y prendas con una sonrisa giocondesca.
Cuando le salió al otro de su lote las expectativas eran de triunfo pleno. Pero el colorado, brocho, remolón y de corto recorrido no estaba para fiestas. La porfía honrada no logró vencer su estulticia. El arrimón encunado, apostando los restos, el aguante y los intentos de Luquesinas tampoco. Sin embargo, la feligresía no perdía fervor, jaleaba y jaleaba, y quien sabe que más hubiese obtenido para su ídolo sino es porque se atraviesan un pinchazo hondo inútil y ocho descabellos asestados en una dolorosa persecución de vuelta completa y un aviso.
Guerrita, serio, digno, sufrido y aguantador en su adiós, recibió cinco toros, mató dos y cortó una justa oreja del segundo bis, “Jilguero” el más chico y ligero de la corrida con sus 450 kilos, tras una faena de aseado oficio y correcta medida, al que remató con media espada delantera. Frente al quinto tris, el Guachicono sin nombre, de imponente figura y tremebundo armamento, pero negado y rajado del todo, insistió y arriesgó lo indecible sin opción de recompensa. Eso, en medio de todo le dio cierto tinte romántico y épico a su gesto final en esta plaza que le hizo torero. Salió indemne del trance, pero con las manos vacía. De pronto por es lo echaron a hombros y le sacaron con los otros dos por la Puerta Señor de los Cristales que ya no tiene condiciones.
Cali. Diciembre, lunes 27 de 2021. Plaza de Cañaveralejo. 5ª de temporada. Nubes. Menos de media plaza. Ocho toros de Juan Bernardo Caicedo, cuatreños, de diversa presencia, poca raza y fuerzas justas, devueltos 2°, 5° y 5° bis. Como 5° tris, un reserva de Guachicono muy armado y manso que hizo 9° al correr el turno.
Antonio Ferrera, silencio y dos orejas.
Guerrita, oreja y silencio.
Roca Rey, dos orejas y silencio.