Gran encierro el de las Ventas del Espíritu Santo el presentado en la primera corrida de Cañaveralejo, trapío y juego su gran denominador, así se encumbra la fiesta del toro bravo.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora
Cali – Colombia. La apertura del ciclo fuerte de la feria taurina de Cali se hizo con pie derecho, la verdad sea dicha, se contó con un encierro bien hecho, con cara, tranco, un trapío (condición fenotípica) sin tacha y que no decir de las condiciones, bravos, nobles, encastados la mayoría, algo importante hubo fondo, es decir llegaron hasta el último tercio sin mayores dificultades. Es una enorme alegría, ver en los ruedos toros en esas formas, de pronto para muchos no fue sorprendente, pues el hierro del Maestro Rincón viene dejando esos aromas en estos tiempos, las presentaciones en el centro del país: Villapinzón y la Plaza Marruecos de Madrid (Cundinamarca) lo anunciaron y ojalá, por el bien de la fiesta y del propio ganadero siga por esa senda.
El encierro de las Ventas en Cali gozó de muchas virtudes positivas, pero con el mayor de los respetos, debo centrarme en el lote del mexicano Joselito Adame, pues sin duda, estos dos ejemplares reunieron todo aquello que se anhela en un burel, pues desde la salida marcaron la bravura, el fondo, la enorme nobleza, la clase y la gran franqueza. Es válido decir, que los astados con esas condiciones piden, exigen, que quien se pone por delante lo administre sin florituras, sobre todo que las cosas se le hagan con donosura, mano baja, dando los terrenos, tiempos y distancias adecuadas, por eso no es fácil ser torero y de ahí la virtud de llegar a ser figura. Joselito Adame, que indiscutiblemente es uno de los mejores de México, con el primero de su lote se vio fuera de su esencia, en su momento se le desconoció, pero revivió en la suerte suprema, a la postre la que le valió el trofeo; pero afloró esas virtudes que lo encumbraron en el sexto de lidia ordinaría, que forma de ir desvelando lo que traía el marcado con el número 541, de 506 kilos de nombre Formal, ahí se vio el figurón manito, sitio, temple, mando, distancias, trazos largo y por abajo, que delicia fue ver esa obra y más aún devolver a la finca un gran animal.
Pasando por la esencia de la tauromaquia, el toro bravo, es deber citar los dos astados de Salento, porque tuvieron también matices favorables, se creería, partiendo del supuesto, que hubiesen aflorado más virtudes si la lidia hubiese sido a pie, sin embargo, ambos acudieron a las cabalgaduras del Rejoneador con franqueza, una pena que no se le hubiese toreado más con las jacas, templado y llevado, ahí se podría tener un concepto más acertado, pero cuando los auxiliares hacían su labor con percal, acometían con nobleza y humillaban en trazos largos, también una digna presentación de la dehesa quindiana.
Centrando ahora la narrativa hacia los actuantes, debo decir que David Fandila “El Fandi” indiscutiblemente es un torero de los denominados completos, maneja las suertes con una enorme solvencia, sabe centrar la parroquia en su actuar, motiva la expectativa desde el primer lance hasta que concluye con la suerte suprema, los máximos trofeos en Cali son una prueba de ello, habrá quien difiera, y es razonable en el arte, pero los conceptos de los actuantes, tendrán siempre defensores y detractores pero con una sola comunión, la exaltación de la vida misma en un tiempo no mayor de veinte minutos (vida, muerte, alegría, tristeza, verdad, engaño, dolor, éxtasis, etc.). José Arcila no tuvo suerte, con el primero de su lote, expuso, sacó, pero la espada no ayudo y en el séptimo, que fue protestado por tener problemas en uno de sus posteriores, solo dio trámite. El Rejoneador español Oscar Borjas mostro su gran habilidad ecuestre, creería que falto más pureza en la forma de ejecutar el arte de Marialba para que su presentación hubiese tenido mayor reconocimiento.
Algo de lo que poco se hace mención, por lo complejo de ejercer la autoridad es el Palco de Usía, pero si se debe decir que se está en un buen momento para fortalecerlo en el resto de la feria, en esta histórica corrida hubo desaciertos en la aplicación de la ley 916 de 2004, ley taurina nacional, que por momentos cambiaron el clima solemne del coso de la calle quinta. Pues bien dice el adagio “a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”.