EL APUNTE DE JUANGUI: Toronavirus

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‘Hay que programar festejos de beneficencia, todos cuanto sea posible. No solo es un deber moral. Se generan recursos, se construye reputación y se dinamiza el empleo y la actividad’.

La tauromaquia no se ha recuperado plenamente de la crisis económica del 2008 y la amenaza de una enfermedad viral pone en vilo su temporada 2019, y su futuro. Una tercera parte del 2020 ya es historia. Europa pudo apenas probar los primeros canapés:

Luque en Valdemorillo, Ferrera en Olivenza y Morante, Manzanares y Aguado en Illescas.  Quién me ha robado el mes de abril, cómo pudo sucederme a mí. Sevilla no fue esta vez en primavera. San Isidro, el Wall Street, cerró el mercado hasta nuevo aviso. Arles, Aguascalientes y Sevilla ofrecen ferias virtuales, un festival de remakes de anteriores temporadas, en los que Curro vuelve a estar vigente.

España es uno de los países del mundo que más ha sufrido los efectos de la pandemia. Aunque históricamente sea el reino de la resiliencia -ha sabido superar una guerra civil, una larga dictadura y varios cataclismos económicos-, no se había vuelto a recuperar de la burbuja inmobiliaria y once años después vuelve a entrar en shock.

El turismo, la industria cultural y el arte (el toreo es de las tres) son los sectores económicos más golpeados: fueron los primeros que cerraron y serán los últimos en abrir. Para la tauromaquia no hay teletrabajo, nada es más analógico que sacrificar una res.
Los toros no están en los afectos de un gobierno de coalición. Los ministerios que podrían darle una mano están a cargo de políticos progres: de Pablo Iglesias en Derechos Sociales y Agenda 2030, y Yolanda Díaz en Trabajo. Atacar la tauromaquia es su relato. La transición a la democracia, pero al revés.

El gobierno ya ha anunciado ayudas para el sector del cine, sector que le aporta menos al PIB, y para los ecologistas, quienes recibirán medio millón de euros del gobierno. Mientras a los trabajadores del toreo les imponen deberes (entre 140 y 180 millones de euros de impuestos por temporada), no les reconocen sus derechos. El Estado de Derecho, también al revés.

El Producto Interno Bruto español descenderá un 9.7%, según Sachs. Cuando la economía se comprime, los gastos del entretenimiento encabezan la lista a tachar.

El mundo no va a ser igual. Otra conciencia universal, más econservadora, hará creer que los taurinos estamos fuera de lugar, que somos los culpables del cambio climático, de la destrucción del mundo y la pandemia. La tauromaquia seguirá siendo el chivo expiatorio de los ambientalistas mientras la fiebre del planeta sigue en aumento.

El panorama del mundo es incierto, los futurólogos no se ponen de acuerdo en los cambios que experimentará la humanidad. Mientras tanto, nuestros filósofos hablan mucho, pero no dicen mucho. Aún.

Si hay que construir el escenario más complejo para gestionar una crisis, no habrá ayuda estatal y la del 2020 es ya una temporada que no existe.

Los más fuertes no sobreviven, solo lo harán los solidarios y flexibles. Sobreponer, por primera vez desde la muerte de Joselito, el beneficio colectivo al interés individual.

Hay que programar festejos de beneficencia, todos cuanto sea posible. No solo es un deber moral. Se generan recursos, se construye reputación y se dinamiza el empleo y la actividad.

La beneficencia también debe ser para el interior, en favor de los taurinos.

Que el tercero de cada cartel y las cuadrillas se sorteen entre todos los profesionales afiliados; que cada uno tenga, hasta donde sea posible, una oportunidad de trabajar.

Corresponde a las figuras jalonar el tren. Son las estrellas y los dueños del capital, los banqueros. Deben ser más solidarios. No para defender sus intereses, como el ominoso Grupo de los 7, tan egoísta como el de La Haya, sino para apoyar a los que a los que alguna vez han echado un capote para salvar sus vidas. Si no se cura primero el dolor del gremio, la pena la fiesta no vale la pena.

Deben torear donde los quieran programar, construir otra monumental y ofrecerse a hace el paseíllo nuevamente en París. Tienen que ajustar sus salarios a la realidad económica. La deflación permitiría que se organicen más festejos, que es el despegue real de la fiesta.

La cultura es el bálsamo de las crisis. La vida carece de sentido sin el arte. Es el éxtasis que genera lo bello lo que permite la esperanza, volver a creer. Sin ella seríamos autómatas, tecnócratas, máquinas indolentes, políticos rapaces, antis.
A los 23 años Joselito había construido dos plazas monumentales. En este momento sí que es útil José Tomás.

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