Enclavado en un rincón de Los Andes, entre el verde intenso y espeso de las montañas de Bojacá, localidad ubicada a poco más de 40 kilómetros al occidente de Bogotá (Colombia), se encuentra “Pino Montano”. No se trata, precisamente, de la histórica finca, propiedad de Joselito “El Gallo”, donde se reunió alguna vez la Generación del 27, pero, sin duda, la hacienda donde pastan los toros cárdenos de Vista Hermosa, con su cortijo de paredes encaladas y color albero, inevitablemente evocan las tierras sevillanas de donde vino el creador de esta ganadería, una de las primigenias del campo bravo colombiano.
Redacción: 6TOROS6 – DAVID JARAMILLO / FOTOS ANDRÉS RIVERA Y DAVID JARAMILLO
Entrar en la finca donde habitan los toros de Vista Hermosa es sumergirse en la historia de la ganadería brava en Colombia.
Las fotos colgadas en las paredes de la casa recuerdan la visita de las muchas figuras que por aquí han pasado: Manolete, Arruza, Luis Miguel, El Cordobés, Camino… y sus anécdotas saltan espontáneas en la voz del ganadero Juan Carlos García, que las recita según se las contó su abuelo Francisco, creador del hierro, o su padre Antonio, de quien heredó el manejo de la vacada desde 2016.
Los patios, las caballerizas, la capilla, la cocina, la chimenea… todo, absolutamente todo en esta casa huele a toro, y a Sevilla, por mucho que el bosque húmedo de Los Andes se quiera meter, prácticamente, dentro de la plaza de tientas. Y es que los lazos de la familia García siguen unidos a La Puebla del Río, donde todavía recuerdan a Francisquito, aquel hombre que partió hace casi cien años a Colombia, por recomendación de Julio de la Olla, quien fuera su tío y conocedor de la ganadería del Conde de Santa Coloma, para que le ayudara en la formación del primer hierro formal de la cabaña brava colombiana, el de Mondoñedo.
La aventura comenzó el 22 de junio de 1922, cuando Ignacio Sanz de Santamaría seleccionó, con la ayuda de Julio de la Olla, y compró doscientas cincuenta y siete vacas del Conde de Santa Coloma y los sementales “Ligero”, nº 53; “Canastillo”, nº 61; “Sivilero”, nº 29; y “Malavista”, nº 11; así como los toros “Cigüeño” y “Cantinero”, de la divisa del Duque de Veragua, que, al no ligar bien, fueron posteriormente eliminados, quedando la ganadería dedicada exclusivamente al encaste “santacolomeño”. Durante esos primeros años de la formación de la vacada, mientras Ignacio se embarcaba en la empresa de construir el primer coso de obra en el país, la actual plaza de toros de Santamaría, De la Olla dedicó sus esfuerzos a enseñar a su sobrino, Francisco García, que llegó a torear en el Circo “San Diego” de Bogotá con el nombre de El Niño de la Puebla, todas las labores de campo en el manejo del ganado, pues Julio regresaría a España en 1931. Justo cuando la vida de Francisco dio un giro radical.
En aquel entonces, la crisis económica mundial de 1929, conocida como la Gran Depresión, había afectado notablemente a Ignacio Sanz, que había invertido todo su capital en la ganadería y la plaza de toros, teniéndose que declarar en quiebra y falleciendo a comienzos de la década de los años 30. Por esta razón, sus propiedades, incluida la ganadería de Mondoñedo, pasaron a manos de la Corporación Colombiana de Crédito, entidad que,al no saber qué hacer con más de trescientas reses de lidia, encargó como administrador de la vacada al propio Francisco. Con el tiempo, esa entidad decidió mandar al matadero todo el ganado bravo, pero García, a quien le debían varios meses de salario, pidió que, como pago de esa deuda, le concedieran la propiedad de la ganadería. Así, en sociedad con Rufina Rocha, la viuda de Ignacio Sanz de Santamaría, mantuvo el hierro de Mondoñedo hasta la muerte de su socia, en 1936, cuando hizo una partición a partes iguales con los herederos de Rufina, conservando ellos el hierro de Mondoñedo, mientras que la parte de Francisco García pasó a conformar la nueva ganadería de Vista Hermosa.
El sueño de infancia de Francisco se había hecho realidad, ya era propietario de una ganadería. Trasladó entonces las reses a los terrenos que ahora ocupan y poco a poco fue construyendo un cortijo que le recordara sus orígenes. En enero de 1940 lidió en la plaza de Bogotá el primer toro con la divisa gualda y roja de Vista Hermosa, y ese mismo año comenzó a refrescar la sangre de su vacada con múltiples importaciones de vacas y sementales procedentes de Joaquín Buendía y una pequeña parte de Felipe Bartolomé.
Rápidamente, el toro de Francisco García comenzó a marcar diferencia con los demás hierros que se habían formado en el país, pues su origen completamente español y la pureza de su estirpe santacolomeña, cincelados con la escrupulosa selección del ganadero, definieron el prototipo del hierro de Vista Hermosa: un toro bajo de agujas, largo de cuello, de manos cortas y armónicas hechuras, de comportamiento alegre, humillación, mucha transmisión y con buenos finales. Con estos argumentos, la ganadería se posicionó entre las mejores del país y comenzó también a ganar prestigio internacional, siendo lidiada con éxito en Venezuela, Ecuador y llegando a ser pedida por figuras de la talla de Paco Camino para lidiarse en España, algo que, por trámites sanitarios y burocráticos, finalmente no pudo ser.
Fue por esos años cuando este hierro tuvo mayor predicamento, era usual que, en las primeras semanas de diciembre, la temporada bogotana se abriera con un cartel de los más destacados toreros de la temporada europea, quienes lidiaban una corrida de toros de Vista Hermosa. Así llegó el 12 de diciembre de 1972, cuando El Viti, Palomo Linares y El Cali llegaron a indultar cada uno un toro, en un caso único en la historia del toreo. También fueron estos toros los elegidos para la alternativa, el 8 de diciembre de 1982, de César Rincón, que alternó aquella tarde con Antoñete y José María Manzanares. Eran los toros de las grandes citas.
Sin embargo, el creciente auge del encaste Domecq en Colombia, así como las dificultades para refrescar la sangre Santa Coloma en los años 90, conllevó una disminución notable en los toros lidiados y un peligroso aumento en la consanguinidad de la ganadería. Ese fue el gran reto que tuvo que enfrentar Antonio García, quien heredó el hierro tras la muerte de su padre en 1989. A pesar de las dificultades y de lidiar cada vez menos, Antonio consiguió mantener el prestigio y la línea ganadera de la casa llevándol
a hasta el nuevo siglo, pero no le alcanzó para ver el último gran triunfo de Vista Hermosa, el obtenido el pasado sábado 29 de febrero en Bogotá, cuando se lidió una gran corrida de toros bravos, encastados y con calidad, con uno de sus ejemplares, el primero, “Alosnero”, Nº 28, que fue premiado con una merecida vuelta al ruedo, tras ser lidiado por David Martínez. Ese privilegio lo tuvo Juan Carlos García, el mayor de los cuatro hijos de Antonio y que, a la muerte de su padre, en 2016, llegó a un acuerdo con sus hermanos, para ser él quien lleve los destinos de la ganadería.
Presente y futuro de un hierro emblemático
El excelente juego dado por otros hierros en el país en la actualidad y el hecho de que los toreros más importantes del momento no sean muy partidarios de lidiar toros de encaste Santa Coloma ha apartado a Vista Hermosa de las grandes ferias colombianas en los últimos años. Apenas un par de novilladas en Cali en los años 2014 y 2016 aparecen como sus más importantes compromisos, sin demeritar que en los pueblos han mantenido su mercado con una interesante regularidad. Por eso, este 2020, con su regreso con una corrida de toros y media novillada al principal ruedo colombiano, el de la Santamaría de Bogotá, ha podido marcar el futuro de esta emblemática divisa, que quiere volver a ser protagonista en las principales plazas del país.
Precisamente, con ese compromiso, Juan Carlos García asumió el reto al frente de la ganadería familiar.
“Regresar a la Santamaría ha sido toda una prueba de fuego —reconoce Juan Carlos—. No es fácil volver a una plaza en la que hace más de quince años no lidias, donde han visto los mejores días de la ganadería y donde sabes que la exigencia es máxima. Aquí, mi padre y mi abuelo vivieron sus triunfos más importantes. Por eso, para mí, más que un honor y una responsabilidad, era la oportunidad de honrar la memoria de ellos con una corrida que arcara el futuro inmediato de un hierro que no estoy dispuesto a dejar morir, sino, al contrario, que quiero potenciar con la misma línea y filosofía que lo hicieron mi padre y mi abuelo. Me considero un obrero que va a continuar la obra que ellos comenzaron. Me entusiasmó mucho ver el resultado de la corrida, porque pude ver que las cosas empiezan a cambiar y creo que estamos en el buen camino para regresar a las plazas más importantes del país con un toro que ofrece espectáculo”.
Juan Carlos, llevas varios años viviendo fuera del país. ¿Cómo ha sido volver y tomar las riendas de la ganadería?
No ha sido fácil, pero vivimos en días de muchas posibilidades, de comunicaciones cada vez más sencillas y donde parece que puedes estar en varias partes al mismo tiempo. Sigo viviendo en Boloña (Italia), allí tengo mi casa, mi familia, mi trabajo, puesto que soy equitador olímpico de “Cross-County” y compito por Italia. Mi negocio son los caballos. Sin embargo, siempre estuve ligado a la ganadería, fui muy cercano a mi abuelo, obviamente también a mi padre, desde la distancia hablábamos todas las semanas exclusivamente de toros, y ellos me enseñaron muchísimas cosas, me transmitieron ese amor por el toro, por la ganadería y esas son cosas que no se olvidan. Cuando mi padre murió sentí la necesidad de hacerme cargo de la ganadería, hablé con mis hermanos Francisco Javier, Diego y María Fernanda y llegamos a un acuerdo. Francisco ha decidido mantener el otro hierro que fundó mi padre, el de Punta Humbría, mientras que el de Vista Hermosa lo continuamos nosotros. Estoy viniendo a Colombia cada dos o tres meses, pero todos los días, desde donde esté, ya sea en casa o en cualquier lugar del mundo tiendo, tengo la posibilidad de seguir el día a día de la ganadería desde mi teléfono o el ordenador, pues lo primero que hice fue instalar más de treinta cámaras en los potreros, desde las que puedo seguir qué vaca está en calor, cómo se desarrollan los becerros, si los toros se están pegando. De hecho, cuando estoy en la finca, sigo usando el teléfono, pues puedes estar en un potrero viendo las vacas, pero en otro más lejano se están pegando los toros y, si no es por cosas como estas, no te enteras.
Evidentemente, no es lo mismo, pero me sirve para controlar la ganadería y continuar con mis actividades. Obviamente, también me apoyo en mis hermanos, quienes siempre están a mi lado para ayudar.
¿Cómo encontraste la ganadería y qué cambios has implementado en el poco
tiempo que llevas al frente?
Cuando mi padre muere, en junio de 2016, Colombia llevaba varios años en los que varios requisitos sanitarios impedían la importación de cualquier producto ganadero vivo, ya fueran animales, semen o embriones, así que la ganadería estaba sumida en una gran consanguinidad. Tampoco había muchas opciones en el campo colombiano que nos permitieran refrescar sangre con seguridad. Además, mi padre, antes de su muerte, tuvo que irse a vivir a Medellín, pues la altura de la finca le afectaba mucho, y el manejo de la ganadería se complicó un poco. Entonces, lo primero que hice, una vez que ya se podía importar semen y embriones, fue irme a España a hablar con los ganaderos y buscar lo que mejor nos venía para nuestra línea. Por eso volví a la casa madre de la ganadería, lo de Buendía, en este caso a Rehuelga, de donde me traje cosas muy buenas. Cuento con la ayuda de Rafael Buendía, que también se ha involucrado en este proyecto. Y también estuve muy cerca de conseguir cosas de Victorino Martín, pero finalmente no pudo ser. Por otra parte, me encontré con cerca de doscientas vacas y decidí que, según estaba el mercado y el estado interno de la ganadería, lo mejor era reducir, así que me quedé con la mitad, elegí por nota a las mejores cien vacas, que son las que ahora tengo.
¿Qué tipo de toro te encontraste y hacia dónde quieres llevarlo en esta nueva
etapa?
Como te decía, la consanguinidad trajo muchos problemas, entre ellos la reducción del fenotipo del animal, que además de la falta de fuerza, también disminuyó su caja, su alzada y sus defensas. Mantuvo el tipo, eso sí, pero todo más reducido. Entonces lo primero que busco, porque soy aficionado y es el toro que me emociona, es la seriedad y el trapío. Por eso los toros que lidié en Bogotá quise que fueran cinqueños, para que estuvieran bien desarrollados. El Santa Coloma necesita ese año más para estar completamente rematado. En lo que traje de afuera busqué que tuviera esas hechuras que busco, siempre dentro del tipo del encaste, pero con mayor longitud de pitones, con cuajo y seriedad. También cambié la alimentación completamente, esta es una de las partes fundamentales para el crecimiento de nuestro encaste, ya que no es especialmente grande, pero sí que es importante para que tampoco se quede por falta de nutrientes. Así que ahora, desde el destete, a los seis meses, además de la yerba que tenemos siempre verde en nuestra finca, les damos un pienso especial hasta los tres años y luego otro a partir de los tres. Es un pienso natural, que mezclamos en casa con cereales y forraje de acuerdo con las necesidades del animal. En cuanto al comportamiento, mi padre dejó un toro de mucha clase, de una humillación
tremenda y mucha bondad en la embestida. Un toro muy noble. Estas son cualidades que quiero mantener, pero a las que quiero añadir un poquito de chispa, que sea un toro más vivo. Soy un enamorado de este encaste y su diferencia con los demás siempre ha sido esa viveza, la calidad que entrega cuando le hacen las cosas bien, pero también ese punto de imprevisibilidad, de emoción que quiero recuperar.
Todo esto que me cuentas implica una inversión, que supongo no será poca. ¿Está la situación del toreo en Colombia como para invertir?
Sí, la inversión ha sido importante y todavía me queda mucho por hacer, pero lo hago por que me gusta, por seguir un legado familiar del que estoy orgulloso y que quiero transmitir a mis hijos. El toro nos lo ha dado todo en casa y no podemos darle la espalda ahora que las cosas están complicadas.
¿Tanto como para meterse en la aventura de crear un nuevo hierro?
—Sé que es de locos, sabemos, María Fernanda y yo, que lo es, pero estamos seguros de que nuestros abuelos y nuestros padres lo hubiesen hecho igual. Hace no muchos años atrás que las ganaderías de Ernesto González y Vista Hermosa eran unas de las más importantes del país, todos los públicos las pedían y los toreros alababan sus cualidades y sabemos que, si hacemos las cosas bien, podemos llevar este nuevo hierro a lo más alto. Sería un bonito homenaje a nuestros ancestros. Personalmente, creo que la apuesta por el toro de Santa Coloma es ganadora, porque noto que, cada vez más, los públicos quieren recuperar la emoción que este toro aporta. Por ejemplo, en Francia gana cada vez más espacio todo lo de Saltillo, Albaserrada y Santacoloma, el público está yendo a las plazas llamado por estas ganaderías, por encima de lo mayoritario, y creo que es una tendencia, que es cuestión de unos cinco o diez años para que los toreros vuelvan a abrirse a estos encastes y los lidien con más asiduidad.