Sebastián Castellá, quien vino vía sustitución a la tarde inaugural de la Temporada Bogotana, dejó en sus comparecencias un aroma de torero exquisito inspirado por la gracia mística de los profundos artistas, Morante solo dejo su valorada expresión con capa en el que abrió plaza. Luis Miguel no se acopló.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora – Fotos: Juan Pablo Garzón Vásquez
Bogotá – Colombia. Cuando se aprecia la expresión artística y se valora con gran admiración, seguramente esa sensación nos traslada a lo inexplicable, a lo extra natural, así suele pasar en cualquier manifestación cultural, llámese pintura, escultura, actuación, interpretación música, literatura y naturalmente en la liturgia profunda del toro bravo. Sebastián Castellá goza de cualidades favorables para la interpretación torera, valor seco el eje central, y en estos dos últimos años, de mucha inspiración; ya en su tauromaquia no hay faenas calcadas, cada comparecencia es un arrojo de innovación, clase y entrega desmedida, ha encontrado ese camino a la perpetuidad, hilvanando faenas de inmenso contenido, es válido ver la combinación del toreo de galería con el ortodoxo sin perder la pureza y la verdad, además, como valor agregado, su conocimiento del toro lo lleva a descifrar con diligencia, en tiempos muy rápidos, las condiciones de sus oponentes para imprimir su creación. En la Santamaría de Bogotá, dejó todo aquello ya descrito, tuvo lote aunque medido en fuerza y casta, acuñó bravura, esa que sin ser clara en toda la lidia afloró para que sin duda el de Béziers, construyera dos faenas de sello propio, esas interpretaciones que valoró el público asistente al coso de la calle veintiséis y que aclamo las inspiraciones de una figura del toreo… En estado de gracia.
Morante de la Puebla, otro torero de inspiración no tuvo tarde redonda, el público no quedó satisfecho con sus actuaciones, pero no se debe dejar pasar por alto esa labor con percal abriendo la tarde y temporada a la vez de la Santamaría; que manera de interpretar el lance a la verónica, como se ajusta, como lleva su corporalidad a ritmo con sus compases, mentón al pecho, temple inconfundible y remates con un estilo propio que hacen poner la plaza en pie, hubo mucha ilusión con ese inicio, arte sin duda, pero eso fue el arranque y el final, una pena. Ese pasaje capotero sin duda de gracia inspirada.
Luis Miguel Castrillón no encontró camino, el antioqueño que en muchas tardes nos dejó el sabor del buen torear estuvo ausente, su lote no fue malo, tenía virtudes favorables pero lastimosamente para todos, no se encontró la andadura, su paso por la plaza número uno de Colombia no dejó relevancia, sin embargo se debe destacar que la suerte suprema al que cerró plaza fue la mejor de la tarde y creo que es digna de valorar para lo que se premie en la temporada, se augura verle en tiempos venideros con el toreo de bonita interpretación para que la gracia lo invada a favor del arte.