Cuando El Cid, Román, el recién alternativado Sebastián Hernández y el ganadero de Santa Bárbara, Carlos Barbero, salieron en hombros entre la calle de honor de los monosabios, los asistentes a la plaza no se cansaban de darles las gracias.
Redacción: Juan Guillermo Palacio
Manizales – Colombia. Más que perfecta, fue una tarde para volver a creer, una exhibición bien dosificada de la nobleza de los seres humanos, cuando son buenos, y de la bravura de los toros que se crían con celo y pasión.
Un torero, Manuel Jesús, El Cid, se despedía de Colombia, su segunda patria. En ambos faenas le sonaron el pasodoble “Feria de Manizales”, con el que se reconocen las mejores faenas y, esta vez, a las mejores personas.
El de Salteras derrochó lo mejor de su tauromaquia. La sevillana, de verónicas espirituales, faroles, recortes y desplantes barrocos, medias enrollando su cuerpo en el percal, y algún trincherazo inesperado. Y la de Madrid, castiza, de mando largo y mano baja. Hasta entró a matar en los medios, recibiendo.
Es que El Cid estaba en éxtasis. Abrazado por propios y extraños. Idolatrado y bien tratado. Atendió cada solicitud con una paciencia infinita, sin negar su sonrisa y dándole sitio a todos sus seguidores, especialmente a los que menos tienen.
Reportan desde el aeropuerto que el equipaje de Román trajo el peso de la cornada del mes de junio en Madrid. Fueron evidentes sus precauciones y la ausencia de sitio en su primer toro. Solo el toreo efectista logró calentar los ánimos. Fantasma del que se liberó en la mitad del quinto, el mejor toro de la corrida y de varias temporadas. Por un momento Román navegó en aguas del más puro clasicismo, con temple, hondura, longitud y buen gusto, la antítesis de su tauromaquia. Indultó a “Castellano”, un toro que llenó retinas por su madurez y a la duración de sus embestidas.
Juan Sebastián Hernández, colombiano, quien recibió la alternativa, estuvo a la altura de los padrinos de su ceremonia. A pesar de estar poco placeado, es un torero de avanzada, purista, inteligente y coleccionista de recursos. Hizo gala de sus buenas maneras, sentido de la colocación y buen gusto. Como si llevara décadas en esto. Le cortó una oreja a cada toro y con ellas se montó en el bus de la puerta grande.
¡Vaya encierro envió el viejo Capitán Barbero! Seis de seis. Sin tacha en la presentación, algunos con el fenotipo para ser lidiados en cualquier plaza de España. Entregaron su casta de pajilla en diferentes versiones de lo que es la bravura: la seca, la noble, la rebosante (la del quinto) y la fina. Solo quedaron debiendo en varas. Ninguno se rajó.
Fue una corrida larga, doscientos diez minutos que no se hicieron densos gracias a la sustancia del encierro y a la dramaturgia de los detalles. Niños y filas victorianas de monosabios despidiendo a quien se va, coronas grecopaisas de árboles de café, pasodobles de la Feria que suenan más que las canciones de Maluma, luna llena en trajes diferentes de azul, brindis con discursos eternos y declaraciones públicas de afecto.
Lo más sorprendente es que nada de eso sobró. Cada cosa tuvo sentido. Quizás porque cuando torean tres seres que se desbordan en afecto hacia los demás, la belleza de la tauromaquia se potencia y deja de ser un arte efímero. El arte, cuando es sincero, es inolvidable y se hace eterno.
Síntesis del festejo:
65ª Feria de Manizales. Tercera corrida. Martes, 7 de enero del 2020. Tarde-noche fresca y despejada, con luna casi llena, igual que la plaza. Se lidiaron toros de Santa Bárbara (Encaste Domecq, del de Juan Pedro, Jandilla, Joselito, Las Ramblas y El Ventorrillo), bien presentados, serios, con cara y lámina. Cada uno entregó su casta en diversas versiones. Manuel Jesús “El Cid”: 1 oreja y 2 orejas. Román Collado: 1 oreja y dos orejas simbólicas. Juan Sebastián Martínez (recibió la alternativa): 1 oreja y 1 oreja. Incidencias: Se indultó el toro número 531, Castellano, con 472 kilos, Los dos de El Cid recibieron la vuelta al ruedo, premio, ése, exagerado.
La Feria de Manizales continúa mañana con la comparecencia del colombiano Paco Perlaza, el francés Sebastián Castella y el español Álvaro Lorenzo, quienes se verán ante los toros de Las Ventas del Espíritu Santo, de César Rincón, ganadería que regresa a Manizales después de un disgusto y un lustro.