Esta es la imagen que Ada Colau censuró en Barcelona porque, según ella, ‘generaba violencia’. Una ciudad sin la libertad de poder ir a los toros desde 2011 porque ‘generan violencia’.
FRANCISCO MARCH
A cuenta de la libertad de expresión cada cual hace de su capa un sayo y alza la voz o calla a conveniencia. Está ocurriendo ahora a cuenta de un rapero y una muestra artística.
Al rapero mallorquín le caen tres años y medio de cárcel por “injurias a la Corona, incitación al odio y amenazas en las letras de sus canciones” según la sentencia del Tribunal Supremo. Al artista madrileño Santiago Serra le retiran de ARCO su obra en la que pixeladas (y en los textos) aparecían 24 fotografías de “presos políticos” (sic), como Junqueras y los Jordis.
En el coro de lamentaciones se unen políticos, medios de comunicación y tuiteros varios con un discurso común que clama contra la censura y reivindica la libertad de expresión como elemento esencial en una democracia que se precie de serlo. Lo suscribo de pé a pá, entre otras cosas porque (con perdón) en esa lucha llevo buena parte de mis más de seis décadas de vida.
En la eterna y (mal que insistan) no superada división nominal derecha/izquierda, quienes se reconocen en el los “zurdos” son dominantes y mayoritarios en ese coro, con argumentos peregrinos y sonrojante cinismo.
De esos, de los cínicos, quiero hablar.
Porque esos cínicos callan y/o aplauden cuando son ellos (o lo que les representan) quienes cercenan la libertad, de expresión o no sólo. La LIBERTAD, así, con mayúsculas.
Y a esos, los taurinos los sufrimos en nuestras carnes.
No voy a enumerar su historial liberticida (la FTL está en ello) y, como tantos, nunca les perdonaré su mayor logro (hasta ahora): la prohibición de los toros en Cataluña. Es un suma y sigue al que no se ve el final (pero sí la finalidad) pero que se retrata en su miseria moral y les deja con el culo al aire.
Se me ocurren dos ejemplos ( recientes) , de entre muchos, en que los autoproclamados adalides de la libertad se ciscaron en ella y recogieron ovaciones desde los medios (de comunicación afines).
Uno es el veto del Ayuntamiento de Barcelona a que la imagen de Juan José Padilla publicitara al World Press Photo en el Centro de Cultura Contemporánea. Era 2013, el convergente (e independentista sobrevenido) Xavier Trías como alcalde, y ni a él ni la mayoría del Consistorio (los suyos, los de Esquerra, los socialistas y los eco socialistas) les tembló el pulso para tachar la foto (premiada, por cierto) de un torero con parche en el ojo y ejemplar lucha.
El otro data de 2015, ya con Ada Colau de alcaldesa y Morante de la Puebla como víctima. Aquí se trataba de una lona de grandes dimensiones, con la imagen de evocación daliniana del torero que servía para anunciar la inmediata Feria del Pilar, que se debía colgar en un edificio del Paseo Colón en rehabilitación y que contaba con el acuerdo de los vecinos del inmueble y de la que el Ayuntamiento iba a cobrar una buena cantidad de euros en concepto de tasas. Pero Ada Colau (que ha puesto el grito en el cielo por lo del rapero y el artista silenciado de ARCO) y sus compinches tiraron de aquella esperpéntica declaración de 2004 en la que se declaró Barcelona “ciudad contraria a las corridas de toros” para denegar el permiso. Y se adornaron en la suerte recordando ¡ qué cruz ! que “ el Consistorio defiende que los animales son organismos dotados de sensibilidad psíquica, además de física”.
Doble rasero, doble moral o simplemente cinismo. Nada nuevo en el Ruedo Ibérico.
¡Hay que joderse!