Gonzalo Caballero herido gana una ovación que nadie recibe. Juan del Álamo da vuelta al ruedo. Silenciado Garrido. Duro y complejo encierro.
La tarde comenzó con crispación. El siete y aledaños (que pagan), pancartas en alto, voz en cuello y gesto airado le exigían a D. Gonzalo Villa Parro el abandondo del palco presidencial. Cobrándole su atentado a la categoría de la plaza, al obsequiar la Puerta Grande en la segunda de feria. Hasta la policía hizo presencia.
Y a media corrida ya los tres toreros habían sido cogidos feo. El primero, al embroque de un natural, milagrosamente no herido al recibir en el suelo una furiosa ráfaga de pitonazos al rostro y el tórax. El segundo, por un derrote, colocando en suerte de varas, volteado aparatosamente sin daño. El tercero entrando a matar, con una cornada de veinticinco centímetros en el muslo izquierdo que disecó el nervio ciático.
Corrida dura la de los juanpedros del El Pilar. Cuatro, cinqueños, romana, 576 kilos promedio y mucha leña puntuda. Encastada, sí, en áspero y con mucha exigencia.
Juan del Álamo, lanceó a medios, acosado. Curro Sánchez tampoco atinó con la vara y los banderilleros pasaron las de San Quintín ante la incierta y carialta casta del primero. Como imponía, cuatro castigos genuflexos por bajo, dos derechas y dos de pecho caminados a medios. Cuatro tandas diestras inquietas valieron desde la exigencia emocionante. Naturales de a uno hasta la cogida. Retorno renqueante y enrabietado para derechas, manoletinas y un estoque arrinconado pero letal. Ovación a “Dulcero” y vuelta ganada casi que con sangre.
Mató cuatro toros el salmantino. Los dos de él y los dos de Caballero. En los tres restantes con altibajos y explicables precauciones y distancias resulto silenciado. Entre otras cosas porque no mató bien Estocadas incompletas, tendidas descolocadas y para terminar un bajonazo chalequero.
Gonzalo Caballero, estuvo al borde del triunfo. “Medicino” muy armado, tenía poder disperso, no permitió flortituras de capa y entro y salió del peto cuatro veces como Pedro por su casa, pasando crudo a incordiar los banderilleros. Pobre Gonzalo, estaría pensando más de uno. Nada, el madrileño, sereno y aguantador, administro cuatro ayudados por alto, derecha, cambio de mano, pecho, natural y pecho. Y a la gente le gustó. El animal acometió poco a poco aceptando autoridad.
Y entonces vinieron las dos mejores tandas de la corrida una por diestra y otra por siniestra. El toro que en los dos primeros tercios no valía un duro, ahora se cotizaba. Toreo en redondo y hasta circular. Bernadinas algo atropelladas y en corto y por derecho, en el embroque el toro desobedece la muleta y se lleva al torero en los cuernos. Lo llevan a cirugía y las palmas de premio a la faena y la verdad, no las recibió nadie. A las cuadrillas, por más nerviosas que sean, también les obliga la torería y las buenas maneras.
José Garrido, bregó y bregó, con riesgo, pero sin lucimiento ni eficacia. El uno era bronco y descompuesto, le avisaron, pinchó y estoqueó descentrado. Al otro, que “me buscaba” dijo, le dio en duro tres veces y le clavó la espada caída.
Bueno, si este es el encaste comercial y el toro artista, la cosa se complica. Hubo, miedo, drama, toreo y aunque no dieron orejas. ¡Qué las iban a dar! con semejante reprimenda inicial, nadie se aburrió.
FICHA DEL FESTEJO
Madrid. Martes 21 de mayo de 2019. Plaza de Las Ventas 8ª de San Isidro. Tres cuartos de aforo. Nubes y viento. Seis toros de El Pilar, bien presentados y armados, ásperos y de diverso comportamiento.
Juan del Álamo, vuelta al ruedo, silencio y silencio.
José Garrido, silencio tras aviso y silencio
Gonzalo Caballero, palmas con cornada y pasa a cirugía.
Incidencias: Saludó Antonio Chacón tras parear al quinto.